Lucía Hiriart exigió a su esposo que creara oficialmente el cargo de “Primera Dama de la Nación”, el que recaería en ella, con guardias y escolta, con recursos propios, gabinete, oficina, personal e instituciones de su dependencia. Un verdadero poder, que podría ser el origen de futuros grandes pasos políticos que ella daría.

Primeras damas

El Gabinete de la Primera Dama fue un invento de la dictadura, a instancias –rabietas podría decir– de la esposa del dictador.

Antes de eso, se hablaba de “Primera Dama”, simplemente para referirse a la esposa del “Primer Mandatario”, sin que eso significara ni un cargo ni tareas específicas.

A partir de los gobiernos radicales, se notó un cambio en el enfoque de los asuntos gubernamentales, cuando las señoras Juanita Aguirre, Marta Ide y Rosa Markmann, esposas de Aguirre Cerda, Ríos Morales y González Videla, desde su voluntad de apoyar las tareas de sus maridos, se involucraron en labores de carácter social.

Ellas lo hacían sin tener ni cargos ni sueldos, tampoco oficinas o secretarias, menos aún guardias u otro tipo de funcionarios a sus órdenes. Simplemente se trataba de asumir algunas preocupaciones del orden social y contribuir al mejoramiento de la vida de los sectores pobres del país, además de cumplir las labores protocolares.

La señora Graciela Letelier, casada con el Presidente Ibáñez, vivió con él en La Moneda, al menos en los inviernos, y apoyaba tareas sociales, pero sin el entusiasmo y la dedicación de las anteriores, tal vez porque fueron mucho más jóvenes que ella al asumir sus maridos la presidencia de la República.

Jorge Alessandri no tuvo esposa, pero cuando se trataba de comidas o actos especiales, la esposa de su ministro del Interior doctor Sótero del Río hacía las veces de acompañante.

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Nadie extrañó en esos seis años a una “Primera Dama”, lo que facilitó las cosas a María Ruiz Tagle, esposa de Eduardo Frei Montalva, que apoyó a su marido en muchas iniciativas, pero no se dedicó frontalmente a realizar tareas específicas. Algo parecido sucedió con la señora Hortensia Bussi de Allende, que orientó su quehacer al apoyo de países en situación desmedrada o víctimas de desastres naturales, entendiendo que su labor no era institucional.

Las esposas de los Presidentes eran “esposas y madres” también militantes políticas o profesionales, cada una haciendo lo suyo, pero no tenían papeles específicos ni significaban carga alguna para el erario nacional.

Creación del cargo y el Gabinete

Cuando Pinochet decidió iniciar su ofensiva internacional viajando a Filipinas para verse con el dictador de ese país Ferdinando Marcos, su esposa, que sólo viajaba de incógnito a Miami ocasionalmente, no estaba dispuesta a perderse tan grata oportunidad de refrescar aires en una visita oficial de su marido a un país asiático.

Como esto se preparó con mucho tiempo, la señora Lucía Hiriart, hija de un destacado político radical, averiguó todo lo que pudo sobre su contraparte en Filipinas. Pues bien, la señora Imelda Marcos, además de hacerse famosa por su enorme guardarropía y tres mil pares de zapatos, se estaba convirtiendo en una dirigente de gran peso político en el país, partiendo de la base que, como era 12 años más joven que su marido, podría sucederlo en caso de que éste falleciera.

La señora Imelda Marcos, cuando su marido ya estuvo consolidado en su autocracia, fue nombrada ministra de Asentamientos Humanos y Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria de Filipinas con autoridad para concurrir a cualquier país. Especialmente usó ese cargo para acercar relaciones con Estados Unidos, país que apoyó permanentemente la dictadura filipina.

Entonces, la señora Lucía no podía llegar a encontrarse con tal liderazgo siendo una simple dueña de casa, encargada de los asuntos domésticos del gobernante dictatorial de su país, que ni siquiera tenía el título de Presidente de la República y que tampoco hasta entonces había alcanzado a amasar una fortuna como la que tenía Ferdinando Marcos, segundo gobernante asiático que más se enriqueció en el ejercicio del poder.

Siendo así las cosas, exigió a Pinochet que se creara oficialmente el cargo de “Primera Dama de la Nación”, el que recaería en ella, con guardias y escolta, con recursos propios, gabinete, oficina, personal e instituciones de su dependencia. Un verdadero poder, que podría ser el origen de futuros grandes pasos políticos que daría.

Entonces, en marzo de 1980 ya estaba en condiciones de viajar al extranjero revestida de un título oficial y encontrarse con la mujer del dictador de igual a igual, aunque doña Lucía tuviera menos zapatos. Lo malo para ella fue que no pudo estrenar el cargo en el mundo internacional, porque el avión no pudo aterrizar en Filipinas sin ni siquiera tener una explicación del dictador local ni cortesía alguna con su colega.

Pero el cargo quedó. Hay que decirlo: el cargo mismo nunca hasta ahora ha tenido remuneración, aunque sí importantes recursos para financiar todo el aparato del gabinete.

Y así doña Lucía fue acrecentando un poder y una riqueza impensada, especialmente cuando CEMA Chile pasó a ser de su propiedad, quedándose con casas, terrenos y otros que habían pertenecido a un organismo público.

