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Flavia Baratta, una chilena que desde niña amaba el anime, hoy vive en Japón desde 2009, precisamente en Aizuwakamatsu, conocida como la ciudad de los samuráis. Resalta la tradición del karaoke como forma de diversión y la dedicación a las costumbres, a pesar de que Japón afronta el dilema de abrirse al mundo.
Cuando era niña a Flavia Baratta le gustaba mirar anime. Durante su infancia, no se perdía ningún capítulo de Candy Candy, Sailor Moon y Samurai X. Sin saberlo, este amor por esta expresión artística, sería la motivación para conocer la cultura japonesa.
Así pues, hace 16 años, la chilena vive en Japón, en la ciudad de Aizuwakamatsu (en la Prefectura de Fukushima) En este pueblo rural, conocido por su antigua tradición samurái, Baratta atestigua el espíritu ancestral de los japoneses.
“De hecho, donde vivo yo, Aizuwakamatsu, es conocido como la ciudad de los samuráis, porque ellos vinieron a morir por el shogunato en 1868”, devela Flavia en conversación con BioBioChile.
Siendo profesora de inglés y parvularia, Baratta cuenta algunos detalles de su vida en Japón, desde que llegó al país en abril de 2009.
“Los primeros meses fue complicado igual, porque es superentretenido estar en un lugar nuevo, empezar a conocer, pero igual echaba de menos a mi familia porque estaba sola. Entonces, igual estaba con la familia de mi esposo, pero todos hablan japonés, yo no tenía idea de nada, no sabía qué era lo que hablaban. Entonces, era como superlimitante. Era más que nada el adaptarse a la familia y a la cultura de un lugar que no tiene nada que ver contigo”, reflexiona Flavia, quien está casada con Motohiro Obara, un japonés que conoció después de asistir a una fiesta temática de Japón en la discoteca Blondie.
En ese sentido, la profesora revela que demoro un tiempo en acomodarse a un país tan distinto al nuestro.
“Fue difícil adaptarse porque al principio no tenía amigos. Además, no vivimos solos al tiro, sino que tuvimos que vivir con la familia de mi esposo como por casi un año, porque él no podía encontrar trabajo. Y éramos nueve personas en una casa, era superestresante”, expresa la compatriota.
Flavia, cuenta que después de que una amiga en común los presentara, con Motohiro siempre estaba la idea de volver a su país natal. “Estuvimos en Chile durante 4 años, pero él quería volver a Japón, igual me daba un poco de cuco, pero al final vinimos igual”, indica a la presente redacción.
Una vez que llegó al país del sol naciente, Flavia recuerda que no “fue tan fuerte el cambio”, porque estaba informada sobre lo que iba a encontrar allá. Al respecto, menciona que los japoneses mantienen una distancia emocional, muy distinto a lo que sucede en Chile. “Los japoneses son más individualistas, ellos se preocupan mucho del trabajo, no son de piel como nosotros y hasta el día de hoy eso me choca, pero ya estoy acostumbrada”.
En ese sentido, Flavia comenta que extraña abrazar, un gesto que los japoneses por una cuestión cultural no suelen practicar. “Cuando viajo a Chile, también lo hago para recargar energía”, sostiene la docente a BioBioChile.
Las costumbres japonesas
Respecto a las costumbres niponas, Baratta explica que el karaoke es el “carrete” por excelencia de los japoneses. “Aquí están los restaurantes que se llaman izakaya, que son los pubs restaurant, donde uno puede beber alcohol y comer”, puntualiza.
“Es sagrado ir a un karaoke, estar con los amigos o puedes ir solo. En algunos locales hay cubículos especiales para una persona”, afirma Flavia. “Por último, sirve para desestresarse”, asegura.
Sobre este último comentario, la chilena recalca que “el japonés cuando toma como alcohol saca la personalidad. Muchos se liberan y te meten conversa, porque el trago les ayuda a desestresarse después del trabajo”.
Como en las ciudades grandes los japoneses llegan a trabajar 8 horas al día, es bastante común realizar horas extras, lo que supera las 40 horas semanales. Así las cosas, pese a la extenuante jornada, los nipones tienen el tiempo para salir a cantar a los karaokes, señala Flavia. Después de cantar y pasarlo bien, la chilena revela que los japoneses deciden comer un plato de ramen, que es una típica preparación con fideos y caldo.
