Entre chiste y chiste, risa y risa, Edo Caroe nos cuenta la historia de su yerno, Martín, el actual pololo de su hija. Más allá de la anécdota farandulera, la curiosidad que genera o el rating que consiguió, su rutina menciona elementos que no deberíamos pasar por alto.

Frases como “Entró a la universidad en la básica” o “Armó su propio auto” pueden sonar exageradas, pero tienen un trasfondo real que vale la pena analizar.

Lo cierto es que Martín asistió al programa PENTA UC, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, una experiencia que nos da pistas sobre una condición aún poco visibilizada en nuestro país: las altas capacidades.

Esta neurodivergencia, presente en aproximadamente un 10% a 15% de la población, no depende del género, el origen ni la condición socioeconómica, y está presente a lo largo de todo el ciclo vital.

Pero más allá de reírnos o sorprendernos, deberíamos preguntarnos qué significa realmente para nuestro país. En los últimos años, hemos avanzado en la inclusión de la diversidad en las aulas. Sin embargo, cuando se trata de estudiantes con capacidades cognitivas e intelectuales superiores a las de sus pares, ¿realmente los estamos considerando? ¿O asumimos, erróneamente, que su inteligencia les garantiza el éxito académico y personal sin necesidad de apoyo?

Lamento decirles que no. En Chile, a pesar de esfuerzos como el de PENTA UC y otros seis programas regionales similares, solo se logra atender al 1% de los estudiantes con altas capacidades.

A pesar de la existencia de organizaciones que trabajan en la visibilización de esta condición, de investigaciones publicadas y reconocidas a nivel internacional, seguimos sin convencer a nuestros legisladores de la necesidad de una política pública que garantice su reconocimiento y apoyo.

Me pregunto: ¿a qué le tememos? ¿Nos cuesta aceptar que alguien pueda tener habilidades excepcionales sin que eso implique una idea de superioridad? ¿Cuántos otros Martín o Martinas están pasando desapercibidos en las aulas, sin el estímulo ni el acompañamiento que necesitan?

Estas son preguntas que debemos hacernos y responder, más allá de las luces y el espectáculo.

María Paz Gómez
Académica Escuela de Psicología
Universidad de Santiago de Chile

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