El miedo es un riesgo para la democracia ya que justifica la suspensión de derechos, reduce los espacios, la acción colectiva y libertades.

Tener miedo es no ser temerario, muchas veces experimentamos miedo frente a riegos a nuestra integridad y lo usamos como mecanismos de defensa y de autoprotección; enfrentar el miedo es un acto de valentía, cuando nos domina es un acto de sumisión. Cuando el miedo nos controla y nos dejamos dominar por el miedo podemos tener problemas en nuestra convivencia porque el miedo anula emociones, ya no se quiere ver la realidad y ya no nos importa el otro porque nos acosa y aterroriza.

Las emociones son puestas en valor desde la teoría social para pensar la sociedad y sus procesos de cambio. La dimensión social y afectiva constituye un horizonte necesario para pensar en los modos en cómo nos relacionamos; siendo las emociones un ingrediente central en las interacciones sociales. La naturaleza de las emociones está condicionada por la situación social en la que los hombres y mujeres sienten. El miedo, la rabia, el odio, tristeza y otros son emociones que subrayan sentimientos como los de solidaridad/distanciamiento; de reconocimiento/aversión/; aceptación /rechazo.

Teóricos de las emociones señalan que las sociedades pueden estimular en los individuos capacidades emocionales las que les permiten estar unidos moralmente. Capacidades estimuladas en los individuos que pueden ser expresadas contagiosamente dando lugar a nuevas ideas y acciones.

La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), del Instituto Nacional de Estadística (INE) dan cuenta que al año 2024 de un aumento de la percepción de riesgo y sus implicaciones en la vida social. Libros como “Las Constituciones del Miedo”. Una reflexión del papel de las emociones en los procesos constitucionales de Chile (2019-2023), hace referencia al papel crucial que desempeñaron las emociones, particularmente el miedo, en su desarrollo.

El “enfoque en las emociones colectivas, con énfasis en el miedo, y cómo estas moldearon tanto las decisiones políticas dentro de los órganos constituyentes como las respuestas de la ciudadanía a ambas propuestas constitucionales” (Facultad de Gobierno, U. de Chile) y donde expertos relevan como el miedo ha sido parte de la historia política chilena.

Instrumentalización del miedo

El miedo se transforma en un problema político radical, señalaba Norbert Lechner en Los patios interiores de la Democracia. Subjetividad y Política (1988). “El autoritarismo genera una cultura de miedo, y se transforma en una herencia que persiste. Las diferencias son transformadas en desviación, subversión y sometidas a un proceso de “normalización”, siendo imposible abolir las diferencias”. La cultura del miedo es la condición de perpetuación de la opresión. El autoritarismo “agudiza la necesidad vital del orden, […] el miedo a los miedos es la cuestión del orden y para la cuestión política por excelencia”.

El miedo -y ante la supremacía del control social- es un instrumento ideal para gobernar a partir del caos y la alarma social, siendo así un enemigo oculto de la democracia. Traza las fronteras y divide a los grupos sociales, hasta llegar a anestesiar el vínculo social. El miedo como problema político, se transforma en un dispositivo que impide actuar colectivamente, por lo que se hace fuerza peligrosa ya que puede provocar reacciones agresivas, rabia y odio que terminan por corroer la vida social y cotidiana, erosionando la propia identidad y la colectiva.

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La instrumentalización del miedo y que hoy hacen suyos regímenes políticos, es uno de los dispositivos de disciplinamiento social más usado para el ejercicio del control social, es una estrategia política que induce a desvalorizar la capacidad de acción colectiva, de influir en el espacio público y buscar como refugio lo privado como esperanza de seguridad y protección. Así se anida el sentido y deseo del orden ante el peligro del caos. El miedo demarca la acción hasta generar un estado emocional compartido, como efecto deseado de su ritual.

El miedo se vuelve violencia porque conduce a un atrapamiento de un dispositivo de poder, genera otra forma de privación de libertad y se apropia del espacio y de cuerpos sujetados como única salida de supervivencia, favoreciendo y maximizando el encierro.

Así como el encierro de la cárcel genera comportamientos propios del contexto punitivo, como la despersonalización, la pérdida de control, de la propia vida, la desconfianza, la actitud de alerta constante; el miedo social hace lo suyo generando tipo de comportamientos, que, si bien no operan de la misma forma en todas las personas, trae como consecuencias modos de expresión del cuerpo, que en Michael Foucault, se traduce en un texto donde se escribe la realidad social. Cuerpos situados y sitiados bajo sentimientos de rechazo, falta de interés en asuntos de otros, desvalorización social y sentimientos de odio.

El miedo es un riesgo para la democracia ya que justifica la suspensión de derechos, reduce los espacios, la acción colectiva y libertades. Al ser parte de una sociedad democrática es nuestro compromiso ético político reflexionar en cómo vamos enfrentando las situaciones y complejidades de la vida, cómo vamos problematizando y cómo podemos fortalecer la democracia frente a los factores del miedo. Un aspecto relevante es que la vida en democracia no está determinada, sino que está siendo, y se hace con nuestras acciones y decisiones.

El miedo que repercute en aislamiento, que se traduce en miedo relacional social, no se combate solo, sino en acciones colectivas y necesita ser contrarrestado con conocimiento en apertura al problema que lo constituye, de modo de disipar la nefasta normalización del miedo que anida las carencias de un pensamiento simplificante. Emilie Durkheim en su obra el Suicidio señala la complejidad del problema y que comprimirlo no es el remedio. La ineficacia de la acción política individual y social ante la paralización al miedo puede ser la causante de su propio mal.

En democracia habitan sectores autoritarios populistas, donde las emociones democráticas se distancian de las populistas como el miedo, porque estas se encargan de dividir y engendrar formas de violencia de distinto tipo en busca de anular posturas diferentes, a sus rivales les dicen ser traidores y alimentan el odio y lo justifica. En palabra de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, alude a la peligrosidad de quienes inyectan el miedo en nuestras venas.

Cuidar las emociones

Una sociedad democracia debe trabajar por ser consciente y sintiente en que cuidar nuestro bienestar, es cuidar nuestras emociones. Las sociedades hoy de los cuidados están configurando nuevos modos en cómo nos relacionamos socialmente. Se ha reconocido y desde diversos organismos internacionales de derechos humanos y de la salud de las personas, que los cuidados sostienen la sociedad en su desarrollo ya que auxilia a las personas que necesitan atención y apoyo integral.

Pues bien, siendo la atención a los cuidados, vital para el desarrollo virtuoso de la sociedad, es preciso y tomar en serio la importancia política de cuidarnos emocionalmente, cuidarnos de la estrategia voraz del miedo alojado en los discursos populistas y en los “fake news” que sobreexponen a las personas a un torbellino emocional alarmante, provocando cansancio, desmotivación y estrés informativo.

Lo que no debemos es invisibilizar la importancia de la información veraz  que resulte ser un ejercicio políticamente respetuoso consigo mismo y los demás, por lo que la información de los hechos debe ser atendida con seriedad y tomarnos en serio trabajar por un cuidado informativo que nos lleve a discernir  de manera crítica  lo que circula como información, esto nos permitirá no vivir y sentirnos alienados, cuyo componente disciplinar buscan regular nuestras sensibilidades y emociones, y depredar nuestra energía corporal social. Por lo que se hace imperioso un sano y libre vivir emocional que erradique la coacción del miedo, como acto de valentía para no paralizar la acción humana y reivindicar otras colectivas acciones que sostienen y promueven nuestra vida en sociedad.