Por otra parte, también la chilena explica que el japonés, en general, mantiene un respeto irrestricto a sus tradiciones. Hoy este asunto cobra otro sentido, ya que entre 2023 y 2024, Japón ha recibido a 25 millones de turistas, según cifras de la Organización Nacional de Turismo del país asiático. “Hay muchos problemas con los extranjeros, porque no acatan las normas de Japón, no todos, pero sí muchos. Entonces, ahora hay un poquito de recelo con los extranjeros porque todos quieren venir a Japón”, agrega Baratta.
“Muchos turistas invaden el espacio y los japoneses son superreservados con los espacios personales. Entonces, la gente llega, invade, toma fotos y aquí toman fotos a la gente en la calle, esta situación causa molestia igual y a mí también, ¿no? Porque igual es superinvasivo”, complementa Baratta.
Eso sí, Flavia describe que la cordialidad funciona a todo nivel en Japón. “Si tú vienes como extranjero y no hablas japonés o no conoces algo, ellos siempre te van a tender una mano, te van a tratar de explicar las cosas como ellos puedan”. “La mente de ellos es bastante abierta, pueden casarse con algún extranjero o una extranjera, pero lógicamente que si te vienes a vivir a Japón, tienes que aprender sus costumbres, yo tuve que adaptarme a un estilo nuevo al que ellos llevan, pero la familia de mi esposo fue bastante paciente”.
La sociedad japonesa en todo su esplendor
Referente a la calidad de vida, Flavia nota que Japón es un país más barato que Chile, pues almorzar un “set lunch” como una sopa de miso, cuesta alrededor de tres mil pesos chilenos.
Por otra parte, la chilena reconoce que el plato japonés tiene mucho arte en su preparación. “Por más barato que sea, que vayas a un restaurante barato y todo, no significa que tenga que verse feo y que tenga que saber malo. Entonces, ellos se preocupan mucho de eso, de la estética del plato, de que sepa rico”, afirma.
“La economía no está bien en Japón, por ejemplo, para venir de paseo y todo está bien, pero si uno quiere venir a trabajar tiene que encontrar un trabajo bueno”, advierte Flavia. De hecho, a principios de agosto, un panel del Ministerio del Trabajo de Japón, propuso elevar el sueldo mínimo a 1.118 yenes, o sea, unos 7 mil pesos chilenos por hora, un alza que no ocurría desde 2002.
Si bien Flavia calcula que paga casi $300.000 mil pesos chilenos en el arriendo por 40 m² en el lugar donde vive. Mientras en ciudades grandes, un departamento en la capital Tokio, cuesta el doble de su precio. “Es como todo reducido”, sintetiza.
En cuanto a la belleza de Japón, que se compone por un archipiélago, Flavia Baratta aclara que la nación nipona no es solo Tokio, por lo que recomienda otros sitios, como la región de Tōhoku, que es conocida por sus paisajes rurales, o la Prefectura de Yamagata, que es famosa por sus aguas termales.
“Todo el mundo siempre se va por Tokio, Osaka y Nara, que es lo clásico, pero Japón tiene muchos lugares escondidos para conocer”. Son estos lugares que esconden la “cultura real” de Japón, agrega la chilena a la presente redacción. “En Tokio la gente es superfashion y se viste bien. En Aizuwakamatsu, la gente es más piola, usa polera y jeans”, acota Flavia.
Respecto a su vida en Japón, Flavia reconoce que vivió una situación límite, con el terremoto ocurrido el 11 de marzo de 2011, ya que el sismo, de 9.1 grados en la escala de Richter, provocó el desastre nuclear de Fukushima, tras el impacto de una ola de 14 metros de altura que dañó las instalaciones de la central nuclear de Fukushima Daiichi ubicadas en una zona costera.
En aquel momento, la chilena se encontraba manejando en la carretera, mientras se “empezó a mover todo”. Este hecho —indica Flavia— conmocionó al país por más de seis meses, mientras la emisora pública de Japón, Nippon Hoso Kyokai (NHK) transmitía contenido informativo para resguardar a la población. “Fue heavy, estuvimos seis meses viviendo una escasez de alimentos”, complementa Baratta.
Tras el accidente de Chernóbil, lo ocurrido en Fukushima fue uno de los más catastróficos de la historia, recuerda Flavia, quien a pesar de lo vivido expresa su admiración por la sociedad japonesa. “Ellos son parecidos a los chilenos, saben salir adelante a pesar de todas las adversidades. Los japoneses tienen una palabra Gaman que significa la capacidad de soportar la adversidad con paciencia, dignidad y perseverancia”. “Todo eso lo hacen manteniendo la calma y la compostura”, señala Flavia. “Los japoneses a pesar de todas las dificultades siempre piensan que algo positivo va a venir, es un pueblo que sabe salir de las adversidades”, cierra.
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