Podríamos comenzar con una escena inolvidable: Festival de Viña del Mar, 1980. Gloria Gaynor termina una impecable interpretación en español de I Will Survive. El público enciende antorchas en señal de admiración. Antes de que la banda arremeta con la nota final, la cantante levanta su brazo y advierte: “En primer lugar quita el fuego, porque es muy peligroso para mis amigos”. El “Monstruo” pifia, pero obedece a regañadientes. “Gracias, porque sin esto todos nosotros podemos sobrevivir” remata la estrella. El público aplaude tibiamente.

Saltamos 26 años, cuando la luz de la pantalla de los celulares ya había reemplazado al fuego como señal de reconocimiento y comunión. Nadie lo aprovechó mejor que Daddy Yankee, quien en su recordada presentación de Viña 2006 hizo que todo el mundo moviera sus aparatos encendidos al ritmo del Limpiaparabrisas.

Eran otros tiempos, pre-iPhone y pre-Android, cuando los teléfonos más avanzados tenían tapa, teclas y con suerte míseros 3 megapixeles en la cámara. Han pasado 12 años y los smartphones han crecido en tamaño, capacidad y precio. Hoy son invitados infaltables a los conciertos de todo el mundo, y por supuesto de Chile, actual tierra fértil en festivales y conciertos.

Solo en esta última semana nos visitaron Depeche Mode y Gorillaz, y más de un centenar de bandas nacionales y extranjeras deleitaron a 240 mil personas en la octava versión de Lollapalooza. Las pantallas en alto, sacando fotografías y grabando videos que en pocos segundos recibirían likes, fueron parte de cada show.

Los celulares se han convertido en parte de aquel ritual de comunión íntima entre el músico y sus seguidores. Pero hay algunos maestros de ceremonia que consideran que están decididos a erradicarlos.

El último de ellos es el músico norteamericano Jack White, un conocido detractor de lo digital en la música. White acaba de lanzar su tercer disco solista, Boarding House Reach, y su gira de primavera para promocionarlo en Estados Unidos ya está agotada. Quienes alcanzaron a comprar un boleto tendrán que someterse a las estrictas reglas del rockero: nada de celulares en sus conciertos. Para lograrlo, recurrirá a Yondr, el emprendimiento que desde 2014 permite que artistas con el mismo credo que White inhabiliten el celular de su público.

Artistas vs teléfonos

La relación de los artistas con los celulares siempre ha sido conflictiva. Bien lo sabe Marky Ramone, insigne miembro de The Ramones y eminente creador del Matamoscas de celulares, diseñado para espantar teléfonos en espectáculos en vivo. También lo sabe el director de orquesta Alan Gilbert, quien detuvo a la Filarmónica de Nueva York en medio de la Sinfonía n° 9 de Mahler hasta que dejara de sonar un famoso ringtone (el de la marimbas del iPhone, para ser exactos).

En 2014, Peter Frampton, el mismo de Frampton Come Alive! (1976), uno de los discos en vivo más vendidos de la historia, le quitó un celular a un fanático en medio de un concierto y lo arrojó detrás del escenario luego de pedirle varias veces que dejara de tomar fotos.

En una entrevista con USA Today, Frampton aclaró que es fanático de la tecnología y las redes sociales, pero que lanzó el aparato como una declaración: “Cuando bajas el teléfono y miras hacia arriba en el concierto, ahí está tu 3D, ahí está tu HD (…). Es muy molesto no solo para mí, sino también para la gente detrás de los que sacan fotos”.

El norteamericano Graham Dugoni está de acuerdo. En 2012, en un festival de música en San Francisco, vio a un par de personas grabando un video de un borracho que bailaba en forma llamativa, y que luego subirían a Youtube.

Esa imagen fue el impulso. Luego de años en busca de financiamiento y diez prototipos, creó Yondr como una forma de resguardar no sólo al público, sino también a los artistas. “Tengo la impresión de que los humanos no están listos para todos los estímulos visuales y auditivos que hoy reciben” declaró a la revista Wired en enero, lo que explica la pasión que muestra cuando habla de su emprendimiento, el mismo que trata de llevarnos a un tiempo despojado de hiperconexión. “De verdad creo que se trata de un movimiento” afirma.

