Las urbes sudafricanas que fueron sede del Mundial-2010 de fútbol estiman que la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) les debe dinero y el alcalde de Durban amenazó este viernes con pasar a un nivel superior en su reclamación si la organización deportiva no lo devuelve.

“A nivel de estadios, hay dinero esperando. Debemos tener un 10% de los beneficios de la venta de entradas”, declaró a la AFP Michael Sutcliffe, alcalde de la ciudad portuaria (sudeste).

“La FIFA y el Comité de Organización Local (LOC) también pidieron cosas en los estadios y hay retoques que deben pagar”, agregó. “Nosotros negociamos desde hace dos años, pero ahora estamos dispuestos a pasar” a un nivel superior “porque la FIFA no nos ha dado nada”, amenazó el alcalde.

La ciudad de Durban invirtió 3.400 millones de rands (355 millones de euros) para construir el estadio Moses Mabhida, que acogió la semifinales de la cita planetaria en la que España derrotó a Alemania (1-0).

El alcalde negó realizar una evaluación del montante que se debe a su ciudad.

Según el diario The Times, las nueve urbes que fueron sede en el Mundial reclaman dinero y el montante total que quieren ver ingresar en sus arcas es de unos 500 millones rands (unos 50 millones de euros).

La FIFA no quiere realizar comentarios a la reacción de las sedes. “Es una cuestión entre el Comité de Organización Local y las ciudades”, se justificó la FIFA a través de un e-mail.

Ese texto afirma que la organización quiere respetar sus compromisos. “Los ingresos por venta de entradas están verificándose y una vez los cálculos terminen, las ciudades recibirán un 10% como se convino”, declaró a la AFP el presidente del LOC, Dany Jordaan.

“A partir de la próxima semana, vamos a citarnos con las sedes. Las situaciones son diferentes, vamos a gestionar los dossieres caso por caso”, adujo.

Sudáfrica invirtió 11.700 millones de rands (unos 1.200 millones de euros) para construir o renovar los diez estadios que acogieron la competición, la primera que recibe el continente ‘negro’.

Estas infraestructuras, cuyo mantenimiento cuesta una auténtica fortuna, no tienen, en la mayoría de los casos, un uso habitual.