Como si de una película se tratase, un mural de la tumba de Tutankamón podría esconder una puerta oculta que condujera a la sepultura de otro gran personaje del Antiguo Egipto, la bella Nefertiti. De confirmarse, este secreto habría permanecido oculto para los cientos de miles de personas que han visitado la tumba durante casi un siglo, desde que en 1922 fuera hallada por el arqueólogo británico Howard Carter.
El hombre que ha lanzado esta fascinante teoría es Nicholas Reeves, un egiptólogo británico que trabaja en la Universidad de Arizona (EEUU). Según cuenta, la revelación se produjo mientras contemplaba las imágenes en alta resolución que la organización Factum Arte –con sede en Madrid– había utilizado para realizar la réplica exacta de la tumba, que actualmente se expone en Luxor.
Debido a que estas imágenes no tenían color, Reeves pudo estudiar sin distracciones los detalles de la superficie de la cámara. Así descubrió unas pequeñas fisuras y grietas que, por su tamaño y su posición, podían corresponder a los laterales de dos disimuladas puertas.
A partir de este hallazgo, Reeves ha desarrollado su teoría, que dio a conocer el pasado 23 de julio en un extenso artículo bajo el título The burial of Nefertiti?. En él sostiene que la tumba de Tutankamón sería en realidad más grande de lo que se pensaba, ya que puede esconder dos cámaras, una lateral y otra que sería una prolongación de la sala donde está el sarcófago del faraón.
La cámara lateral, camuflada bajo un mural de doce monos que representaban las doce horas transcurridas antes del renacer del faraón, no pasaría de ser un simple almacén complementario.
Pero la segunda prolongación conduciría a otra sala funeraria donde estaría la sepultura de la reina Nefertiti, un lugar que miles de arqueólogos y aficionados llevan décadas buscando.
Una tumba readaptada para Tutankamón
La hipótesis planteada por el egiptólogo explica enigmas y desmonta algunas tesis firmemente asentadas sobre esta tumba. Y es que, según sostiene, el lugar fue diseñado para albergar el cuerpo de Nefertiti y posteriormente fue readaptado para añadir los restos de su hijastro.
Reeves se posiciona claramente a favor de los egiptólogos que defienden que la bella Nefertiti reinó durante un breve período de tiempo desde la muerte de Ajenatón hasta el ascenso del joven Tutankamón.
Por tanto, a su muerte fue necesario proporcionarle una tumba real, que años más tarde se reutilizaría ante la inesperada muerte del joven faraón cuando tenía solo 20 años.
De esta forma, explicaría la relativa modestia y simplicidad de la tumba –comparada con la de otros faraones de la época–, así como su peculiar forma, una estructura de L con un giro a la izquierda.
Esta teoría supone también una reinterpretación completa de la pintura del muro norte, tras la que estaría la tumba escondida. Reeves defiende que el muerto con la corona blanca es la propia Nefertiti y no Tutankamón, como se creía hasta ahora.
Sin embargo, al ser el sucesor de Nefertiti, el joven faraón sí aparece –con un tocado de color amarillo y azul– en la denominada ‘ceremonia de apertura de la boca’ representada en la parte derecha del mural. Hasta la fecha, se pensaba que esta imagen era de Ay, el faraón posterior al propio Tutankamón. Para llegar a esta conclusión, el investigador ha comprobado las similitudes en algunos rasgos de los retratos del mural con otras representaciones de estos históricos personajes.
Por último, Reeves también sostiene que la mayoría de los 5.000 objetos que componen el ajuar funerario fueron reutilizados, ya que los antiguos enterradores tuvieron que improvisar ante el inesperado deceso.
Teoría por comprobar
Aunque la teoría todavía no se ha podido certificar sobre el terreno, la solidez de algunas de las pruebas ha levantado cierta expectación entre la comunidad de expertos y aficionados, que espera desentrañar por fin uno de los grandes enigmas de la egiptología.
Ahora, les toca a las autoridades egipcias decidir si otorgan verosimilitud a la hipótesis y conceden permiso para que se pueda descender a la tumba original. Una vez allí, habría que utilizar técnicas no invasivas y proceder con mucho cuidado para comprobar si, efectivamente, el mural esconde el acceso al sarcófago de la esquiva Nefertiti.