Un estudio de la Universidad de Harvard se dedicó a abordar un tópico que para muchos puede resultar un misterio inexplicable, e incluso paradigmático: las razones detrás de las decisiones que toman los adolescentes.

¿Por qué razonan así? ¿Por qué, a pesar de tener las pruebas necesarias para no hacerlo, suelen tomar constantemente el camino que será perjudicial para ellos? Estas interrogantes intentaron ser respondidas por Catherine Insel, psicóloga de Harvard que encabezó el equipo científico detrás de esta investigación.

Insel se enfocó en adolescentes entre 13 y 20 años, los que debieron someterse a un escáner cerebral fMRI mientras realizaban un juego con monedas.

“En algunas rondas del juego, los participantes podían ganar 20 centavos por una respuesta correcta, mientras que una incorrecta les podía costar 10 centavos. Pero en las rondas con apuestas más altas, las respuestas correctas valían un dólar, y las respuestas incorrectas les costaban 50 centavos”, reza la descripción del estudio, publicado por el portal New Sciencist.

Así, el equipo descubrió que, si bien los voluntarios mayores obtuvieron mejores resultados, los más jóvenes no. “Curiosamente, la capacidad de ajustar nuestro rendimiento de acuerdo a lo que está en juego, surge gradualmente durante la adolescencia”, dice Insel.

Según el estudio, se descubrió que la mejora del rendimiento cerebral está relacionada al desarrollo biológico de los cerebros. A modo de conclusión, se determinó que cuando las recompensas o pérdidas potenciales son más altas, los adultos tienen un mejor desempeño, algo que no ocurre con los adolescentes.

Así se explicaría, por ejemplo, por qué los adolescentes son tas temerarios ante problemáticas de riesgo. Por lo mismo, Stefano Palminteri, en la Ecole Normale Supérieure de París, cree que las escuelas deberían reconsiderar sus métodos de evaluación: “Este estudio sugiere que no es una buena idea evaluar el rendimiento escolar en un único examen final”, contó.

“Podríamos mirar esto al revés. Los adolescentes ponen la misma cantidad de esfuerzo en tareas que no son ‘importantes’, y comienzan a preferir los pasatiempos a la escuela. Podría ser algo bueno, permitir que los adolescentes aprendan habilidades sociales complejas, por ejemplo”, agregó.