A Ramón Aguilera lo asocian a la “canción cebolla”, o a Lucho Barrios o Julio Jaramillo. O al bolero y al vals peruano, por incorporar en sus piezas el típico punteo en guitarra de ese país. Otros lo recordarán por las canciones El día más hermoso, Que me quemen tus ojos o Desde el día que te conocí.

“Si la vida me diera de nuevo
la oportunidad
de volver a vivirla otra vez,
no la quiero más.
Son tan malos todos los recuerdos
que ella me dejó,
que si debo volver a vivirla
le digo que no.”

Fragmento de No la quiero más, letra de Alberto Mastra.

Ramón Aguilera (San Antonio, 26 de octubre de 1939 – Santiago, 31 de diciembre de 2003) cantaba en locales nocturnos, sonaba en algunas radios –pocas y populares, ciertamente- y fue un cantante que logró transmitir sentimientos de pena, frustraciones, desengaños, e interpretar la vida sufrida y a veces carente de esperanzas de muchos chilenos.

Aguilera participó, además, en una de las más importantes películas chilenas: Raúl Ruiz lo incluyó en su cinta Tres tristes tigres (1968), en la que se incluyen varios temas compuestos por Tomás Lefever y el poeta Waldo Rojas, los cuales fueron interpretados por el propio Aguilera.

En 1971 grabó, con su grupo Las Guitarras Viajeras de Melipilla, su éxito Que me quemen tus ojos, que vendió 150.000 copias.

«Mire, no me importa el nombre de cualquier tubérculo que nos pongan. Si nos llamaran “papas” o “zanahorias”, me daría lo mismo. Mientras el público me estime y me sigan grabando, yo tranquilo no más», dijo Ramón Aguilera a Antonio Skármeta en una entrevista de junio de 1973 para revista Quinta Rueda.

Ramón Aguilera –que partió siendo un obrero soldador- fue un gran intérprete, y apoyó la candidatura de Salvador Allende convencido que su gobierno podría significar una vida mejor para grandes sectores marginados.

Eso, después del Golpe de Estado, no fue perdonado, y Ramón Aguilera quedó relegado a pequeños locales marginales, pasando largos periodos de penurias económicas.

Para la campaña del plebiscito de 1988, Ramón Aguilera tuvo un rol activo en la campaña del NO, presentándose en diversas actividades y concentraciones.

Pero con la vuelta de la democracia, volvió a ser olvidado o, al menos, marginado. Sus canciones no calzaban con “la alegría” que había llegado, ni en el país triunfalista –en lo político y económico- que quería mostrarse pujante y optimista al mundo.

En 1992 tuvo un pequeño renacer, cuando el grupo Congreso lo invitó a grabar el antipoema de Nicanor Parra Días atrás un árbol me preguntó en versión bolero, para el disco Pichanga, profecías a falta de ecuaciones.

El 24 de septiembre del año 2000, durante la llamada Fiesta de la Cultura (que se realizó ese día en el Parque Forestal, entre Plaza Italia y la Estación Mapocho) vi por última vez a Ramón Aguilera. Estaba con un auto viejo en el Parque, a la altura de avenida Recoleta. En el portamaletas abierto, tenía una radio-cassette, en la que ponía la base de sus canciones y, con un micrófono barato, cantaba sus antiguos éxitos.

Era una escena triste –como las canciones que interpretaba-, con una carga de decepción indescriptible, sólo aminorada por las personas –la mayoría mujeres mayores- que se acercaban emocionadas a escucharlo y a comprarle una grabación artesanal autografiada.

Ese día no sólo fue doloroso ver a un ídolo caído y abandonado: también fue ver a buena parte de un país y de sus autoridades olvidadizas del pasado, y los aportes de, en este caso, Ramón Aguilera. Un país “triunfalista” y exultante de soberbia y liviandad. Justo lo contrario de este artista popular que era humilde, solidario (incluso en sus momentos duros) y leal con sus amigos, que intentó llegar a los corazones de las personas, e interpretarlos.

Para quienes quieran saber más de Ramón Aguilera, el libro Llora, corazón. El latido de la canción cebolla (Editorial Catalonia-UDP) de Marisol García, aporta antecedentes y testimonios de cercanos.

El día más hermoso
Ernesto Acevedo-Ramón Aguilera

El día más hermoso
Es hoy el de mi madre
Y voy a saludarla
Con ansia y emoción
Perdonen si la suya
Tal vez, haya partido
Pero una madre vive
Siempre en el corazón
Camino hacia mi casa
Con un pequeño obsequio
Aunque ella se merece
el mundo y mucho más
En este día hermoso
Yo quiero saludarla
Decirte con el alma
¡Felicidad, mamá!
De niño te prometí riquezas
Tenerla como reina
Con lujo y esplendor
Mi vida ha sido siempre dura
Y sólo mi ternura le llevo
Y mi canción
Camino hacia su casa
Con un pequeño obsequio
Aunque ella se merece
El mundo y mucho más
En este día hermoso
Yo quiero saludarla
Decirte con el alma
¡Felicidad, mamá!