En este final de año que se ve encogido y arrugado por la crisis económica, en casi todo el mundo la gente está con cara de pregunta. La excepción son aquellos que están tan asustados, que prefieren cerrar los ojos y taparse las orejas.

En Estados Unidos, según la Agencia Associated Press, hay más de un millón de cesantes víctimas de la recesión que recibirán como regalo de pascua la mala noticia de que le recortarán los subsidios de cesantía. Además se sabe que es inminente que el precio de la leche y otro lácteos se dispararán, a lo que se suma la brusca reducción de presupuesto para pagarle a los médicos que prestan servicios por medicina social.

Por otro lado, a partir del 1 de enero Washington reducirá drásticamente sus aportes de ayuda a Puerto Rico y las Islas Vírgenes, y se acabarán las exenciones tributarias que favorecían a millones de personas de bajos ingresos.

Pero hay quienes ponen cara de expertos y dicen que el asunto no está tan mala, que las Bolsas de Comercio han tenido un estupendo repunte de precios, que las financieras están ganando mucho, y que las cifras oficiales dicen que la cesantía al fin está disminuyendo.

Pero otro lado, otros mucho más expertos, incluyendo Premios Nobel de Economía, ponen cara de aburridos ante el optimismo de fantasía, señalado que esa disminución de la cesantía sólo muestra que sigue aumentando el número de personas sin empleo que se dieron por vencidos, dejaron de buscar trabajo y se les acabó el subsidio, dejando de aparecer en las estadísticas como cesantes.

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