Cobijarse en comparaciones tramposas y de baja similitud puede ser un poco deshonesto cuando se tiene como fin desacreditar una propuesta económica por su carácter político y redistributivo.
Hemos visto como las últimas semanas el economista Sebastián Edwards ha tenido una participación activa en El Mercurio, usando estos espacios para fundamentar (más por generar miedo que usando fundamentos) que la propuesta del salario vital es una catástrofe, algo para él, preocupante.
Más allá de la discusión sobre un carácter de justicia o sobre lo que es vivir con menos de 750 mil por mes para una familia, en este espacio quisiera compartir dos ideas: por qué este no es un cambio tan abrupto respecto a lo que se ha experimentado anteriormente, y segundo, cuál ha sido el efecto en aquellos países que, en un lapso de 3 o 4 años, han aumentado su salario mínimo real de manera considerable.
Aumentos salariales en perspectiva
Como bien debería saber el mencionado economista, está ampliamente documentado en la literatura que los aumentos del salario mínimo pueden tener efectos positivos tanto en la productividad —como lo señala el premio Nobel Joseph Stiglitz— como en la tasa de desempleo, según lo demostrado por el también premio Nobel David Card. Ahora bien, si el argumento es que se trata de un cambio abrupto y que, por ello, el efecto podría ser distorsionador o, exageradamente, generar pánico, entonces conviene poner en perspectiva cómo ha evolucionado el salario mínimo en Chile bajo los distintos gobiernos recientes.
La propuesta de un salario vital de 750 mil representa un aumento similar al crecimiento real de salario mínimo que se experimentó en el actual gobierno de Boric. La propuesta de la candidata Jeannette Jara apunta a un crecimiento real (considerando la inflación proyectada por el Banco Central) de un 29% entre enero del 2026 y septiembre de 2029, equivalente a un crecimiento promedio anual de 6,6% en los 4 años de mandato. Por otro lado, entre enero de 2022 y enero de 2026, el aumento real del salario mínimo sería de un 28%, es decir, un 6,4% de crecimiento anual promedio (considerando la misma proyección de inflación).
Más que una propuesta carente de sentido de realidad, se asume continuidad de los aumentos que ya se venían implementando durante su gestión en el Ministerio del Trabajo. Asimismo, los efectos experimentados por el aumento del salario mínimo en el actual gobierno —acusados también en su momento de una política irresponsable que afectaría el empleo y la inflación— continuó con el ritmo de creación de empleo (510 mil ocupados), en línea con los anteriores gobiernos de Piñera II (54 mil, explicados por la pandemia) y Bachelet II (599 mil).
Al mismo tiempo, la inflación en el periodo de Boric fue explicada —según el Banco Central— por el aumento de las tarifas eléctricas, la apreciación del dólar y fenómenos externos que aumentaron los precios de productos esenciales, entre otros factores.
Por lo tanto, si bien esta política podría generar aumentos de costos para las empresas, está lejos de ser una catástrofe a la luz de lo evidenciado en el gobierno de Gabriel Boric y lo presentado en los Informes de Política Monetaria del Banco Central.
Salario vital: Qué ha pasado en otros países
Ahora, digamos que este fuera un cambio abrupto, distinto a lo que esta economía ha experimentado antes. La pregunta entonces es ¿Cómo les ha ido a los países que aumentaron su salario mínimo real más abruptamente que la propuesta del salario vital? Sobre esto, es fácil encontrar países de distintos niveles de ingresos que han aumentado su salario mínimo real en más de 30% en tres o cuatro años, como lo fue en el caso de República Checa (7,9% anual entre 2015 y 2019), México (12.6% anual entre 2019 y 2022) y Estonia (9,3% promedio anual entre 2013 y 2017), por nombrar algunos.
República Checa, por ejemplo, aumentó su salario mínimo real en 35% entre 2015 y 2019, con una inflación que se mantuvo en el orden del 3% y una tasa de desempleo que disminuyó de 5% a 2%. A su vez, México aumentó su salario mínimo real en 43% entre 2019 y 2022, en donde la inflación aumentó solo en el periodo post-covid (2021 y 2022) y la tasa de desempleo se recuperó a sus niveles prepandemia en 2022 (3,3%). La historia es similar para el resto de los países, no hay aumentos explosivos de la inflación y en el desempleo.
El salario vital es una meta posible y necesaria
Comparar Chile en 1970 y hoy es a lo menos drástico. Afirmar que le preocupa que “Chile podría pasar del neoliberalismo al comunismo” es algo que sin muchas dudas ni el mismo cree. Cobijarse en comparaciones tramposas y de baja similitud puede ser un poco deshonesto cuando se tiene como fin desacreditar una propuesta económica por su carácter político y redistributivo.
La capacidad de construir una economía que genere salarios por sobre 750 mil de manera sostenible no depende solo de sus efectos de corto plazo, por supuesto importantes y sobredimensionados en el debate, sino que también en las condiciones estructurales que permiten sostener esto en el futuro.
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