La frivolidad con la que José Antonio Kast ha abordado esta elección presidencial es de temer, porque conjuga tres cuestiones que sólo auguran un mal futuro para el país.
Según la RAE, frívolo se dice de una persona poco seria, insustancial, ligera y superficial. Es precisamente lo que ha demostrado Kast como candidato y que ha quedado del todo claro cada vez que debate o tiene que dar cuenta de sus propias propuestas.
Terminar un debate, como el de ARCHI, que es escuchado por 5 millones de personas, transformado en el “señor depende” puede ser una estrategia de ganador, del que evade toda pregunta porque no tiene nada que perder, pero cuando ese “depende” en realidad lo que evidencia es su falta de conocimiento o superficialidad, entonces ese desplante no es el del ganador, sino que más bien es una performance de un liderazgo que no está a la altura. Esto es precisamente lo que le pasó a Kast.
Recorte del presupuesto y migrantes
La total falta de seriedad ha quedado en absoluta evidencia con el ya famoso recorte de 6.000 millones de dólares del presupuesto público, supuestamente sin tocar políticas sociales.
A pesar de que todo el arco político y casi la totalidad de los economistas de renombre (entre ellos el propio Ignacio Briones y el Dipres de Piñera, Matías Acevedo) han planteado que los cálculos no dan, que una reducción de ese tamaño generaría una recesión económica y que es imposible recortar tal cantidad sin tocar el gasto social (que es más del 70% del presupuesto total), Kast y su comando llevan meses improvisando respuestas o simplemente evadiéndolas. La razón es una sola: este recorte va a tocar el gasto social.
Carente de toda sustancia y conocimiento mínimo ha sido también el modo con que Kast ha abordado la situación de los migrantes irregulares del país, no solo por la extrema simplificación de un problema muy complejo, sino que además por lo absurdo de sus propuestas y las aún más absurdas explicaciones sobre esas propuestas.
Durante estas semanas, además de una cuenta regresiva que amenaza sobre una supuesta persecución sin cuartel (¿cómo lo haría? ¿dónde? nada se sabe), ha pasado de decir que va a expulsar a los casi 400 mil migrantes irregulares, a decir que los va a invitar a irse; de que tienen que salir por sus propios medios a que los enviará en aviones de 100 personas (que cuesta 300 millones de dólares y con uno al día son 9 años), ha pasado a que el Estado pagará lo que sea necesario para expulsarlos, para luego decir que los mismos migrantes deben pagar o, ahora último, que sus empleadores deberán hacerlo.
Finalmente, en el debate ARCHI agregó que no solo a los migrantes les quedaban, a ese día, 98 días para irse, sino que, ya en el sinsentido total, avisó que Maduro también le quedaban esos días. Es decir, nuevamente, ninguna solución al problema.
Defensa de Quiroz y políticas laborales
La ligereza con la que Kast ha abordado la situación de Jorge Quiroz también muestra la frivolidad de su liderazgo. La señal que da Kast al poner a Quiroz a cargo de su plan económico y de defenderlo acérrimamente como lo hizo en el pasado debate no se puede relativizar.
Estamos hablando de una persona que se dedicó profesionalmente a diseñar esquemas de colusión para que grandes empresas literalmente le metieran la mano al bolsillo a las personas de esfuerzo de nuestro país en consumos tan básicos como remedios (colusión de las farmacéuticas) y pollos.
Por tanto, con este gesto y restando toda importancia a un hecho tan tremendamente grave como ese, terminó dando una señal clara de dónde están sus intereses y de cuál va a hacer la política económica de un eventual gobierno suyo: protección del gran empresariado a todo evento, aun cuando este busque medios para estafar a la ciudadanía. De libre mercado ni hablar.
Por último, hemos visto una superficialidad muy poco a la altura del cargo al abordar sus políticas laborales que constituyen realmente una tragedia para los trabajadores: la relativización de la reforma de pensiones y la puesta en duda del seguro social y de los mecanismos de financiamiento de la PGU (que son las políticas que permitieron subir las pensiones hoy), dan cuenta de la poca importancia que tiene para el candidato las pensiones de las personas con más necesidades.
Lo mismo ocurre con sus políticas laborales, que constituyen un verdadero Plan Laboral 2.0: flexibilización laboral, contratos por hora (precarización), debilitamiento de las facultades fiscalizadoras de la Dirección del Trabajo y la creación de una “indemnización” a todo evento con cargo al trabajador que permite, en realidad, una posibilidad de despido a todo evento.
Todo esto constituye un manjar para el gran empresariado, pero una tragedia para los trabajadores, estableciendo un régimen de desprotección absoluta, que se levanta sobre la ficción de igualdad de poder entre trabajadores y empresarios, pero que deja a los trabajadores en el total desamparo. Se trata de un programa empobrecedor, que es visto sin mayor preocupación por el candidato.
La frivolidad con la que José Antonio Kast ha abordado esta elección presidencial es de temer, porque conjuga tres cuestiones que sólo auguran un mal futuro para el país: desconocimiento del Estado y del país que quiere gobernar, despreocupación por los problemas más urgentes de las personas con más necesidades y un conjunto de políticas indecibles (como el indulto a Krassnoff) que son la base o lo que está detrás de cada uno de sus “depende” en el debate público.
Entregar soluciones sensacionalistas a problemas complejos, profitar de los miedos y temores reales de la ciudadanía, exaltándolos para traer agua al molino propio, pueden ser formas eficaces de conseguir votos, pero lo cierto es que no solucionan los problemas reales que enfrentan los chilenos y chilenas.
Y, esto, en la práctica, significa condenar a las personas de esfuerzo a convivir con todos estos problemas que no encuentran solución. Nuestro país tiene derecho a mucho más y esto es lo que está en juego en la elección del 14 de diciembre.
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