El ciudadano haitiano Jean Agenord, junto a su esposa chilena Makarena Vines y su hijo de 17 meses forman parte de los cientos de migrantes que actualmente se encuentran varados en la frontera sur de los Estados Unidos, en condiciones deplorables y protagonizando una crisis por la cual el gobierno de dicho país busca desesperadamente repatriarles.

Incluso, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) indicó que está trabajando con los países donde los migrantes comenzaron sus viajes -para muchos de los haitianos, países como Brasil y Chile- para que acepten el retorno de estos migrantes.

Así fue revelado por la radio estadounidense KFGO, dando cuenta de que a la familia se le impidió cruzar la frontera este domingo, quedando en el río lamentando no tener donde ir.

Aún con los pies en el agua, Agenord indicó a la agencia Reuters que ya se quedaron sin dinero, sin tener lugar donde quedarse en México. “No puedo cruzar aquí, no puedo cruzar allá, ¿qué voy a hacer?” expresó el hombre, antes de declarar que intentaría nuevamente pasar a territorio estadounidense.

Desde el “sueño chileno” al “sueño americano”

Antes de llegar a la frontera mexicano-estadounidense, muchos de los haitianos presentes habían vivido durante varios años en Chile y Brasil, adonde habían emigrado entre 2016 y 2017. Sin embargo, según han indicado, en dichos países no consiguieron legalizar su ciudadanía o enfrentaron problemas por el racismo y para conseguir empleos decentes.

“En Santiago tenía un pequeño negocio, mi esposo trabajaba. Logramos ahorrar dinero: esto es lo que nos permitió viajar hasta Estados Unidos”, relata por su parte una mujer que se identifica como Jeanne tras negarse a dar su nombre real. Se trata de una de las personas migrantes evacuadas en aviones desde Texas.

Con Maël, su hijo de tres años con pasaporte chileno, Jeanne y su esposo cruzaron en dos meses Suramérica, una ruta migratoria considerada por organizaciones humanitarias como de las más peligrosas.

“Es una cosa inexplicable. Nadie puede realmente transmitir lo que es este horror”, suspira esta madre haitiana, también con las lágrimas a flor de piel. “Si hubiera sabido por lo que iba a pasar, nunca hubiera hecho este viaje”.

La pareja dice que gastó 7.000 dólares para llegar a México y 2.000 más para alcanzar la frontera de Texas.

Agotadas por meses de travesía por Centroamérica y México, las familias haitianas expulsadas en masa de Texas deben lidiar con la ira por el trato sufrido allí y la angustia de vivir nuevamente en su país bajo la amenaza de la violencia de pandillas.

Estados Unidos había suspendido las expulsiones de migrantes haitianos en situación irregular tras el terremoto que asoló buena parte del país caribeño el 14 de agosto, pero la concentración en pocos días de más de 15.000 migrantes, la mayoría haitianos, bajo un puente en Texas llevó a cambiar las pautas.

En menos de dos horas, tres vuelos salidos de Texas aterrizaron en el aeropuerto de Puerto Príncipe el domingo, una afluencia inédita que resultó un desafío para las autoridades aeroportuarias haitianas.

“Biden sabe lo que está haciendo, pero no le importa. Nos trata a nosotros y a nuestros hijos peor que a las bestias”, gritó una mujer entre lágrimas al bajar del autobús que la recogió en la pista.

Ella y el resto de expulsados expresaban su frustración y enojo a los empleados administrativos y a los fotógrafos de medios, que recibieron la orden de no tomar imágenes.

En torno a la mujer, algunos hombres accedieron a relatar las condiciones del centro que gestiona la agencia migratoria estadounidense cerca del puente en la pequeña localidad fronteriza de Del Río, bajo el cual habían pasado varias noches tras atravesar el Río Bravo desde Ciudad Acuña, en México.

Sin camas ni duchas

“No teníamos camas para dormir, dormíamos solo con una fina sábana de plástico para cubrirnos, en un espacio con demasiado aire acondicionado. Y dormíamos en el piso de concreto”, cuenta Garry Momplaisir, quien pasó cinco días en el lugar.

“No podíamos ducharnos. Había baños pero no había lugar para lavarnos”, agrega este hombre de 26 años que fue expulsado con su esposa y su hija de 5 años.

Mientras avanzaba el proceso de registro por parte de las autoridades haitianas a su llegada, muchos padres aprovechaban la espera para asear a sus hijos más pequeños en los baños de las instalaciones.

Según los registros de los tres vuelos a los que accedió Agence France-Presse, casi la mitad de los 327 haitianos expulsados por Estados Unidos el domingo eran menores de 5 años y todos nacieron fuera de Haití.

Un periplo de horror

Al igual que otras familias expulsadas a Puerto Príncipe el domingo, los entrevistados creyeron erróneamente que podrían beneficiarse de la extensión del estatus migratorio especial, el TPS.

En efecto, la administración Biden extendió a los haitianos la vigencia del TPS, destinado a ciudadanos de países peligrosos o afectados por desastres naturales, pero solo a los que se hallaban en suelo estadounidense antes del 29 de julio.

Jeanne había abandonado Haití tras acabar sus estudios de administración de empresas en 2016. “Si hubiera podido encontrar trabajo, nunca me hubiera ido. Ahora la situación en el país ha empeorado mucho”, dice.

Su madre reside en el extranjero, por lo que ella irá con su pequeño y su marido a vivir con sus suegros en un distrito en los suburbios de Puerto Príncipe totalmente controlado por una pandilla desde principios de año.

“Imagínense: unos hombres pudieron entrar a la casa del presidente y matarlo en su habitación. ¿Y yo? No puedo estar tranquila”, se lamenta la mujer de 28 años, recordando el asesinato de Jovenel Moïse, ultimado por un comando armado el 7 de julio, lo que abonó una tragedia más a la ya crítica situación social y política del país.

Con escasez de funcionarios, las autoridades haitianas completaron el registro de todos sus ciudadanos expulsados de Estados Unidos al final de la tarde del domingo. El lunes, se repetirá la escena cuando arriben tres nuevos vuelos desde Texas.