A poco más de una semana de cumplirse un año desde que ocurrió la tragedia aérea en Isla Mocha, con la desaparición de cinco personas que viajaban a bordo de un Cessna 172 hacia Tirúa, en la región del Bío Bío, un informe final de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) concluyó que el piloto despegó con sobrepeso y probablemente con menos combustible del recomendado.

El lunes 6 de octubre se cumplirá un año desde la desaparición del Cessna 172, que un domingo despegó,a las 14:35 horas con buenas condiciones meteorológicas desde el aeródromo Punta El Saco de Isla Mocha hacia el aeródromo Lequecahue de Tirúa, sin llegar a destino jamás.

A bordo iban el piloto Mario Hahn Cortéz, de 68 años, y cuatro pasajeros: Leslie Elizabeth Roa Sufray, de 27 años; su amigo Erik Ariel Arriagada Zúñiga, de 26; Jorge Octavio Luengo Suazo, de 53; y su hijo, Jorge Alejandro Suazo Espinoza, de 28.

Mientras los familiares planifican una misa para recordar el hecho en el aeródromo el domingo 5 de octubre, se conoció que hace algunas semanas recibieron el informe final de la Dirección General de Aeronáutica Civil, el número 1683, sobre el funesto episodio.

El informe concluye que la causa del accidente es indeterminada, pero al mismo tiempo asevera que el piloto habría volado su aeronave excediendo el peso y el límite del centro de gravedad del Cessna 172.

El texto indica que de acuerdo a los antecedentes, “la aeronave despegó con sobrepeso, con su centro de gravedad desplazado hacia atrás, lo que habría afectado el control de la aeronave, al no tener recorrido en su caña para controlar la tendencia de nariz arriba del avión. Esta situación podría haber influido en el control de la aeronave durante el planeo, en una eventual falla de los sistemas durante el vuelo”.

Asimismo, expone que voló con cuatro pasajeros, excediendo en uno la capacidad de personas que podía llevar a bordo.

Según el informe de 54 páginas, el monomotor despegó con 146,87 libras de más, esto es, 66,61 kilos entre pasajeros y equipaje.

Tal vez por eso el piloto despegó con el combustible justo para el trayecto de 36 kilómetros, considerando un sobrevuelo en caso de no poder aterrizar en Tirúa y otros 30 minutos adicionales de emergencia.

No obstante, de todas maneras la DGAC considera que volaba con 8 galones y no 10, el mínimo requerido, ya que se recomienda despegar con no menos de la cuarta parte del total de la capacidad del avión, que eran 40 galones.

En el documento también se consignan algunas declaraciones. Por ejemplo, aunque el cuidador del aeródromo de Tirúa aseguró haber visto siempre la aeronave con lo asientos puestos, hay un video de un pasajero del vuelo previo a la tragedia que revela que dos personas iban apoyados en los asientos delanteros, lo que significa que los asientos traseros fueron removidos, otra irregularidad, y que en ese vuelo anterior nadie llevaba chalecos salvavidas.

Otra declaración llamativa es la del piloto Jean Paul, el primero que salió en busca de la aeronave, quien dijo que un dirigente del sindicato de pescadores le informó que el piloto tragó accidentalmente combustible de avión desde un tambor, dos horas y media antes de la desaparición, lo que pudo influir en su salud, considerando que padecía diabetes.

También apuntó a que normalmente el trayecto se hace a 3 mil pies de altura, pero de acuerdo a un observador en tierra y a equipos de rescate, el Cessna 172 no iba a más de 2 mil pies.

Pese a ello, Mario Hahn Cortéz tenía licencia y habilitaciones vigentes para volar la aeronave, cuya última revisión mecánica se hizo en agosto del año pasado, sin detectarse fallas técnicas u observaciones.

Restos del fuselaje | Víctor Salazar | Agencia UNO

Restos del fuselaje | Víctor Salazar | Agencia UNO