Dicen que los chilenos somos expertos en aquel deporte llamado hacerle el quite al trabajo. Desde reportarnos falsamente enfermos para quedarnos en casa viendo televisión, hasta fingir que trabajamos cuando en realidad estamos viendo el partido, nadie parece superarnos en nuestra capacidad de “sacar la vuelta” para llegar a otro fin de mes regidos por la ley del mínimo esfuerzo.

Nadie… salvo John C. Beale.

Beale es el santo patrono de todos los sacadores de vuelta. Durante 11 años ocupó uno de los cargos más importantes en la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), donde se desempeñaba como consultor experto en clima. ¿El problema? Hacía poco y nada en su puesto, desapareciendo por lapsos de varios meses durante los cuales se iba a su casa de veraneo o de viaje con todos los gastos pagados.

Como si esto no bastara, el hombre recibía un sueldo de 206.000 dólares al año (más de 9 millones de pesos al mes), lo que lo convertía en el empleado mejor pagado de su departamento. De hecho ganaba más que Gina McCarthy, la administradora en jefe de la EPA.

Las “sacadas de vuelta” de Beale eran épicas. La investigación interna gatillada desde febrero en su contra descubrió que en junio de 2011 el consultor desapareció de la oficina por un lapso de 18 meses durante los cuales hizo “absolutamente nada”, reconoció su abogado, John Kern.

Asimismo, en varias ocasiones Beale gestionó viajes oficiales a Londres durante los cuales, pese a no realizar nada de provecho, se hospedaba en hoteles de 5 estrellas y se trasladaba en limosina, todo a expensas del gobierno estadounidense.

“Pensé, ‘Oh, Dios mío… ¿cómo pudo haber llegado a pasar algo como esto en esta agencia?‘. He trabajado para el gobierno durante 35 años y nunca supe de una situación similar”, explicó el inspector general de la EPA, Patrick Sullivan, quien llevó adelante la investigación contra el timador.

Sin embargo, lo más surrealista dentro del prontuario de Beale eran las historias que utilizaba como excusas para abandonar el trabajo, en las cuales aseguraba que era un oficial encubierto de la CIA.

En un caso recogido durante el juicio, el hombre desapareció tras aducir que debió hacer un viaje urgente a Pakistán, debido a que un compañero suyo de la CIA estaba siendo torturado por el movimiento Talibán, describe la cadena NBC.

“Debido a los últimos hechos sobre los que probablemente ya habrán leído, me encuentro en Pakistán. Recibí el llamado el jueves y viajé el viernes. Espero regresar para Navidad. Jo, jo, jo”, escribió en un correo electrónico a sus superiores el 18 de diciembre de 2010.

Anteriormente en 2008, Beale se esfumó de la EPA durante 6 meses, asegurando que había sido comisionado a un proyecto de seguridad para resguardar a los candidatos durante la elección presidencial de aquel año. Luego, se supo que durante ese tiempo el experto en clima había viajado hasta su cabaña de la localidad de Cape Cod, donde se dedicaba a pasear en bicicleta, hacer labores domésticas y leer libros.

La desfachatez del individuo llegó a tal punto que cuando por alguna alineación astral llegaba a asistir a la oficina, procuraba esforzarse al mínimo. De hecho informó que había contraído malaria durante su servicio en la guerra de Vietnam, a fin de que le dieran un estacionamiento especial para discapacitados justo a la entrada del edificio de la EPA.

Desde luego, ni combatió en Vietnam ni sufrió malaria.

Fue sólo este año que, tras ser conminado por sus superiores a revelar su tan publicitado nexo con la CIA, Beale acabó admitiendo la verdad, aunque “sin demostrar mayor remordimiento” indicó Sullivan.

Una vez desenmascarado, el gobierno de Estados Unidos se volcó furioso en su contra. El pasado septiembre fue hallado culpable de defraudar al estado en más de 1 millón de dólares en salario y beneficios durante el lapso de una década, con los fiscales sentenciando que sus mentiras fueron un “crimen de proporciones masivas” y una “ofensa” a los agentes que en verdad exponen su vida trabajando para la CIA.

La fiscalía también exige que pase al menos 30 meses efectivos en prisión.

Pero, ¿cómo pudo un ardid tan básico engañar durante tanto tiempo a sus jefes y colegas en la Agencia de Protección Ambiental? Según Sullivan, Beale escogió muy bien su campo de acción, ya que el departamento tiene una cultura que favorece confiar en los demás.

“Existe una cultura aquí en la EPA donde los objetivos son lo más importantes. No pensamos como investigadores criminales. Por el contrario, tendemos a ser muy confiados e inclusivos”, trató de excusar Sullivan.

La respuesta no satisfizo a la mayoría de los medios estadounidenses, quienes criticaron ácidamente la ingenuidad de la entidad gubernamental.

“En mi opinión, el verdadero problema aquí no era Beale sino sus superiores, quienes fallaron en darse cuenta de algo tan evidente como que los agentes de la CIA no hablan sobre sus operaciones en correos electrónicos de la oficina”, sentenció el periodista policial Justin Peters, de la revista Slate.