Una de las cosas más terribles para una mujer es ser catalogada de “mujerzuela”, “suelta” o cualquier apelativo que haga referencia a una vida promiscua. Cosa que no pasa con los hombres.

En este sentido, la joven escritora estadounidense y conocida columnista de sexo, Stefanie Williams, escribió un artículo de opinión para reflexionar sobre este tema, luego de haber sido llamada “puta” en múltiples ocasiones sólo por hablar de sexualidad públicamente.

En su columna, Stefanie llama a las mujeres a no avergonzarse por lo que hacen en la intimidad o su apetito sexual, señalando que este aspecto no determina si una mujer es mala o buena persona o sus capacidades.

A continuación te dejamos la columna de Stefanie sobre eso que todos conocemos como “mala reputación”.

“Yo soy una mujerzuela. Una mujerzuela puta puta. Eso dice un montón de gente. La gente que lee mi blog y no está de acuerdo con su premisa. Gente a la que no le gusto. Mujeres que piensan que el sexo es asqueroso. Chicos que buscan una chica que puedan presentar a sus madres y piensan que como yo hablo abiertamente sobre sexo, no me gustan las cenas familiares o las madres.

Hay muchas razones por las que piensan eso. Me he acostado con un par de chicos. Más de 10. Más de 20. ¿Quieres seguir adivinando? He escrito mucho sobre mi vida sexual. He compartido historias personales porque pensaba, y pienso, no sólo que escribo bien, sino que era una buena historia. Una que todavía creo que tendrá un final feliz en algún momento de todo este drama de emails de odio que incluyen una nota en el parabrisas del auto de mi madre que decía: “Espero que estés orgullosa de la puta que has criado”.

Hace poco empecé a ver la serie de Aaron Sorkin The Newsroom. Al principio no me gustaba el personaje de Sloan Sabbith. Esa presentadora economista excepcionalmente atractiva, increíblemente inteligente, siempre armada con una respuesta inmediata ingeniosa.

Ví el episodio del domingo pasado [ATENCIÓN, SPOILER]. Hubo dos momentos que me atraparon. Maggie pregunta sobre Sandra Fluke: “¿Qué pasa con las putas?” El segundo momento fue la difícil situación de Sabbith. Sale con un chico. Él le hace fotos, con el consentimiento de ella, y luego ella rompe la relación. Él sube las fotos a una página web. Todo el mundo ve el cuerpo de Sabbith. Su trabajo está en riesgo. Toda la gente lo sabe. Ella se sienta en una habitación oscura, llorando en silencio y dice: “Me quiero morir”.

Nunca pensé que le daría las gracias a Aaron Sorkin. Por yo qué sé, cualquier cosa. Pero en voz baja se las di.

Más tarde, en el mismo episodio, Sabbith se enfrenta al ex que filtró las imágenes mientras este está en una reunión. Le da una patada en los testículos, le pega un puñetazo en la boca, y le hace una foto a su nariz ensangrentada.

La sucia mujerzuela gana. Y eso, amigo mío, es magia. Porque la sucia mujerzuela nunca gana, ya ves. Las chicas de las que se publican fotos nunca ganan. Pierden sus trabajos, pierden su reputación. Se sienten humilladas, avergonzadas. De sus cuerpos. Piden disculpas por ser sexuales en su vida privada. Por las cosas que hacemos en la privacidad de nuestros dormitorios que ninguno hacemos ni deberíamos hacer pero que parece que sí porque, hey, hay 9.000 millones de personas en este planeta y de alguna forma han llegado hasta aquí.

Sabbith se sienta en un cuarto oscuro y dice: “Me quiero morir” porque le dejó a su novio hacer fotos, y él las publicó. Fotos no de ella matando cachorros, o maltratando a niños o violando a ancianos. Fotos de sí misma. Su cuerpo. Las cosas que hay bajo su ropa. Las partes del cuerpo que al parecer son más ofensivas que los dedos de sus pies.