Desenchufados

La forma en que Yondr funciona es muy simple. Se trata de un estuche de neopreno con un cierre similar al de los sensores de seguridad que se enganchan en las prendas de ropa. Antes de entrar al espectáculo, la persona debe entregar su teléfono para que sea depositado en el estuche, el que se le entrega cerrado con su aparato seguro e intacto dentro de él. De esta manera, la persona nunca se desprende de su teléfono, pero tampoco puede usarlo.

Si quiere o necesita hacerlo, debe ir a los puntos habilitados para su uso (tal como un fumador debe ir al sector para fumadores). Allí un guardia abre el estuche y vuelve a cerrarlo cuando se abandona el sector.

Hoy, Yondr funciona en San Francisco con 17 empleados y presta servicios para eventos de hasta 20 mil personas (aunque Dugoni afirma que tienen capacidad para 40 mil). Entre sus usuarios más entusiastas se encuentran artistas tan diversos como Alicia Keys, Guns N’ Roses, Chance The Rapper, Bruno Mars y U2. También hay comediantes connotados, como Chris Rock y Dave Chappelle, pioneros de Yondr para evitar que sus rutinas sean grabadas y subidas a Youtube.

Usualmente los artistas llegan a Yondr después de conocer el sistema a través de la prensa. “Casi siempre se trata de artistas que se sienten muy atraídos por la idea de un concierto libre de teléfonos y lo que eso significa para ellos” explicó Dugoni en una entrevista a Billboard.

La gente suele sorprenderse, confiesa el fundador, pero en general reaccionan bien, porque “entienden que un espectáculo libre de teléfonos es más entretenido (…), todos estarán más en el momento, bailando y pasándola mejor, porque nadie se va a preocupar de salir en internet”.

Con el número de artistas que lo usan en ascenso, el mundo hiperconectado parece reservarle un espacio a Yondr. Según Dugoni, el 2018 viene lleno de tours y festivales para la compañía, pero el futuro -como reza la canción- está en los niños. Durante este año trabajarán en experiencias libres de teléfonos en colegios de Europa y Australia: “La gente está empezando a comprender cómo afectan las redes sociales a los niños (…). Eso es lo que está haciendo eco en la gente, así que allí concentraremos nuestra energía: en escuchar a profesores y educadores”.

El Otro Lado

Sin embargo, ya se han levantado voces que cuestionan la visión de Yondr. Según la revista Rolling Stone, hay un grupo de estrellas que basan gran parte de su popularidad en el uso de redes sociales incluso durante los shows, por lo que no se sumarían a la tendencia. La experiencia comunitaria de un concierto de Justin Timberlake o Drake, por ejemplo, se nutriría de la conexión inmediata que otorgan los celulares. Algunos promotores y directores de festivales de música electrónica enfatizan que restringir el acceso a internet, ya sea con Yondr o con otro mecanismo, es una mala idea. “Internet se trata de la libertad y no de restringirla” , aseguran.

Mark Aitken, reportero del Daily Record de UK, conoció la experiencia Yondr en enero, cuando fue uno de los 10 mil asistentes a un espectáculo del comediante Chris Rock. Su conclusión: algo faltaba. “Siempre he pensado que ver a los fans sacando fotografías aporta a la sensación del momento”, explica en su relato. Pero sus cuestionamientos se concentran en la logística: largas filas para entrar y para salir, dificultad para acceder a las zonas de conexión y la falta de aviso previo lo llevaron a decidir que no volvería a eventos con Yondr.

Para juzgarlo en vivo y en directo habrá que esperar a que el sistema -u otro similar- llegue a nuestro país, aunque no hay novedades al respecto. Por mientras, la discusión acerca de la validez de restringir los celulares en ciertos espacios sigue en alza, con Francia legislando acerca del derecho a desconectarse y su gobierno trabajando para prohibir los celulares en los colegios, y ciertas organizaciones argumentando que los teléfonos móviles son una herramienta fundamental en la defensa de los derechos civiles.

La tendencia a desconectarse seguirá avanzando, pero lo hará en conjunto con una pregunta que aún debe ser contestada: ¿Limitar el uso de celulares es liberación o restricción?