“Imagine que se han levantado todas las cuarentenas, la curva de contagios se ha aplanado definitivamente y se estima seguro retomar la actividad cotidiana al modo previo al inicio de la pandemia. ¿Dónde iría primero? Aunque resulte increíble, muchas personas podrían responder a futuro ante esta pregunta con un ‘no tengo ganas de salir’ o ‘prefiero no salir’”.

Así lo planteó en una columna enviada a BioBioChile, el psicólogo Pedro Salinas Quintana, académico de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Central, quien explica que “síndrome de la cabaña”, es el término que se está utilizando en España para describir el fenómeno observado en personas que simplemente prefieren no salir de la casa aún teniendo posibilidad de hacerlo.

“Anteriormente, se habían descrito conductas similares en personas privadas de libertad bajo distintas circunstancias, quienes una vez superada la limitante del encierro simplemente optaban o preferían no dejar su situación de confinamiento. Dichas personas habían pasado extensos períodos de tiempo en centros de salud, en cárceles e incluso en situaciones de secuestro”, explicó .

Salinas indicó que pese a que no existen aún estudios psicológicos concluyentes en países en condiciones de post pandemia, el “síndrome de la cabaña” (como fenómeno opuesto al “cabin fever”, síndrome caracterizado por agitación, inquietud, desesperanza, déficit en la concentración y agresividad en condiciones de encierro), es un fenómeno que quizás merece ser observado con atención.

Para el doctor en psicología y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago, Sergio González, el desconfinamiento no sólo podría generar “enamoramiento a la privacidad durante la cuarentena, sino que, también, la sensación de pérdida de protección”.

Anna Shvets | Pexels CCO
Anna Shvets | Pexels CCO

“Es algo que se vio con mucha claridad tanto en España como en Italia, donde las personas, después de haber estado un tiempo importante en estado de confinamiento y aislamiento físico, presentaban la sensación de pérdida cuando volvían al espacio público. Es decir, ya no se quieren someter al espacio público, donde encontrarían amenazas y el riesgo de infectarse. Por lo tanto, se exacerba el sentimiento de autoprotección”, explicó González.

Salinas dijo que “Si pensamos en quiénes se podría presentar a futuro este aparentemente inusual comportamiento, se estima que podrían ser personas con marcada preocupación previa por la salud (conocidos comúnmente como hipocondríacos); personas que sufren algún tipo de fobia social o crisis de pánico, especialmente aquellas en que es concomitante la agorafobia (el temor a estar en espacios abiertos) y, finalmente, adultos mayores temerosos de que subsistan posibilidades de contagio. En el caso de algunos niños y adultos que padecen algún tipo de trastornos de integración sensorial, el retorno a una normalidad con una ciudad llena de estímulos, ruido y acelerado movimiento, también se podría traducir en una negativa a retomar el colegio o actividades cotidianas fuera de la casa”.

En estos casos, un “no tengo ganas de salir” o la falta de iniciativa social o laboral de algunas personas, podría estar indicando que hay situaciones de fondo que merecen ser atendidas con comprensión y empatía, expresó el profesional. “Al mismo tiempo que observamos si las condiciones que como sociedad y cultura hemos creado en torno al trabajo o las relaciones sociales, han sostenido un patrón de falsa normalización y bienestar que haga que personas simplemente no quieran salir a las calles repletas de gente cuando se abran nuevamente las puertas de las casas”.

¿Qué es la agorafobia y por qué ponerle atención en el contexto de confinamiento?

Por otro lado, el psiquiatra y académico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Facultad de Medicina, Rodrigo Gillibrand, señala que la agorafobia es una condición a partir de la cual las personas expresan física y psicológicamente una evitación a exponerse a espacios públicos.

“Una tremenda evitación de exponerse a espacios abiertos o a situaciones como el transporte público, y tener un temor de tener una crisis de pánico y no tener quien te ayude en ese momento”, lo describe el profesional.

Según reporta el especialista en Chile las cifran hablan de que un 3 a 6 por ciento de la población podría tener agorafobia, porcentaje que inminentemente crecerá por pandemia.

Tatiana | Pexels CCO
Tatiana | Pexels CCO

Habitualmente, agrega el profesional, “el cuadro de agorafobia se da junto con crisis de pánico. De hecho, hay un cuadro clínico que se llama Trastorno de Pánico con Agorafobia. Son personas que si se exponen a situaciones que ellos evitan, hacen crisis de pánico de forma segura”.

Pero, ¿a qué se asocia este miedo? “Es un miedo de estar en una situación que en caso de sufrir una crisis de pánico o de angustia, y uno pueda no pueda recibir ayuda. Por ejemplo, la agorafobia te habla de temores a espacios muy abiertos, a usar el transporte público, situaciones en que hay mucha gente, o de salir a la calle, pero lo principal es donde uno podría no recibir ayuda. Ésa es la definición: tener un temor de tener una crisis de pánico y no tener quien te ayude en ese momento”, comentó.

Gillibrand dijo que también puede ser estar en algún sitio cerrado, que no es necesariamente claustrofobia, sino que puede ser una tienda, un cine, una consulta médica.

Muchos adultos que tienen agorafobia se sienten más seguros andando con un niño y no tienen una crisis después; lo que en términos racionales es difícil que un niño pueda hacer algo para ayudarte.

