Internet alberga una comunidad virtual diversa y heterogénea, que busca información, distracción y un “plaza pública”, donde interactuar y comentar la actualidad minuto a minuto.

Se trata de un mundo en donde la velocidad de comunicación permite que un mensaje o imagen pueda surcar y volar a destinos insospechados. Facilitado por las redes sociales, lo cierto es que un gesto o una simple frase en un gráfico, foto o caricatura, puede “navegar” por foros, chats y cadenas hasta el infinito.

Así fue como pasó que un joven protagonista de un reportaje emitido en 2009 por el programa En La Mira de Chilevisión, y que recién ahora es el “rostro” de uno de los memes más populares del último tiempo.

Se trató de un capítulo donde, imitando a otros formatos televisivos de persecuciones policiales en primera persona, la cámara siguió a un joven que es interceptado en la calle para luego ser llevado a un cuartel policial para un control de identidad.

Hasta ahí, nada fuera de lo normal y a lo que nos tiene acostumbrado la tv criolla. Pero nada menos que 8 años más tarde, el particular diálogo que el joven tiene con la cámara que lo enfoca como si se tratara de una estrella de cine, se viralizó a niveles insospechados en las últimas semanas.

Y es que en medio de la conversación en la que nuestro protagonista, con amplios conocimientos del mundo del hampa, empieza a criticar a los narcotraficantes y emplea una expresión que fue inmortalizada gracias a las redes sociales: “Anda a laar”.

A tanto llegó su fama, que aparecieron versiones en inglés –“Go to wash”- y en italiano –“Lavaggio anda”-, aunque con un detalle invariable, el rostro de nuestro amigo con su expresión de desprecio.

Un origen delincuencial

Sin embargo, si piensas que este es el origen, la verdad que la expresión nace desde lo más profundo del mundo del hampa, y usual en el léxico carcelario.

Pero para entender todo, es necesaria una explicación básica. En el bajo mundo del crimen existen diferencias entre los delincuentes “tradicionales” como asaltantes de bancos; homicidas, ladrones de viviendas, conocidos como “domésticos”, “gatos” o “monrreros”; “cogoteros” o “lanzas”; narcotraficantes; estafadores; femicidas; “violetas” o violadores; y “mecheros” o ladrones en locales comerciales.

Si bien antiguamente existía un marcado código que era respetado por todos, ahora –especialmente en el interior de las cárceles- lo que manda no es la “ficha” o prontuario judicial, sino que más bien ahora manda el que tiene más dinero.

A pesar de esto, sigue existiendo una marcada rivalidad entre los ladrones “de oficio” y los narcotraficantes, más que nada porque para los delincuentes tradicionales existía la idea que sólo se podía robar a los más ricos y por necesidad, para alimentar a familias numerosas, y de paso, ayudar a los vecinos más desfavorecidos en poblaciones marginales o periféricas de las grandes ciudades, tal como el ladrón más famoso de la historia: Robin Hood.

Sin embargo, con la llegada de las drogas, ahora “ganarse la vida” se transformó en algo tan fácil como vender sustancias, nada menos que a los jóvenes del entorno, “ensuciando” sus barrios que paulatinamente se fueron llenando de “gárgolas”, o “zombies”, cuyas vidas giran en torno al consumo de estupefacientes tan malignos como la pasta base, que son ocupados por los narcos como “soldados” o “perros bomba”.

De ahí que hasta hace unos años los narcotraficantes eran despreciados por los delincuentes tradicionales, quienes los obligaban a realizar tareas domésticas cuando caían en prisión, como preparar el mate y lavar la ropa (¿te hace sentido ahora la frase?).

En la actualidad esta tradición sólo se repite en los delincuentes jóvenes que andan “colgando gomeros”, o protagonizando delitos menores como hurtos como celulares o joyas, o con otros antisociales sin “ficha”, estafadores, femicidas o violadores, aunque estos últimos además sufren todo tipo de violencia al interior del mundo carcelario, por lo que generalmente viven en módulos segregados del resto de la población penal.

Así que ahora ya lo sabe… “anda a laar” es una expresión de desprecio propia del mundo delictual y carcelario, fruto de la eterna disputa entre ladrones y narcotraficantes.

Anda a laar
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