Así, el Minsal, desde su país de las maravillas, se refugia en cifras frías, mientras fuera de esa burbuja las listas de espera siguen creciendo.

A pocas cuadras de La Moneda, en el Ministerio de Salud, se celebra con entusiasmo un anuncio que suena extraordinario: “más de 2 millones de personas han egresado de las listas de espera en 2025”. Para quienes llevamos meses exigiendo al Gobierno priorizar una lista que superó los 3 millones de casos, una noticia así debería ser motivo de alivio nacional. Pero no lo es: ese oasis que vende el Minsal, es un mero espejismo de desinformación si es que se revisan bien las cifras.

Para ver la trampa, hay que entender que un sistema de salud funciona bien cuando quien necesita una consulta o cirugía la recibe a tiempo. El problema está en la salud pública, donde la oferta —médicos, especialistas, pabellones, camas— no alcanza para cubrir la demanda real.

Esto no es nuevo: baja productividad quirúrgica, ausentismo, falta de insumos y mala gestión han sido diagnosticados hace años. Por eso la lista de espera crece: quienes no alcanzan una atención se acumulan dentro de un flujo permanente. Que el Gobierno celebre cirugías “realizadas”, no prueba que las personas hayan sido atendidas a tiempo.

El Ejecutivo no miente cuando dice que hubo 2 millones de intervenciones. Lo que calla es que, a septiembre, las cirugías pendientes sumaban 417 mil, es decir, 27 mil más que en 2024 y 87 mil más que en 2022.

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Peor aún es en el GES (ex AUGE), donde la ley otorga una garantía de oportunidad a los pacientes para ser atendidos en un tiempo determinado: el Gobierno presume un cumplimiento del 97,3%, pero oculta que en 2019 se cumplía en un 99,6% de los casos y que hoy existen 80 mil pacientes con retraso, es decir, 17 mil más que hace dos años.

En GES para problemas oncológicos el deterioro es más dramático: el incumplimiento ha crecido 44% desde 2022, y detrás de cada número hay un paciente al que la ley le mintió en su carrera contra una enfermedad donde el tiempo hace la diferencia.

Así, el Minsal, desde su país de las maravillas, se refugia en cifras frías, mientras fuera de esa burbuja las listas de espera siguen creciendo.

Y no se trata de un caso aislado, sino de una práctica que este Gobierno ha convertido en método: ocultar o maquillar la información para proyectar un país rampante. Sobran ejemplos: ocultamiento de denuncias que afectaron al exministro Monsalve para proteger credenciales feministas; la postergación de los resultados de la encuesta CASEN, para no evidenciar un aumento de la pobreza; la falta de transparencia en ingresos y gastos por parte de la DIPRES; o el silenciamiento de los errores en la facturación eléctrica bajo la gestión del exministro Pardow, supuestamente para “evitar alarma”.

Miente, miente, que algo queda. Hoy ese maquillaje llega también al sector salud, reforzando el esfuerzo del Ejecutivo por proyectar un país que no existe.

Solo queda seguir denunciando estas frivolidades, y redoblar los esfuerzos por un futuro gobierno que haga los cambios que se necesitan para recuperar la seriedad del sistema de salud: que combata el uso fraudulento de licencias médicas, incentive la productividad hospitalaria, abra la puerta a un modelo de multiseguros privados que permita que más personas accedan a prestadores privados sin discriminación por preexistencias (dejando atrás el sistema de Isapres), y donde un Estado subsidiario asista a tiempo a los pacientes que lo necesiten, en la salud y en la enfermedad.