Lo que vino después

Al terminar el período de 17 años por el que gobernó Pinochet, todo lo que se había creado en torno al gabinete de la Primera Dama siguió funcionando como dependencia de esa unidad vinculada a la Presidencia de la República.

La señora Leonor Oyarzún, esposa de Aylwin, ejerció el cargo con cierta distancia, pero sin descuidar las funciones. Ella, una mujer de su casa y su familia, dedicó sus esfuerzos públicos a promover la familia en Chile y destacar el papel de las mujeres en su aporte a la sociedad.

Pero, estrictamente hablando, para ella era mucho más atractivo estar en contacto con su numerosa familia de hijos y nietos, dedicar horas a su jardín y acompañar a su marido en los muchos actos oficiales que debía cumplir protocolarmente.

Martita (no se llama Marta, sino Martita) Larraechea es una mujer de la política. Sin duda con más criterio político, entusiasmo y pasión por la causa pública que su marido Eduardo Frei. Pero él fue el presidente y entonces ella lo apoyó de modo entusiasta y con alto grado de lealtad y compromiso.

Se hizo cargo de todas las tareas de ese gabinete, no perdiendo oportunidad de destacar y figurar por los aportes que las instituciones de su dependencia entregaron, que fueron muchos. Esa figuración la tuvo en la mente pública y pudo haber seguido en la política, camino que finalmente no prosperó.

Luisa Durán y Cecilia Morel, esposas de Lagos y Piñera, siguieron las mismas aguas de la esposa de Frei: crearon entidades, llevaron adelante muchos planes y destacaron de modo importante. Durán fue la más creativa, pero ambas tuvieron un entusiasmo notable y su presencia ha sido muy reconocida en los planes sociales.

Bachelet no tuvo “primera dama” ni “primer caballero”, por razones evidentes, pero en ambos gobiernos tuvo a alguien a cargo de las instituciones, siempre sin remuneración y sólo por amor a la patria. Estuvo a cargo primero la socióloga María Eugenia Hirmas, esposa de Sergio Bitar. Y, en el segundo gobierno, su único hijo hombre Sebastián Dávalos y la trabajadora social Paula Fortes.

Se acaba el cargo

Cuando fue elegido Gabriel Boric, su pareja se comprometió a terminar con el cargo de Primera Dama y la oficina sociocultural de la presidencia adquirió autonomía de esa relación sentimental entre un Presidente de la República y su pareja.

Irina Karamanos asumió, por cierto, el papel protocolar que podría corresponder a la esposa del Presidente de la República. La relación terminó y su legado fue haber conseguido la autonomía de las fundaciones que dependían de la persona a cargo de la coordinación de actividades socioculturales de la presidencia. De hecho, la nueva pareja del Presidente Boric no ha asumido rol alguno y mantiene su trabajo.

La señora Pía y el Estado moderno

Ahora viene Kast y los medios de comunicación han puesto de relieve que su esposa quiere ser Primera Dama al estilo de las anteriores que he mencionado y que ocuparon el cargo desde 1980.

Es decir, algo tan íntimo como es una relación sentimental, en un mundo moderno y distinto, donde lo público y lo privado tienen esferas reconocidas y donde las mujeres y los hombres ejercen sus tareas independientemente de los vínculos afectivos que los unen, parece no ser fundamento suficiente como para que una persona asuma una tarea oficial, aunque no sea remunerada. Como esposa, debería estar dispuesta a acompañar a su marido en las tareas protocolares oficiales y podrá colaborar con él en sus ideas y planes.

Pero, en un Estado moderno como el que se ha anunciado en todos los tonos por el vencedor de la contienda electoral, no es posible pretender que por el solo hecho de ser la esposa o pareja del Presidente, pueda tener rango de autoridad política o administrativa en el país.

Un columnista decía que eso es un toque de conservadurismo, respaldado por citas de intelectuales. Es evidentemente un paso que más que conservador es de retroceso en los procesos culturales de un país que avanza hacia el futuro.

Bien que la esposa esté apoyando a su esposo y que pueda dar sus opiniones públicamente, pero no es apropiado que asuma tareas y cargos que pueden (y deben) ser realizados por profesionales adecuados para cada función, contratados por las normas más exigentes y por mera adhesión política o amistad con la esposa del Presidente de la República.

La señora Pía debe tener mucho trabajo con sus nueve hijos y la enorme casa donde se alberga a estos vástagos. Probablemente, además de esas tareas, puede asumir otras en el mundo privado, pues alguien deberá hacerse cargo de contribuir al financiamiento de la familia, especialmente si se cumple la promesa de reducir los ingresos del Presidente y sus asignaciones para dar ejemplo de austeridad.

Volver a crear el gabinete es, además, volver a recargar al Estado de gastos en circunstancias de que se ha prometido reducir los gastos públicos en cifras enormes. Y si ninguno de los que trabajen allí recibe remuneración, ¿cómo podrá exigirse a ellos o ellas responsabilidad administrativa y probidad pública?

Kast pidió a Dios que le dé prudencia, templanza y fortaleza. Tal vez, como aconseja Gonzalo Rojas Sánchez, su mentor, debiera pedir más luces intelectuales para darse cuenta de las decisiones que está dispuesto a tomar, entre ellas, reavivar un gabinete fenecido y que en sí mismo nada aporta al país.