Con o sin coronavirus la realidad de cientos de barrios de nuestro país es que no tienen una plaza en la que jugar, encontrarse, respirar o leer. Muchas personas no echan de menos su plaza sencillamente porque no la tienen o, peor aún, porque no son espacios seguros, tranquilos ni agradables para estar.

Probablemente vivir una pandemia no estaba en los planes de nadie, es difícil imaginar cómo se podría estar bien preparado para algo así. Seguramente también es imposible dimensionar cómo cambiaremos como sociedad y como personas. Nuestras prioridades se han visto trastocadas, casi todo lo que parecía importante, de un minuto a otro dejó de serlo y pequeños actos cotidianos se transformaron en placeres invaluables en tiempos de cuarentena. Hoy las ciudades están vacías, todos esos espacios que eran parte de nuestro paisaje parecen lejanos y están inhabitados, al verlos así los valoramos aún más. Valoramos la plaza, la banca, el camino al trabajo, los árboles y el cemento. Y sobre todo valoramos encontrarnos con otros.

Y es en ese encontrarnos con otros, se redefine el concepto de comunidad. La comunidad es la cualidad de lo común, de lo compartido, es la búsqueda del bien común para un grupo en particular y para el colectivo. Y hoy día la mejor manera de ser comunidad es cuidarnos entre nosotros. Para eso el llamado es uno solo: quedarse en la casa, no salir, teletrabajar. Para la mayoría es un gran desafío con distintos niveles de complejidad, para algunos es armonizar el trabajo y los niños sin colegios, para otros la complejidad de las labores domésticas o de la esfera del cuidado, para muchos puede ser la soledad.

Pero también hay un porcentaje importante de chilenos y chilenas para quienes es absolutamente inviable quedarse en la casa porque es igual a dejar de comer, o bien, el hogar implica muchos más riesgos que el propio coronavirus. No sólo eso, sólo en la Región Metropolitana hay cerca de 185 mil viviendas que presentan indicadores de hacinamiento. Y en comunas como La Pintana o Puente Alto el promedio de tamaño de las viviendas es aproximadamente de 40 m2. Es así, como la pandemia también nos obliga a mirar la ciudad y la justicia con otros ojos.

Con o sin coronavirus la realidad de cientos de barrios de nuestro país es que no tienen una plaza en la que jugar, encontrarse, respirar o leer. Muchas personas no echan de menos su plaza sencillamente porque no la tienen o, peor aún, porque no son espacios seguros, tranquilos ni agradables para estar. Y de hecho según la última Encuesta de Percepción de Calidad de Vida Urbana del Minvu, un 40% de las personas no usa sus plazas y parques, y las razones probablemente se vinculen a los factores anteriormente mencionados.

Hoy día la ciudad no nos puede acoger en sus espacios tradicionales sin suponer un riesgo, esa ansiedad por volver a ocuparla, domina buena parte de nuestra energía. Hoy no es tiempo de ir a la plaza ni de usar los espacios públicos como estamos acostumbrados, es tiempo de aprender a encontrarnos, cuidarnos y acompañarnos de maneras que jamás nos imaginamos. Cuando llegue el tiempo de volver a las plazas, las miraremos de otra forma, porque todos y todas vamos a ser distintos y en el mejor de los casos, la falta de espacios de encuentro de calidad se transformará en una prioridad a la hora de planificar ciudades y de tomar decisiones.

Trinidad Vidal
Directora de Investigación y Desarrollo
Fundación Mi Parque

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