Donar el cuerpo a la ciencia no es un tema fácil o una decisión que usualmente adopten las personas en la actualidad. Aún existe temor a dar este paso, ya sea por creencias religiosas o simplemente por la desinformación que existe respecto a este tema.

Marcela Espinoza Navarro no le tiene miedo a la muerte ni al proceso posterior a éste. Si bien sabe que su alma no estará en la tierra por siempre, sino que surcará distintos lugares, espera que su cuerpo no sea abandonado en un cementerio tras dar su último suspiro, tal como ocurre en la mayoría de los casos.

Producto de una serie de vivencias personales, su perspectiva de la vida ha cambiado. La muerte estuvo frente a ella en al menos tres ocasiones, tan cerca que incluso podía olerla, relata.

Para esta mujer oriunda de San Fernando pero que actualmente vive en Concepción, donar su cuerpo ha sido una de los tantas decisiones relevantes de su vida. No es que no quiera dejarle un recuerdo o un lugar donde ir a llorar a su familia, sino más bien quiere ser útil para aquellos que más lo necesitan.

Cerca de la muerte

“Yo ya conozco la muerte”, asevera Marcela, luego de haber vivido una serie de acontecimientos que marcaron su niñez, juventud y adultez. “Después no vuelves a sentir el mismo miedo”, asegura.

Esta madre de tres hijos relata que fue torturada en tiempos de dictadura, encarcelada años más tarde mientras estudiaba, y fue diagnosticada con un cáncer de mama en un estado avanzado. Después de todo ello no había nada a lo que le pudiese temer. La vida ya la había enfrentado numerosas veces a situaciones de riesgo.

Fue durante su juventud y su llegada a la Universidad de Concepción que encontró un gran referente. Se trataba de Enrique Molina Garmendia, quien trabajó al servicio de los demás y por el “desarrollo libre del espíritu” en dicha casa de estudios, donando años más tarde su cuerpo a la Facultad de Medicina para que los futuros profesionales del área pudiesen practicar y desarrollarse de mejor forma. Fue este el hecho que jamás olvidó Marcela.

Como esta mujer siempre trabajó por los demás, su fallecimiento no iba a impedir que continuara con la tarea. Tras enterarse que le quedaba poco tiempo de vida tomó una particular determinación: Donar su cuerpo a la ciencia para su uso médico en docencia o investigación.

“Le debo mucho de lo que soy a la Universidad de Concepción y en días que venía la muerte muy cerca, lo decidí”, relata.

Donar el cuerpo a la ciencia

Llegó tímida hasta el Departamento de Anatomía de la Universidad de Concepción. No sabía cómo debía realizar el trámite y si es que debía pagar por ello o no, sólo tenía en mente una cosa, poder ayudar a los jóvenes a perfeccionarse y conocer el cuerpo humano.

Fue una secretaria quien la atendió y reaccionó sorprendida ante el deseo de Marcela. “Hace mucho tiempo que nadie dona su cuerpo a nuestra facultad”, fue lo que le dijeron. Tras desaparecer por algunos minutos, la mujer vuelve con un docente del Departamento quien le explicó los pasos a seguir.

Para quienes deciden ser donantes, en algunos casos es la casa de estudios quien paga el traslado de los restos hasta sus dependencias. La persona es portada en una carroza, simulando un pequeño funeral al cual se integra la familia para que ésta pueda despedirse. Luego, al cuerpo se le incorpora formalina para su conservación y se instala en una cámara frigorífica.

Mismo procedimiento que se realiza en la Universidad de Chile, pese a que ésta a través de su Programa de Donación de Cuerpos, realiza cada año una ceremonia litúrgica donde se reúnen personas que donarán su cuerpo a la ciencia junto a familiares de aquellos que ya realizaron la acción. Se trata de una iniciativa emblemática que buscar acercar a la comunidad con el objetivo de entregar tranquilidad.

Cabe destacar que no se acepta el cuerpo cuando:

- El donante padece algún tipo de enfermedad contagiosa como Hepatitis C, infección por el virus VIH (Sida) o cualquier otra enfermedad que pudiese poner en riesgo a las personas que trabajarán con el cuerpo.

- Si es que el cuerpo es muy obeso.

- Cuando los tejidos han sido destruidos.

- Si es que el cuerpo ha sufrido algún accidente que lo deje en malas condiciones

Trámite legal para ser donante

Sólo basta con hacer una declaración jurada ante un notario, que no es más que un documento donde se expresa la decisión voluntaria de donar el cuerpo. Tal como la donación de órganos, informar a la familia de esta medida también es relevante, ya que es necesario que exista un tutor mayor de 18 años que avale la determinación del donante.

Según señala el abogado Juan Muñoz Yáñez, es de gran relevancia contar con este papel que acredita la decisión de la persona.

