Hace exactamente 100 años, la ciudad de Forchtenberg vio nacer a una de las más grandes heroínas del país alemán, una que quedó consagrada en la historia local por su valentía y lucha incesante en pro de sus convicciones contra el Tercer Reich.

Su nombre es Sophie Scholl, activista y combatiente de la resistencia en el movimiento Rosa Blanca en la Alemania nazi, quien a corta edad debió demostrar que las ideas y el impacto que éstas tienen en las personas son más importantes, incluso, que la propia vida.

Su increíble entrega de resistencia y amor por la libertad de pensamiento calaron profundo en el corazón de millones de alemanes, quienes a cien años de su nacimiento la recuerdan como una de las figuras más ilustres de la nación germana.

Ésta es su historia.

Los primeros años de Sophie

Sophia Magdalene Scholl nació el 9 de mayo de 1921 en la ciudad de Forchtenberg, ubicada en el estado federado de Baden-Wurtemberg.

Su padre era el alcalde de dicha ciudad, en la que vivió junto a sus progenitores y cinco hermanos durante sus primeros años. Tiempo después la familia, de origen luterano y centrada en los valores cristianos, se mudó a Ulm.

La joven tuvo una linda niñez, no obstante, cuando llegó a la adolescencia y Hitler asumió el poder, comenzó a vivir tiempos más convulsionados.

Sophie y las ideas Nazi

En un primer momento, Sophie y su hermano mayor Hans eran seguidores del entonces político Adolfo Hitler y su Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, por sus siglas en alemán), más conocido como Partido Nazi.

Como una importante cantidad de jóvenes de la época, Hans se unió al movimiento Juventudes Hitlerianas, mientras que Sophie se sumó a su homóloga organización para niñas, la Liga de Muchachas Alemanas.

Pese a ello, el padre de los jóvenes, un fuerte crítico de Hitler, se horrorizó al ver el entusiasmo de sus hijos por la figura del dictador. Decidido a “reventarles la burbuja” y su admiración por el político, tanto él como el resto de la familia comenzaron a refutar sus ideas, lo que poco a poco los fue alejando de las creencias Nazi.

Finalmente, los hermanos no lograron conciliar sus tendencias liberales con las políticas de Hitler. Sumado a ello, cada vez con mayor frecuencia se espantaban del trato que recibían sus amistades judías y aquellos ligados al mundo artístico, lo que los volvió férreos críticos del régimen.

Los Scholl a la oposición de Hitler

Para el momento en que Hitler invadió Polonia, en septiembre de 1939, los hermanos adoptaron una postura de dura oposición.

En ese entonces, mientras los hombres eran enviados a la guerra, Sophie le escribió una sentida carta a su novio Fritz Hartnagel, soldado del régimen: “No puedo entender cómo algunas personas continuamente ponen la vida de otros en riesgo. Nunca lo entenderé y pienso que es horrible. No me digas que es por la patria“.

Poco después, la joven siguió los pasos de su hermano Hans e ingresó a la Universidad de Múnich a estudiar filosofía y biología, mientras él se especializaba en medicina.

En ese lugar, los hermanos compartieron su círculo de amigos, quienes eran fanáticos del arte, la cultura y la filosofía. De hecho, Sophie era una amante del baile, de tocar el piano y de la pintura, según afirmaron sus cercanos de la época.

No obstante, los tiempos eran violentos. Algunos de los estudiantes de Múnich habían prestado servicio militar previamente y estaban decididos a resistir al régimen de Hitler.

“No nos callarán”

Como una forma de canalizar su lucha e ideas, Hans y su amigo Alexander Schmorell fundaron el grupo Rosa Blanca, al que luego se unieron Sophie, Christoph Probst y Willi Graf, además de uno de sus profesores, llamado Kurt Huber.

En el marco de la militancia, los simpatizantes imprimieron y distribuyeron volantes en los que invitaban a la ciudadanía a resistir al régimen nazi. Además, denunciaban los asesinatos de judíos y pedían poner fin a la guerra.

“No nos callarán. Somos la Rosa Blanca, tu mala conciencia, y no te dejaremos en paz”, eran parte de las consignas difundidas en los escritos.

A comienzos de 1943 Rosa Blanca emitió su sexto panfleto, el que finalmente les costaría la vida.

Rosa Blanca y el exterminio de sus simpatizantes

Con el objetivo de llegar a más seguidores, el 18 de febrero de 1943 Sophie y su hermano decidieron distribuir en la universidad los volantes correspondientes al sexto panfleto.

“El nombre de Alemania quedará dañado para siempre si la juventud alemana no se subleva, toma venganza y se expía al mismo tiempo, aplasta a sus torturadores y funda un nuevo espíritu europeo”, se leía en parte del documento.

Para alcanzar a la mayoría de personas, Sophie subió al piso superior del edificio principal de la casa de estudios y arrojó un manojo de volantes.

Sin embargo, un conserje vio la acción de la estudiante y la denunció a la Gestapo, la infame policía secreta del régimen alemán.

Tras un corto juicio el 22 de febrero de 1943, cuatro días después de la denuncia, Sophie y Hans fueron sentenciados a muerte por “alta traición” y asesinados mediante la guillotina. Si bien se negaron a divulgar la identidad del resto de simpatizantes, las autoridades dieron con sus paraderos por cuenta propia.

Al cabo de unos meses, todos los miembros de la Rosa Blanca fueron ejecutados.

La despedida de Sophie

La mañana de su ejecución la joven, de entonces 21 años, enfrentó a sus agresores y lanzó una frase que quedó grabada en la historia de Alemania.

“Que día tan lindo y soleado, y debo marcharme… ¿Qué importa mi muerte, si por nosotros, miles de personas despertaron y fueron motivadas a emprender acciones?“, exclamó, según lo informado por el medio BBC Mundo.

Precisamente, dichas palabras y su valentía son las que aún resuenan en la nación germana, que a 100 años de su nacimiento la recuerda como una de sus figuras más loables.