El conocimiento público de la correspondencia privada entre los cardenales Ezzati y Errázuriz, podrá suscitar encontradas visiones en cuanto aproximación de técnica jurídica, altas tertulias sobre el decir común de “todos sabían” y un tratado de lo que es un secreto a voces, pero nunca ha de ser óbice para despertar la capacidad de asombro y la acción enfática, ni impedimento para observar el problema de fondo: El político, el del poder.

Es a esto a lo que apuntaba el contenido de cada misiva y es en este apartado donde, precisamente, reside la relevancia del intercambio virtual, esto es: Su incidencia y configuración de la realidad. Es en ello, además, donde se juega la sustancia de la comunicación privada en cuestión, vale decir, la profundidad de asuntos de interés público.

He aquí, claro está, el meollo del asunto: Cómo lo de interés público, lo común, se juega en esferas estrechas, antidemocráticas y en esto la iglesia no hace más, como poder integrante de la minoría cuyos intereses si se resuelven, que seguir la receta transicional e histórica de la decisión a oscuras.

Cabe destacar que estamos ante una iglesia y su jerarquía dirigente, (porque hay OTRA que sus feligreces deben salir a rescatar), que no duda en invertir la ecuación cuando de conservar sus privilegios se trata, y allí lo privado de su ministerio se intenta naturalizar público, de todos.

Así, por dar sólo los últimos ejemplos: No dudan en proferir epítetos generalizantes ante el proyecto de despenalización del aborto en sus tres causales, ni escatimaron en presiones para intervenir el proyecto de inclusión, selección y copago, ni se inhiben tampoco a la hora de impetrar dineros públicos para sus universidades (pero sin que mermen sus parciales potestades).

Entonces, lo simbólico se vuelve principal y el nombre de un edificio es más que una denominación que facilita la administrativo, es un elogio dispensado a un merecimiento que se alcanza; el homenaje erigido a quien encarne lo hasta acá labrado, es una declaración de principios, la semántica desnuda.

Luego, ¿éstas son las conductas, las de Ezzati, que representa la UCSC? ¿Éstos son los valores que decimos defender como institución? Cualquier silencio es complicidad y ni la FEUCSC, ni los estudiantes de la universidad nos lavamos ni nos ensuciamos las manos en estos temas. Fuerte y claro: No más Ezzati para nuestro edificio principal.

Nos parece más apropiado, comprendiendo la naturaleza jurídica de la universidad, el nombre de Monseñor Valech, quien por lo demás donó los terrenos donde se encuentra emplazado y fue el último vicario de la solidaridad, o San Alberto Hurtado o Mariano Puga o algún otro u otra más digno de un inmueble que es la imagen de nuestra casa de estudios y donde se toman y ejecutan sus mayores decisiones (sesiona el Consejo Superior, se aloja la Rectoría, Vicerrectorías, Secretaría General, entre otras).

Si hay coherencia y somos (como se pregona) leales a nuestra visión y misión, no debieran haber dudas ni problemas. Pero si hay algo privado que lo impida, es hora de que se transparente y tenga fin.

Octavio Abello Segura
Presidente FEUCSC

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