El contundente apoyo debiera, igualmente, reflejarse en la política exterior, dada la plena legitimidad de origen y el mandato ciudadano.

Decidimos una nueva conducción política, inequívoca. Corresponderá, asimismo, definir las relaciones internacionales en esta nueva etapa, acorde al claro mensaje democrático entregado por la ciudadanía.

Tarea de alta complejidad, para igualmente desenvolverse en un sistema mundial en crisis, muy diferente, plagado de desencuentros, confrontaciones, conflictos, y variadas urgencias.

Al no llegar las soluciones, se prolongan indefinidamente por sobre las normales diferencias. Algunos dirigentes mundiales se han transformado en autoritarismos personalizados, indefinidos, y lo tornan ineficaz.

En vez de afianzarse, la paz y la seguridad internacional se ha debilitado. Los riesgos de guerras mayores aumentan. Los países se preparan, amenazan, y crece el armamentismo de última generación, obligando a gastos desproporcionados.

Son algunos de los asuntos que corresponderá atender, conocidos, y que tarde o temprano nos repercutirán para definir la posición de Chile, convenientemente, y enfrentar una dura crítica y desprestigio exterior organizado.

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El programa original del presidente electo señala, entre otros: la supremacía soberana; que el modelo OCDE es insuficiente; que no estamos solos en un mundo en tensión; el hidrógeno verde; la pequeña empresa como motor; la eco-inteligencia; marginación de las organizaciones internacionales que propician la deconstrucción o el control totalitario; combate al terrorismo, narcotráfico, delincuencia, burocracia, migración ilegal; apertura externa; y apoyo a la alta tecnología. Corresponderá implementarlos con la debida flexibilidad y otros aportes, según corresponda.

El contundente apoyo debiera, igualmente, reflejarse en la política exterior, dada la plena legitimidad de origen y el mandato ciudadano.

Para recomponerla, reencontrarnos con las formas (volver a la corbata como símbolo), y no sólo con las prioridades permanentes de nuestra política de Estado, en ocasiones desafiada y acoplada a posiciones ideológicas gubernativas, recuperando la confiabilidad. Al Ministerio de Relaciones Exteriores, le competerá proponerla y ejecutarla profesionalmente, según su papel, hoy supeditado a las asesorías externas.

Atender preferentemente a los vecinos y la región, coordinadamente, para tantos temas comunes anteriormente descritos. Reestablecer la confianza entre las potencias occidentales, y no sólo con sus adversarios no coincidentes.

Dejar de sumarnos a los coros dominados ideológicamente, para ejercer nuestra propia voz e intereses, sin imposiciones, según las capacidades de un país mediano, ni pequeño ni inexperto, con doscientos quince años de independencia, contribuciones internacionales valoradas, e inmensas potencialidades. Son las apreciaciones generales más evidentes.

Esperamos una política exterior recompuesta para Chile.