Fragmentado (2016) es la última película del director, guionista y productor M. Night Shyamalan, y es un thriller psicológico en el que su protagonista es un sujeto llamado Kevin (James McAvoy) que sufre de trastorno de identidad disociativo (antes conocido como trastorno de personalidad múltiple), que lo hace convivir con 23 personalidades diferentes.

En este contexto, el joven secuestra a tres adolescentes para ‘alimentar’ a una de esas personalidades, la más peligrosa y dominante conocida como “La Bestia”. Si bien en Kevin coexisten 23 personalidades, en la cinta vemos sólo algunas, las que resultan ser las más hostiles y que han logrado tomar el control de su mente y cuerpo, ocultando a aquellas personalidades adaptadas mejor socialmente.

Son nueve personajes distintos los que podemos ver en la película, pero los que más interactúan con las jóvenes secuestradas son Dennis, un hombre con trastorno obsesivo compulsivo que goza de ver bailar a mujeres desnudas; Patricia, una mujer ‘peligrosamente’ educada y serena; y Hedwig, un niño de nueve años que cecea. Estas tres identidades diferentes son conocidas por las otras como “La Horda.

En esta misma línea, cada una de las personalidades tiene diversos estilos de vida e incluso la película ofrece una mirada a una posible alteración de la microbiología del individuo, conforme a sus diversas identidades.

Fragmentado (2016)
Fragmentado (2016)

Pero, ¿de qué se trata realmente este trastorno?

De acuerdo al Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV TR) de la Asociación Americana de Psiquiatría, el trastorno de identidad disociativo (TID) supone “la presencia de dos o más personalidades que toman el control de la conducta de una persona de forma recurrente, la mayoría de las veces opuestas entre sí”.

Estas personalidades controlan la mente y los movimientos del individuo alternativamente y generan recuerdos y pensamientos distintos, por lo que no necesariamente todas las identidades tendrán la misma información.

De acuerdo al mismo texto, existen al menos cuatro criterios básicos a la hora de diagnosticar este tipo de trastorno:

1. Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo).

2. Al menos dos de estas identidades o estados de personalidad controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo.

3. Incapacidad para recordar información personal importante, que es demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario.

4. El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., comportamiento automático o caótico por intoxicación alcohólica) o a una enfermedad médica (p. ej., crisis parciales complejas).

Respecto a sus causas, el Manual de Merck (Estados Unidos y Canadá) y conocido en el resto del mundo como Manuales MSD, explica que dentro de las causas probables de esta enfermedad, está el haber sufrido “una tensión emocional abrumadora durante la infancia”. Tanto así que en Estados Unidos, Canadá y Europa, alrededor del 90% de las personas que viven con este trastorno, han sido víctimas de maltrato grave (físico, sexual y/o emocional) o han sido abandonadas por su familia durante la infancia.

Una tesis que también comparte el psicólogo clínico y presidente de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica, Giorgio Agostini, quien asegura que efectivamente se gatilla por situaciones que se pueden dar sobre todo en el momento del apego, indicando que “si el niño o niña no tuvo un buen apego y existe una predisposición genética, lo más probable es que tenga alteraciones que tengan que ver con su identidad“.

En la misma línea, asegura que muchas veces cuando se experimentan situaciones de represión durante la niñez, como en el tema de la sexualidad, por ejemplo, la persona es capaz de desarrollar una especie de “nuevo yo” que le permita vivir con mayor libertad en este aspecto, lo que no ocurre cuando se está más consciente del “verdadero yo”

Serían estas perturbaciones las que impedirían un desarrollo normal de la identidad, pues a medida que crecen, los niños deben aprender a integrar diversos tipos de información y experiencias en una única identidad, y si en este proceso de desarrollo se produce abuso físico y/o sexual, por ejemplo, esta violencia puede tener efectos duraderos sobre la persona y su capacidad para formar una sola identidad, sobre todo cuando los victimarios son sus padres o familiares muy cercanos.

Fragmentado (2016)
‘Fragmentado’ (2016)

El TID puede presentarse en dos formas:

Posesión: las diferentes identidades de la persona aparecen como si se tratara de un agente externo que ha tomado el control de la persona. En este caso las personas hablan y actúan de manera independiente y diferente a como lo hacen normalmente. De este modo, las diferentes identidades son obvias para las demás personas. Por lo general, la o las identidades alternativas no son deseadas, y provocan angustia y un deterioro importante en la vida del sujeto.

No posesión: tienden a ser menos evidentes, y la persona nota una alteración repentina en su sentido de sí misma, sintiéndose a veces como si fuera observadora de su propio discurso, emociones y acciones, en vez del protagonista.

Las diversas identidades que vemos en “Fragmentado”

En la película podemos ver que las identidades de Kevin esperan en una habitación oscura hasta que Barry, un hombre amable y educado, y que vendría a ser la personalidad dominante, les da “la luz” para así controlar el cuerpo que comparten con los otros tantos alter ego. No obstante, ni Patricia ni Dennis tienen derecho a “la luz”, por suponer un peligro. El único del grupo de los indeseables que sí tiene acceso es el pequeño Hedwig.

En este sentido, la cinta da a entender que el niño es una especie de regresión a la infancia y que aparece en momentos en que Kevin no puede enfrentar las consecuencias de sus acciones de manera madura. Un aspecto recurrente en la película, pues a ratos Hedwig parece estar muy por sobre el resto de las personalidades, tanto de las ‘sanas’ como de las ‘peligrosas’.

Otras personalidades que vimos escuetamente son la de Orwell, un hombre fanático de la historia; Jade, la única identidad que tiene diabetes. Cabe señalar que estas personalidades con el resto de las pacíficas, han logrado mantener a “La Horda” controlada, eso hasta que a medida que avanza la trama podemos ver cómo se van liberando.