Luego vino Maggie. Maggie dijo todo lo que he estado diciendo durante años. “¿Qué tiene de malo ser una puta?”

A todas nos da miedo esta etiqueta. Y lo irónico es que la mayoría de nosotras (y tal vez esté equivocada, pero estoy bastante segura de que no) hacemos esas cosas de sucia mujerzuela. Hacemos fotos. Enviamos mensajes calientes por el celular. Dormimos con nuestros novios. Maridos. Hacemos sexo oral. Nos desnudamos. Tenemos vaginas. Las usamos. Algunas de nosotras, a veces, incluso disfrutamos de su uso. Tenemos tetas, pezones y traseros. De los que evidentemente todas deberíamos estar avergonzadas porque somos las únicas que lo hacemos.

¿Me escuchas, cada mujer en este planeta? Eres la única que haces lo que estás haciendo con ese chico (o chica, o peor aún, con los dos). Y es tan, tan increíblemente doloroso, malo y vergonzoso. ¿Qué? ¿Quieres saber por qué? Oh. Porque… ¿eres puta?

El otro día me llamaron puta en internet, por la billonésima vez. Por un artículo que escribí sobre el oficio de ser barman, nada menos. Como si fuese también un insulto. Yo no soy una ganadora del Pulitzer. ¿Pero sabes lo que soy? Una buena persona. ¿Meto la pata? Claro. ¿Cometo errores? Por supuesto. ¿Grandes? A veces. ¿He hecho cosas de las que me arrepiento? Sí. ¿He hecho cosas de las que no me arrepiento, pero que otras personas consideran que debería hacerlo? Sí. Soy un ser humano. Con tetas. Y una vagina. Y el uso que les dé no es lo que me hace ser buena, o mala.

Una vez escribí que si una mujer descubriese la cura para el SIDA, pero al día siguiente saliesen fotos de ella desnuda con un vibrador, ESA es la historia que saldría en las noticias. Porque es evidente, los dildos hacen daño a la gente. (Inserte broma aquí). Porque es evidente, las mujeres que tienen relaciones sexuales hacen daño a las personas. ¿Una mujer haciendo fotos de esas cosas vergonzosas bajo su ropa? A ver, no voy a decir que sea igual de horrible que niños con cáncer, pero… sí.

Agradecí en silencio a Aaron Sorkin no porque abriese un debate sobre el sexismo y las mujeres y los dobles estándares. Esa doble moral increíblemente frustrante seguirá existiendo para el resto de mi vida y mucho tiempo después. Lamento romper su corazón, señoras. Agradecí a Sorkin por dar a la sucia mujerzuela “abierta” el final feliz. Por recordarle al mundo que una sucia mujerzuela a la que la pillan haciendo las cosas (que todos hacen) que nadie se atrevería a hacer, sigue siendo una buena persona. Que incluso con internet y blogs de chismes y dobles estándares, las putas todavía pueden ganar. Y tener su momento para darle una patada en los testículos al chico y hacer que se sienta tan mal por el simple hecho de tener pene, como se sienten muchas mujeres por tener vagina cuando una fotografía privada se publica en internet.

Me niego a pedir disculpas por ser una puta y escribir sobre ello si consigo que una chica no se sienta en un cuarto oscuro y diga “quiero morir” mientras la gente le llama puta. Para recordarle a todo el mundo que las mujerzuelas hacen buenas cosas. Hacen deporte y ganan premios y ayudan a los enfermos. Ganan elecciones y juicios. Quieren a sus familias. Son buenas amigas que trabajan como voluntarias en refugios de animales y envían paquetes a los soldados en el extranjero. Le dan al indigente, que todo el mundo ignora, diez dólares (cinco mil pesos). Y no lo hacen para que les perdonen ser unas sucias mujerzuelas. Lo hacen porque son buenas personas”.