Por ahora queda más que claro, que la derecha tiene que definir un proyecto común, al que muchos creemos que llegaron tarde, pero que aún hay tiempo.

El domingo vivimos una de las elecciones más emblemáticas de los últimos años en la historia política de nuestro país, una riesgosa llegada de tres candidatos de derecha a la disputa final contra una candidata única de izquierda, del Partido Comunista, reflejo absoluto del continuismo del gobierno actual.

Además, figuras que se descuadran de los partidos políticos, como Franco Parisi y Harold Mayne-Nicholls. Por otro lado, Johannes Kaiser demostró ser una figura que en un principio nadie apostaba por su participación política, y donde los grandes conglomerados políticos le limitaron los espacios tanto a él como su partido. E incluso varios analistas y medios de comunicación se atrevieron a reírse de él por ser un youtuber aparecido en el espectro político.

Pero que, en el último tramo de la carrera presidencial, se corría la voz de varios ciudadanos que declararon con fuerza y convicción que votarían abiertamente por él, y donde no solo demostró en los últimos debates un alza en las encuestas, sino también en los resultados del domingo, demostrando lo contrario, incluso algunos se atreven a decir que podría ser quien gobierne al país el 2030.

Al otro costado de la cancha, y me atrevería a decir que en un rincón, estaban Marco Enríquez-Ominami y Eduardo Artés, que ya demostraron con los resultados, que no alcanzan a mínimamente a competir en una segunda vuelta, y donde se podría decir que su profesión de candidatos, como muchos la han tildado, ha terminado.

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Ya no podemos hablar de los tradicionales tres tercios que caracterizaron las candidaturas presidenciales del país, representadas por el centro, la derecha y la izquierda, centro que ambos bloques opositores buscaban y donde Matthei por la centro derecha buscó conquistar, lo mismo con Sebastián Piñera, y por supuesto, los tres tercios que definieron la dinámica política en los últimos treinta años.

Tenemos a un centro debilitado, pero quizás con nuevas oportunidades, una Democracia Cristiana que declaró apoyar a la candidata del Partido Comunista Jeannette Jara, a través de un comunicado oficial y del presidente del partido, Francisco Huenchumilla.

Partido que, por lo demás, varios analistas coinciden en que empezó a calar su propia tumba desde el 2010, cuando decidieron ser parte de la Nueva Mayoría a través de Michelle Bachelet, lo que significó aliarse y difícilmente desmarcarse por completo hasta ahora del Partido Comunista. Mientras que los descolgados del centro político, formaron nuevos partidos, como Demócratas y Amarillos, y para qué decir los jubilados de la izquierda tradicional que en silencio admitían apoyar a Evelyn Matthei, como Patricio Hales del PPD.

Pero pareciera que ese nuevo centro, que vivió su efervescencia en el rechazo constitucional, donde voces intelectuales, desmarcadas de la política, levantaron la voz y activaron las plumas en los distintos medios de comunicación por la preocupación del país, más allá de sus tendencias políticas, y donde hay que reconocer que figuras como Cristian Warnken, solo mostraban preocupación y no así un mezquino y oportuno cálculo político.

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Pero con la elección del domingo, todo eso pareció quedar atrás, figuras claves de Demócratas fueron fervientes aliados de Matthei, como Ximena Rincón y Matías Walker, y donde sospechosamente, Rodrigo Galilea, Felipe Kast, entre otros, renunciaron a la posibilidad de ser reelectos en el Senado, imaginándonos tanto ellos como nosotros que ocuparían cargos claves -y lo más probable ministeriales- en un eventual gobierno de Evelyn Matthei.

Hasta antes del domingo veíamos a un Chile Vamos, acompañado de un Piñerismo aunado, convencidos de este proyecto común, alcaldes desplegados por cada comuna de nuestro país, exministros, y los silenciosos pero estratégicos asesores del expresidente Sebastián Piñera, y de sus equipos programáticos como Paula Daza, Juan Manuel Santa Cruz, Gonzalo Blumel, Felipe Larraín y José Miguel Valente.

Pero después de los resultados del domingo, Chile Vamos vivió una crisis histórica. Perdedores no de sus fieles ideales que los acompañaron por muchos años, sino rendidos ante la figura de José Antonio Kast y de Republicanos no sólo ante una posible presidencia, sino también una derrota legislativa, donde no solo hay que reconocerle a Republicanos su victoria con una mayoría de votos, dejando atrás a desmantelados y emblemáticos rostros de Chile Vamos, como María José Hoffman.

Por ahora queda más que claro, que la derecha tiene que definir un proyecto común, al que muchos creemos que llegaron tarde, pero que aún hay tiempo. Jugaron a una carrera competitiva riesgosa, le pudo haber costado al país que una militante comunista nos gobernara los próximos cuatro años, que aunque ella aún no lo admita, era y es no solo un reflejo de una continuidad absoluta del gobierno de Gabriel Boric, sino también la continuidad de una crisis económica, social y política, y con la mochila de cargar el octubrismo a sus espaldas, máximo reflejo de una de las mayores crisis en la historia política de nuestro país, donde la fallida salida democrática de dos procesos constitucionales, no lograron silenciar el rechazo de los chilenos a las autoridades y al sistema político.

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Por ahora queda poco, y nos acercamos a vivir en un ambiente de eventual triunfo, de una reciente reunión de José Antonio Kast y los líderes claves de Chile Vamos, apostando todos por sacar al país adelante, donde no solo se convertirán en un gobierno de emergencia, sino que el protagonismo de Republicanos se abre a acompañarse de la narrativa y la experiencia de Chile Vamos y sus expertos.

Pareciera, y es una buena señal política, que Republicanos dejó atrás su soberbia de haber sido una mayoría en el último proceso constitucional. Y, por otro lado, el orgullo de Chile Vamos quedó a un lado después de vociferar por tanto tiempo que a Republicanos les costaría gobernar, incluso algunos se atrevieron a decir que les sería imposible llegar a La Moneda.

Esperamos que esto no quede solo en guiños políticos, sino que por fin podamos vivir un respiro político, económico y de seguridad del país, a lo que Republicanos bien llegaron con sus discursos y eslóganes de campaña.

Por otro lado, Nacional Libertarios, representados por Johannes Kaiser y sus nuevos parlamentarios, son también bienvenidos en esta nueva coalición, dejando atrás a la asegurada Concertación que nos gobernó por tantos años, tanto con sus buenos como malos resultados. Y donde la Democracia Cristiana, podría legitimarse y validarse nuevamente como partido de centro más que bisagras buscando consensos.

Tengamos fe en que estos aires de esperanza tendrán resultados este 14 de diciembre. Tienen la oportunidad de demostrar con resultados a los chilenos que son la fuerza que nos podría gobernar no solo por los próximos cuatro años, sino también por los ocho siguientes.

Sofía González Guzmán
Periodista
Máster en Medios Mención en Entorno Político y Asuntos Públicos

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