Señor Director:

Hace poco viví, junto a mi familia, la desaparición de un ser querido. Fueron días de angustia, incertidumbre y, sobre todo, de profunda frustración. Aunque logramos organizarnos con cierta estructura, fuimos testigos de una realidad que muchas otras familias enfrentan sin apoyo alguno: en Chile no existe un sistema coordinado, profesional y eficaz para la búsqueda de personas desaparecidas.

La respuesta institucional es improvisada, sin liderazgo ni protocolos claros. La coordinación en terreno es escasa o inexistente, y la logística necesaria simplemente no está. Lo que debería ser una respuesta estatal organizada termina recayendo en las familias, que además del dolor deben asumir responsabilidades operativas, financieras y emocionales.

En ese vacío han surgido ONG y grupos voluntarios, algunos con preparación y otros sin las competencias mínimas, lo que puede incluso entorpecer las labores. Urge profesionalizar estos esfuerzos y establecer mecanismos de integración con las autoridades.

Chile necesita con urgencia un sistema nacional de búsqueda, con enfoque de derechos humanos, equipos móviles, personal capacitado y apoyo real a quienes enfrentan esta tragedia. Porque cuando alguien desaparece, también se pone a prueba la capacidad del Estado. Y hoy, lamentablemente, está fallando.

Simón Araya Soto
Santiago

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