El primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Löfven, tendió una mano a la oposición de centro-derecha para neutralizar a la extrema derecha, que avanzó en las elecciones legislativas de este domingo y aseguró que ejercerá una “verdadera influencia”.

El resultado definitivo de las elecciones queda a la espera de conocer el voto de los 200.000 suecos residentes en el extranjero, que no se conocerá hasta el miércoles.

El bloque entre socialdemócratas y ecologistas, en el poder, cuenta de momento con un escaño más que la oposición de centro y derecha moderada. Ninguno de los bloques supera la mitad de los 349 escaños en juego en el Parlamento, por lo que se prevén largas negociaciones en las próximas semanas para tratar de formar gobierno.

“Está claro que nadie logró la mayoría, por lo que es natural tener una cooperación entre bloques”, declaró Löfven ante sus partidarios.

“Los votantes hicieron su elección, ahora nos corresponde a nosotros, los partidos decentes, esperar el resultado final y negociar y cooperar para hacer que Suecia avance de forma responsable”, añadió el jefe de gobierno saliente, que está determinado a permanecer a la cabeza del Ejecutivo y servir de barrera a la formación de extrema derecha.

“Está claro que nadie logró la mayoría, por lo que es natural tener una cooperación entre bloques”
- Stefan Löfven

El jefe del gobierno tradicionalmente es el dirigente del partido con mayor número de votos. Pero la fragmentación del nuevo paisaje político de Suecia hace incierta cualquier conjetura.

El Partido Socialdemócrata pierde casi tres puntos respecto a las legislativas de 2014, al obtener un 28,4% de los sufragios, según los resultados parciales con el 99,8% de las circunscripciones escrutadas.

El jefe de gobierno, muy criticado por su balance migratorio y social, aparece debilitado personalmente tras cuatro años de un agitado mandato marcado por la llegada de 160.000 solicitantes de asilo en 2015, un récord en Europa teniendo en cuenta el número de habitantes en el país.

Los comicios también resultaron decepcionantes para los Moderados (conservadores) de Ulf Kristersson, que pierden 3,5 puntos en cuatro años, con 19,8% de los votos.

“Verdadera influencia”

Por su parte, la extrema derecha, queda lejos de los resultados históricos anunciados por su presidente, Jimmie Åkesson, quien el domingo aún apostaba por entre “20 y 30%” de los votos.

Los Demócratas de Suecia (SD), la formación antiinmigración, nacionalista y eurófoba, obtendría 17,6% de los sufragios, un ascenso desde el 12,9% de 2014 que no les permite, sin embargo, convertirse en la segunda formación política de Suecia.

Pero aunque el avance es menor al logrado entre 2010 y 2014, este partido antisistema se impuso de forma duradera en el debate político y ahora se presenta como árbitro entre los dos mayores bloques.

“Somos los grandes ganadores de esta elección […] Vamos a ejercer una verdadera influencia sobre la política sueca” dijo Åkesson ante sus partidarios, reunidos en un restaurante de la capital sueca, Estocolmo.

“Estoy dispuesto a hablar, a cooperar, a negociar con todos los partidos, pero sobre todo quiero invitar a Ulf Kristersson a negociar”, añadió.

La oposición, por su parte, está determinada a sacar a los socialdemócratas del poder, aunque eso dinamite el cordón de seguridad que hasta ahora evita que el SD tenga una influencia política directa.

La estrategia puede ser arriesgada y tanto centristas como liberales han asegurado su rechazo a un pacto con “el diablo”, como se describe el propio líder del SD.

Si la derecha quiere que haya alternancia, “su gobierno será dependiente de los Demócratas de Suecia, y eso no les saldrá gratis”, analizó para la AFP Lisa Pelling, del centro de estudios Arena Ide.

Una izquierda debilitada

El primer ministro había presentado estas legislativas como un “referéndum para el Estado providencia”, mientras que la extrema derecha los convirtió en un plebiscito contra su política de inmigración y de integración.

En septiembre de 2015, Löfven justificó la apertura a los refugiados de Siria, Irak y Afganistán en nombre de “una Europa que no construye muros”. Pero dos meses después anunció una vuelta de tuerca en política migratoria y el restablecimiento de los controles fronterizos.

El primer ministro, de 61 años, perdió electores a izquierda y derecha. Unos le reprochan haber abierto las puertas a los solicitantes de asilo, y otros, haberlas cerrado tan pronto.

Podría lograr formar un nuevo gobierno de izquierda, minoritario, gracias al avance del Partido de Izquierda. Pero su bloque queda debilitado por el retroceso de los ecologistas, que apenas superan el 4% necesario para tener representación parlamentaria.

Desde que llegaron al poder en 1932, los socialdemócratas han dominado ampliamente la vida política del reino, instaurando uno de los modelos de protección social más avanzados del mundo, financiado por impuestos elevados.

El país se enorgullece de ser un pionero en materia de igualdad de sexos y concede largos permisos de maternidad y paternidad.

Crisis migratoria

Suecia, uno de los países más grandes de Europa con una superficie de cerca de 450.000 km2, tiene 10 millones de habitantes, de los cuales un 80% viven en ciudades.

Este miembro de la Unión Europea, que siempre ha abogado por una generosa política de inmigración y asilo, se encontró en primera línea de la crisis migratoria europea.

Suecia registró más de 394.500 solicitudes de asilo entre 2012 y 2017, un récord en Europa, llegando a 162.000 peticiones en 2015. Cerca del 60% de las demandas fueron aceptadas.

El país escandinavo, que tenía en 2017 un 18,5% de residentes nacidos en el extranjero, también debe resolver el espinoso problema de la integración, otro asunto con el que prospera la extrema derecha.

Esta nota se elaboró con información de la Agencia France-Presse