En uno de los tantos recorridos que he hecho por Valparaíso, no ha dejado de llamarme la atención un extraño fenómeno que ocurre con la remodelada fachada de la Biblioteca Severin ubicada en la Avenida Brasil, frente a la Plaza Victoria, cerca del monumento de la colonia británica conocido precisamente como el Arco Británico.

El blanco edificio de la biblioteca, remodelado tras el terremoto de 2010, es uno de las pocos, por no decir quizás la única, construcción que no tiene los desagradables grafittis que tanto afean los edificios -patrimoniales y no patrimoniales- de la ciudad puerto.

Muchas veces me pregunté quizás cómo muchos turistas y otros porteños, cuál es la razón de tan curiosa situación y la respuesta quizás esté en un correo que hace poco me llegó vía Internet que por su contenido, creo interesante compartir, claro que con algunas consideraciones regionales.

Es lo que se conoce como la “teoría de las ventanas rotas”. He aquí parte de este correo que circula por Internet y que expongo casi en forma textual:

“En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.

Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores decidieron romper un vidrio del automóvil de Palo Alto, California. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx de Nueva York y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología, el comportamiento humano y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale nada. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la ‘teoría de las ventanas rotas’, misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto es algo que parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito.

Si los parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente y nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas),y esos mismos espacios abandonados por la gente, serán progresivamente ocupados por los delincuentes.

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80′ en el Metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: graffitis qaue deterioraban el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes.. Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro.

Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de ‘tolerancia cero’. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.”

Un sistema de “tolerancia cero” puede ser cuestionable por algunas voces que indican que se trata de regímenes dictatoriales, pero claramente aquello se equilibra cuando la “tolerancia cero” no sólo se aplica a los delincuentes, sino también a los que son los encargados de perseguirlos, es decir, así como no se permite una pizca de tolerancia a la ocurrencia de delitos, asi tambien no se debiera aceptar la mas mínima muestra de abusos de autoridad.

Sería bueno comenzar por reparar las ventanas rotas de nuestro propio entorno y así extrapolarlas a la vida cotidiana, posiblemente, sólo así podremos ver en un tiempo mas, una sociedad sin “ventanas rotas”.