Tras el fallecimiento la familia del donante sí podría oponerse y apelar a esta medida, tal como sucede numerosas veces con la donación de órganos. Si es que esto ocurriera, “la universidad puede recurrir a la justicia y luego de acreditar que el documento lo firmó en pleno uso de sus facultades mentales y con la presencia de un familiar testigo mayor de 18 años, (en ese caso, lo más probable es que) la casa de estudios ganaría el juicio. La familia nada podría hacer”.

“Sólo cuando el donante es menor de edad, ahí la familia puede decidir por él y rechazar, si es que estima conveniente, la donación”, relata Muñoz.

¿Es lo mismo practicar en cuerpos humanos que en “muñecos” (fantomas)?

www.bbc.com

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Para los estudiantes de Medicina éste es un tema que genera diversas opiniones. Mientras que algunos prefieren trabajar con cuerpos humanos, a otros les acomoda más practicar con fantomas.

Para Pablo Mejías, estudiante de Medicina de la Universidad de Concepción, son los cuerpos humanos los que le han dejado un mejor y mayor aprendizaje. “Un muñeco es como un juego. Cuando uno está frente a un cuerpo siempre es con respeto. El asombro de verlo es algo que queda grabado”.

“Recuerdo poder reconocer muchas enfermedades sólo por Anatomía, y no se me han olvidado más después de que las vi en la disección de un cuerpo”, indica.

Según relata el estudiante de 7° año “la oportunidad de prácticar con cuerpos son muy escasas. Como hay tan pocos donantes sólo se puede diseccionar pocos segmentos por vez, para darle la oportunidad a otros estudiantes para que también aprendan”.

Pablo asegura que plantear la donación exclusivamente para la ciencia es “alejar el propósito con el que estas personas entregaron sus cuerpos con el fin de que estos futuros médicos atendieran con una mejor calidad a sus pacientes. En resumen: Regalan su cuerpo para que su familia, sus amigos y vecinos tengan una mejor calidad de vida recibiendo una mejor atención en salud. No es para experimentos”, argumenta.

Por su parte, Manuel Moreno, estudiante de la Universidad Católica de la Santísima Concepción el “estudio de la anatomía es mucho mejor en cuerpos reales”, pese a que depende al objetivo del trabajo u aprendizaje.

“Para prácticas de RCP o maniobras de ese estilo, los fantomas acomodan”, comenta. De acuerdo a lo indicado por Moreno, cuesta que lleguen cuerpos para que los alumnos de Medicina puedan estudiar, mientras que los que son facilitados se mantienen en formalina para su conservación. A partir de ello es que muchas veces sólo practican con órganos.

En tanto, para Camilo Garrido, estudiante de la Universidad San Sebastián, todo depende de la muestra, “si son ‘frescas’ y eres el primero que las usa, es mucho mejor trabajar en cuerpos reales”. Pese a ello, destaca que en la mayoría de los casos “las muestras están de mucho tiempo y tienden a cambiar, ya sea en color o estructura al conservarse. En ese caso si comparamos las muestras que están conservadas por años y los muñecos, encuentro que es mejor trabajar en muñecos”.

Ante ello Garrido sostiene que “no creo que sea necesario para el estudiante de Medicina en la actualidad el tener muestras reales, sólo podría ser algo más interesante el aprendizaje, quizás un poco mas significativo, pero se puede lograr los mismos conocimientos con los ‘muñecos’ en el ramo de Anatomía”.

“Cuando muera quiero servir para algo”

Para Marcela Espinoza Navarro uno de los pasos quizá más difíciles es contar el deseo de donar el cuerpo para su estudio a la familia. “Cuesta dar el paso porque la sociedad está dominada por el pensamiento cristiano o la desinformación”, sostiene.

Uno de sus hijos no estuvo del todo de acuerdo en primera instancia tras esta medida, el quería que su madre pudiese descansar en paz. Pero para Marcela lo más importante es el espíritu, “el cuerpo se disuelve”. Por ello es que afirma que no estaría tranquila encerrada en un cajón de madera, “eso sería lo peor para mi”, indica.

Siguiendo el camino que aprendió de Enrique Molina Garmendia, y con el ejemplo de otros tantos personajes que han optado por la misma vía, esta madre insta a la sociedad a tomar dicho ejemplo y a replicar esta actitud. “Si queremos médicos buenos, debemos colaborar. No es cualquier trabajo, ellos deben aprender”, sostiene.

Pese a que Marcela no tendrá un pedazo de tierra donde su familia pueda ir a recordarla y llorar su partida, su sentimiento por el bien común y la sociedad es aún más fuerte, a partir de ello es que su mensaje es clave para sus seres queridos: “El espíritu queda. Si quieres comunicarte conmigo, lanza una flor roja al mar, ahí estaré”, expresa.