Aunque pueden llegar a ser violonistas o tambores en el cine, los cangrejos no tienen orejas en su caparazón, pero ello no les impide percibir algunos sonidos de sus depredadores, han demostrado biólogos estadounidenses.

Para comprobarlo, el equipo dirigido por Randall Hughes, biólogo marino de la Northeastern University (EEEUU), colocó un electrodo bajo el caparazón del animal cerca del estatocisto, una especie de oreja interna que gobierna el sentido del equilibrio en los invertebrados, para medir la actividad nerviosa cuando está en presencia de diferentes frecuencias sonoras.

Cuatro cangrejos macho y cuatro hembras del tipo Panopeus seleccionados en un banco de ostras del Golfo de México han sido sometidos a esta prueba. Concienzudos al extremo, los científicos dicen haber trabajado con un “cangrejo muerto, a título de referencia”.

Las señales registradas en todos los cangrejos estudiados (vivos) son, de media, dos veces más fuertes que los del sonido recibido, dice el estudio, que publica este miércoles la revista británica Proceedings of the Royal Society B.

Faltaba establecer la relación entre esta actividad del estatocisto y la capacidad real de los cangrejos para oír los sonidos.

Los investigadores metieron los cangrejos en grandes acuarios junto con pequeños mariscos que les sirven de alimento. Después difundieron en el agua sonidos característicos emitidos por tres especies de peces que forman parte de los depredadores naturales de estos cangrejos.

Para dos de los depredadores, la experiencia se tradujo en una caída notable de la alimentación de cangrejos, como podrían hacerlo en la naturaleza escondiéndose para evitar ser comidos a su vez.

Aunque el estudio no lo puede explicar, los sonidos emitidos por la tercera especie de depredadores no provocó ningún cambio notable en el comportamiento de los cangrejos. Como tampoco lo hicieron las deflagraciones producidas por la “gamba pistola”, un crustáceo muy ruidoso pero que no constituye ninguna amenaza para los cangrejos.

Para los investigadores, es la prueba de que los cangrejos Panopeus “pueden detectar los sonidos” y modificar su comportamiento a los estímulos acuáticos que les llegan.

El estudio no precisa, sin embargo, cómo reaccionan sus similares muertos en circunstancias parecidas.