Tenía 17 años, un novio a quien amar y un vestido azul que se había puesto con toda ilusión para festejar el que sería su último San Valentín en febrero de 1974.

Casi medio siglo después, el periódico The Dallas Morning News ha publicado un estremecedor desenlace de este femicidio, que deja ver a una justicia estadounidense un tanto ciega pero perseverante en sus pesquisas.

El último “Día de los enamorados”

Carla Walker había asistido a una fiesta en la Western Hills High School, con su novio Rodney McCoy. Horas después, celebrar el día de los enamorados los llevó a estacionar su auto cerca de un bowling en Fort Worth. No imaginaron que el hacerlo marcaría un antes y un después en sus vidas.

Cuando ambos estaban dentro del vehículo, un hombre de unos veinte años, con sombrero de vaquero, abrió intempestivamente la puerta y sacó a la joven del automóvil con toda su fuerza. McCoy salió para defender a Carla, pero el sujeto le disparó y golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente.

Al despertar, su novia ya no estaba pero logró dar a la policía una descripción del sujeto al que vio llevársela a la fuerza. Por aire y tierra emprendieron una búsqueda que dio sus primeros resultados: el bolso de la joven y una revista de armas Ruger, que creían propiedad del hechor. Era el preámbulo de un hallazgo mayor que dejaría desolada a toda una comunidad.

Tres días después, Carla fue encontrada, sin vida, en una alcantarilla cercana al lago Benbrook. Tenía su vestido azul hecho tiras y su sostén cerca del rostro. No tenía ropa interior, panties y zapatos. De hecho, no estaban en el lugar.

Según reportes policiales que fueron publicados esa fecha en The Dallas Morning News, fue golpeada, violada y estrangulada. El atacante no usó cuerda u otra arma, más que sus manos, a juzgar por las condiciones de su cuello.

Los sospechosos de un crimen que estuvo medio siglo impune

Los días pasaban y con la descripción brindada por el novio de Carla, las autoridades entrevistaron a varios sujetos con las mismas características. Fue así como dieron con un hombre que era cliente frecuente del bowling antes mencionado.

Como dato importante, este sospechoso usaba sombrero tipo vaquero y tenía registrada un arma Ruger 22, como la que figuraba en la revista encontrada cerca de donde raptaron a Carla.

Se trataba de Glen Samuel McCurley, quien fue interrogado en su casa, muy cerca del lugar en el que desapareció Carla Walker. Negó vinculación alguna con el caso y contó a los investigadores que su arma había sido robada durante un día de pesca en el río.

Pese a los hechos, no pudieron establecer una conexión sólida con el rapto, violación y posterior femicidio de la joven, pese a que ocurrió a plena luz del día.

Entre 1974 y 1978, otras 3 personas fueron vinculadas e interrogadas por el femicidio de Carla.

Dos de ellos fueron sometidos a pruebas de polígrafo. Era una técnica poco rigurosa ante la falta de las pruebas de ADN que surgieron hasta la década de los ochenta.

El tercer sospechoso llegó incluso a ser encarcelado varios días al asegurar que mató a la joven. Sin embargo, más tarde, al revisar su declaración y sus coartadas, se determinó que estaba lo suficientemente ebrio como para mentir sobre los hechos.

A lo largo de 5 décadas, los detectives en turno seguían investigando el caso, entre cierres y vuelta a las pesquisas.

Nada. El asesino de Carla Walker seguía libre, ya que no habían pruebas que vincularan al hombre del sombrero de vaquero, asiduo cliente del bowling.

Ya con el ADN como principal método para descubrir al culpable, no habían registros de Glen Samuel McCurley, con los que cotejar las muestras encontradas en el sostén de la víctima. Sin embargo, casi tres décadas después, el destino pondría en escena a dos investigadores: Leah Wagner y Jay Bennet. En 2019 el caso estaba en marcha y pisando los talones al femicida.

La basura, el ADN y la vinculación

Wagner y Bennet generaron expectativa al punto de recibir una carta anónima que revelaba el nombre del hechor, pero se trató de un mensaje que los llevó a la persona equivocada, tras realizar las pruebas respectivas.

El 2020 transcurría con todo y pandemia pero sin anular los esfuerzos de los investigadores, quienes enviaron las muestras de ADN en el sostén de Carla a un laboratorio de Houston. Ahí, figuraban 3 hermanos de apellido McCurley, uno de ellos el principal sospechoso, interrogado al inicio de las investigaciones en 1974.

Al revisar los expedientes, reconocieron el nombre de Glen Samuel McCurley, condenado por robo de vehículo.

Era el momento de saber si estaban frente al femicida de Carla. Para eso, los dos detectives recogieron en julio pasado basura del contenedor de la casa del sospechoso. Bingo, tras enviarlo al laboratorio, el ADN encontrado entre los restos, coincidía con el que estaba en el sostén de Carla.

La detective Leah Wagner revelaba en una declaración jurada, el pasado 4 de septiembre, los detalles antes mencionados.

Con la certeza de que el material genético encontrado pertenecía a McCurley, los detectives lo visitaron en su domicilio para contarle de los hallazgos. El hombre, ya de 77 años, accedió a practicarse una nueva prueba, sin que fuese necesario urgar en su basura. Negó en todo momento haber asesinado a Carla.

El miércoles 16 de septiembre de 2020, la última muestra de ADN de McCurley también coincidió con las dejadas en el sostén de la víctima y el pasado lunes 21 de septiembre fue arrestado por el femicidio de Carla Walker de 17 años.

“Esta es la culminación de incontables horas“, le dijo a la prensa el investigador Jay Bennett. “Poder darles la satisfacción a los Walkers, después de todos estos años, es simplemente indescriptible”.

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“Le habíamos hecho una promesa a la familia Walker. Una cosa es trabajar hacia una meta y otra es lograrla”.
- Leah Wagner. Detective del caso Walker.

Jim Walker, hermano de la víctima, reaccionó con un viso de paz ante los resultados, no sin antes revelar que a lo largo de casi 50 años perdía a ratos la fe.

“Me gustaría sentarme aquí y decirles que nunca perdí la esperanza”. Pero hubo momentos…”

El anciano de 77 años, que hoy luce desmejorado y distinto al hombre fuerte con sombrero de vaquero, tal como fue descrito por el novio de la víctima, guarda prisión en la cárcel del condado de Tarrant, bajo cargos de asesinato capital. Le fue impuesta una fianza de 100 mil dólares (poco más de 78 millones de pesos chilenos).

“Estamos orando por ti. No te odiamos ”, le dijo Jim Walker el pasado martes en tribunales. “Queremos ver justicia, con oraciones y perdón”.