El médico explicó que una persona con agorafobia comienza a experimentar síntomas de ansiedad cuando está pensando en salir. Por ejemplo, una de las características del miedo físico, de las situaciones físicas de la ansiedad, es el sudor de manos; además, puede haber temblores, dolor en el pecho, alteraciones gastrointestinales, o que le tiemblan las piernas. “Como evento anticipatorio, solo pensar en salir, eso pasa en el cuerpo. Por otro lado, en los síntomas psicológicos, está un rechazo profundo, una sensación de pánico o terror. En definitiva, se caracteriza por una tremenda evitación de exponerse a estas situaciones”, comentó.

¿Cómo se puede tratar? Como este síntoma está basado en la evitación, Gillibrand comenta que el tratamiento que se recomienda en estos casos es la exposición. Por ejemplo, hacer un listado de síntomas que a la persona le den miedo, situaciones que quiera evitar, e irle exponiendo desde el que genera menos ansiedad al que genera más ansiedad, de forma escalonada. Eso se llama desensibilización sistemática. Ese es el tratamiento de elección, que es un tipo de psicoterapia que se hace.

“También existen terapias cognitivas conductuales, que es como ir repensando e ir resignificando estas cosas, porque esto, mientras más se evita, más crece el miedo. Ahí lo que se busca es enseñarle a la gente que mientras más vaya evitando, más difícil es el salir“, indicó.

Retha Ferguson | Pexels CCO
Retha Ferguson | Pexels CCO

También se pueden usar fármacos. El profesional asegura que en casos más severos es bueno disminuir los síntomas de forma farmacológica. Hay fármacos específicos que actúan en ciertas moléculas, como la serotonina y la noradrenalina, que se ven afectados en estos cuadros.

Es más frecuentes en ciertas edades y condiciones

El médico expresó que la agorafobia se da principalmente a finales de la adolescencia, y después se puede dar a mediana edad, pero en todos los grupos etarios puede haber. Pero hay una cosa que puede ser más fuertes en algunos momentos, y esta curva bimodal entre la adolescencia tardía y la adultez.

“Habitualmente los cuadros ansiosos se dan, y ahora en la pandemia nosotros lo hemos notado más, porque de pronto hay personas que han vivido situaciones difíciles en el pasado, en la crianza, o en dudar un poco de sus capacidades, y las situaciones actuales, o sea esto del confinamiento, producen que se despierten ansiedades anteriores que a lo mejor estaban inconscientes”, añadió.

Por otro lado, manifestó que hay personas que puedan tener una vulnerabilidad biológica, es decir, personas que tengan antecedentes familiares de otros trastornos ansiosos o trastornos depresivos, y eso puede dar una mayor vulnerabilidad en este tipo de cuadros.

“Hay otro porcentaje que en realidad no lo sabemos mucho por qué se produce. Habitualmente esto es multicausal; tiene que ver con factores de personalidad, factores biológicos, y con experiencias previas que haya tenido la persona. Quien ha tenido antes agorafobia o trastornos de pánico, podría tener más vulnerabilidad a hacer algo de nuevo”, agregó.

Claves para el desconfinamiento

Hay estudios que demuestran que en otros países el desconfinamiento produjo estrés, eso en China se vivió, pero acá eso no lo hemos medido, dijo el profesional.

Gillibrand señaló que lo más probable es que exista ese miedo y que la gente tenga rechazo y miedo de salir a propósito de enfermarse o contagiarse nuevamente. “En eso, una de las manifestaciones que podría salir es la agorafobia. Otras personas pueden tener hipocondría o síntomas obsesivo-compulsivos declarado, pero claramente uno podría hipotetizar que van a aumentar estos síntomas después del desconfinamiento”, comentó.

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“Creo que lo principal para las personas es ir siempre pensando en que el proceso de confinamiento es un proceso que va a pasar, y que hay que vivirlo de forma conectada con los mismos temores. Si uno tiene temor a eso es bueno exponerse aunque sea de forma imaginaria, y pensar; ‘bueno, qué voy a hacer las primeras semanas de desconfinamiento’, ir planificando ‘cómo lo voy a hacer con el trabajo, cómo van a ser mis trayectos, cómo me voy a reencontrar con mis familiares o estar con grupos de gente. Cómo voy a hacer una fila en una parte, o me voy a subir al metro’. Es importante ir pensando que es una realidad, y si da un poquito de ansiedad o susto, pensarlo de forma anticipada, es importante ir pensándolo cada vez más. Es como la exposición; exponiéndote imaginariamente a lo que puede ir pasando”, recomendó.

Y si el sólo pensarlo está siendo muy molesto o están apareciendo más síntomas, es necesario consultar con algún psicólogo, algún psiquiatra o alguien especializado en salud mental que pudiera hacer un plan para ayudar a esa persona a exponerse de forma más cómoda. “Pero es importante mencionar que para todos va a ser difícil. Es importante normalizar lo difícil que puede ser y darse cuenta de algunas señales o banderas rojas –que nosotros le llamamos– que invitan a consultar. Por ejemplo, que alguien tenga de frentón un episodio de una crisis de pánico, o alguien, aunque esté obligado, que se niegue completamente a salir, eso es mejor consultar en ese momento”, puntualizó.

Por otro lado, González enfatizó en la importancia de que el desconfinamiento se implemente de manera muy gradual, para que no sólo se genere un buen proceso de adaptación sino, también, herramientas eficientes para enfrentar el temor a los rebrotes y que las personas se sientan seguras a la hora de retomar las actividades.