Respecto a esta diversidad de identidades, el especialista también es enfático en señalar que es imposible, pues ni en la literatura ni en la experiencia se ha dado algo así. “Eso no es efectivo, la disociación se puede dar de una manera en que básicamente son dos alternativas las que puede tener el paciente. Depende también del tipo de trastorno que presente y sus rasgos, que pueden ser histriónicos, narcisistas o paranoides, por dar un ejemplo, y que le permiten al sujeto asumir ciertas características de esa naturaleza, pero 23 personalidades es realmente imposible”, indica.

También agrega que todas las personas tenemos rasgos o elementos que pueden ser depresivos, sicóticos u obsesivos, por nombrar algunos, pero que en estos casos donde se evidencia un tipo de trastorno límite de personalidad, la persona se distorsiona a sí misma y pierde su identidad, predominando una faceta más psicótica, y en la que se pierde el criterio de realidad dando paso a una “nueva personalidad”.

Personaje de Patrice en 'Fragmentado'
Personaje de Patrice en ‘Fragmentado’

¿Qué tan certera es la trama de la película?

Como mencionamos anteriormente, gran parte de los casos de TID tienen como denominador común el abuso que han sufrido sus protagonistas durante la infancia, y en la película también podemos ser testigos de esta realidad, pues las identidades de Kevin comienzan a presentarse alternativamente debido a los abusos físicos que sufrió cuando niño, principalmente por culpa de su madre. Es por eso que las más hostiles comienzan a gobernar recurrentemente su mente y cuerpo, puesto que les guardan rencor a las otras que no soportaron el sufrimiento de tales abusos.

Algo que casi al final de la película también podemos ver, cuando ‘La Bestia’ se enfrenta a la última joven que queda viva, quien también tiene una experiencia de abuso que no se desarrolló cabalmente durante la trama.

Respecto a la estructura de personalidad que presenta Kevin, y según lo que señala el DSM-IV TR y el MSD, también existe coherencia con los casos diagnosticados, pues las distintas identidades están jerarquizadas, logrando que al menos una, en este caso Barry, pueda acceder a recuerdos e información de las otras personalidades. No así Hedwig, por ejemplo, que desconoce lo que piensan los demás. Esta diferencia genera que algunos alter ego presenten amnesia, algo que la ciencia avala y que también se muestra en la cinta.

La amnesia son lagunas en la memoria de acontecimientos personales pasados; fallos en la memoria de los acontecimientos cotidianos actuales y habilidades bien aprendidas, como por ejemplo, cómo usar una radio; descubrimiento de la evidencia de cosas que han hecho pero que no recuerdan haber hecho.

El diagnóstico también indica que algunas personas con TID pueden ver su cuerpo de manera diferente, como el de un niño y o del sexo opuesto, algo que vemos con Patricia y Hedwig. De igual manera pueden referirse a ellos de en primera persona plural (nosotros) o tercera persona (él, ella, ellos), sin razón aparente.

Por último, podemos observar que la cinta expone lo que se denomina como “fenómeno de la despersonalización”, donde las personas se sienten desconectadas de algunos aspectos de sí mismas, como si en algunos momentos estuvieran viendo a una persona diferente. En este sentido, pueden pensar, sentir, decir y realizar acciones que no controlan y que no les resultan cotidianas. También pueden cambiar recurrentemente las actitudes y preferencias, ya sea en intereses como en ropa o comida.

'Fragmentado' (2016)
‘Fragmentado’ (2016)

El aspecto más polémico

Si bien la cinta comparte varios lugares comunes con respecto a lo que dice la ciencia sobre el TID, sí existe un punto de amplia discusión, y es que la película plantea la posibilidad de alterar la neurobiología en función de la personalidad que domine en determinado momento.

De hecho, lo podemos ver con Jade, la única identidad que tiene diabetes o con Dennis y su trastorno obsesivo compulsivo.

Barry y las otras personalidades ‘sanas’, visitan periódicamente a la Dra. Fletcher, una psiquiatra que asegura que las personas con personalidad múltiple pueden alterar la química de su cuerpo a través de la autosugestión, debido a las creencias que mantiene cada una de las identidades sobre su propia naturaleza. Para la psiquiatra, las personas con TID pueden desarrollar el “potencial humano” en un grado mucho mayor que quienes no tienen el trastorno.

Se podría decir que este punto es el que más raya en la ficción, puesto que no se conocen casos comprobables, más allá de los testimonios de los pacientes. En ese contexto, el psicólogo explica que “hoy en día el medio ambiente mas una psicoterapia adecuada, puede modificar una expresión de los genes, inhibir o estimular, pero jamás de un momento a otro, por lo que eso es una utopía y raya en la ficción”.

Además, recalcó que es un proceso de larga data que se da desde la niñez para adelante. Lo que sí es efectivo, es que a mayor estímulo externo se producen nuevas redes neuronales por la plasticidad que tiene el cerebro, que es lo mismo que ocurre cuando queremos aprender un nuevo idioma o aprender a tocar un instrumento, pues se forman nuevas redes neuronales que incluso nos pueden ayudar en otros aspectos de la vida.

Por último, el especialista indicó que hace años existe una técnica no muy popularizada llamada EMDR, cuyas siglas quieren decir “desensibilización y reprocesamiento por el movimiento ocular”, y que consta de una estimulación bilateral que se trabaja a través del movimiento de los ojos, sonidos o toques en forma alternada, para así ir procesando experiencias o traumas dolorosos del pasado, junto con una terapia cognitiva, tiene un resultado positivo en un 90% de los casos, lo que da “una esperanza bastante grande a la población que sufre de trastornos de este tipo”.