Si hay algo me irrita por su repetición sin siquiera pensarlo, es aquel estribillo de que “sólo nos escuchan cuando hay violencia”.

Y me irrita porque es total y absolutamente falso.

Basta hacer memoria. El Acuerdo de Unión Civil (AUC) se logró tras numerosas marchas pacíficas y gestión de ONGs. La gratuidad en la educación superior también vio la luz tras algunas de las mayores manifestaciones realizadas en democracia, incluso familiares. Lo mismo ocurrió con leyes que hoy benefician a gran parte de la población, como las garantías AUGE-GES, la ley Ricarte Soto o el aumento de condenas a conductores ebrios de la ley Emilia. Todas respaldadas masivamente por la ciudadanía, sin desmanes.

Apoyo a ley Ricarte Soto
Agencia Uno

Pero hay más. Lucrativos proyectos como HidroAysén o Punta de Choros también se detuvieron debido a la presión social. Y aunque más lejano en la memoria, fue la comunidad organizada de Coronel y Lota la que evitó a fines de los 90 que la exmina de Schwager se convirtiera en un basural de residuos industriales.

Desde luego, esto no significa que cada manifestación tenga éxito, pero el argumento de que las cosas sólo se obtienen por vía de la violencia queda descartado.

Incluso quedó demostrado científicamente, luego de que la cientista política de Harvard, Erica Chenoweth, analizara 323 movimientos sociales de distintos lugares del mundo, entre los años 1900 y 2006. ¿El resultado? Los no violentos duplican el éxito de los violentos, alcanzando sus demandas en un 53% versus 26%.

El mismo estudio demostró que los movimientos no violentos atraen 4 veces más adherentes por razones de sentido común: las escaramuzas repelen a quienes rechazan la violencia (como es mi caso), se reducen a jóvenes con buen estado físico (que no es mi caso) y -vaya curiosidad- casi siempre van hombres, no mujeres; además de requerir coordinación clandestina, lo que limita su convocatoria.

He leído a mucha gente decir que sin la quema del Metro, los destrozos y saqueos, no tendríamos un plebiscito para una nueva Constitución, ni estaríamos cuestionando los modelos de educación, salud o AFP. Pero hey, estos puntos estaban en el programa del Frente Amplio en la primera vuelta de 2017, que recibió poco más del 20% de los votos versus el 60% del binomio Piñera-Guillier.

Si estos temas eran tan urgentes para la ciudadanía… ¿por qué no triunfaron en las urnas? ¿Por qué tuvimos una abstención récord de 53% cuando existía una alternativa literalmente al alcance de la mano para lograr cambios?

La respuesta puede que resida en el lado del estallido social que no queremos explorar. Porque luego de constatar la incompetencia del gobierno para reaccionar, de oficialismo y oposición para ofrecer respuestas, y de la policía para contener desórdenes sin dejar personas mutiladas, sólo nos resta examinar nuestra propia incompetencia como chilenos para organizarnos y crear grupos de presión (lobby) en pos de nuestros intereses.

Porque organizarse requiere tiempo. Requiere acción más allá de un “Like” en Facebook o una queja en Twitter. Requiere diálogo y, sobre todo, requiere llegar a acuerdos, muchas veces concediendo para obtener algo a cambio.

Requiere respetar al otro.

La violencia, por el contrario, es la alternativa fácil. Inmediata. Primitiva. “La violencia es el último recurso del incompetente”, en palabras de Isaac Asimov.

En un notable escrito tras las protestas que siguieron al asesinato de George Floyd en EEUU, el expresidente Obama deploró la violencia -por ira u oportunismo- y si bien reconoció que las manifestaciones han sido históricamente la forma de atraer la atención hacia causas e injusticias, recordó que son inconducentes sin una acción política concreta que las siga.

“Si realmente queremos lograr cambios, entonces no se trata de elegir entre protesta o política. Debemos realizar ambas. Debemos movilizarnos para atraer la atención, y debemos organizarnos para elegir representantes que hagan reformas”, expresó.

Por eso, la violencia debe ser comprendida en sus orígenes para remediarla desde su raíz -sea la pobreza, la inequidad, la falta de oportunidades- pero nunca justificarla ni menos alentarla o glorificarla.

Mientras no entendamos esto, Plaza Baquedano, Plaza Aníbal Pinto, el eje Paicaví y otros puntos de Chile quedarán en un loop infinito de barricadas, enfrentamientos, semáforos derribados, buses quemados y agresiones mutuas, donde los más afectados serán -como suele ocurrir- los más vulnerables.

Uno donde sólo estaremos unidos en la derrota.

Unidos en la derrota
José Francisco Zúñiga | Agencia Uno

Christian F. Leal Reyes
Periodista