No se trata de ser migrante, no se trata de ser chileno o un producto maltrecho de importación sin sello, el tema acá radica en que somos pobres y hay que darnos pan y circo.

La tristemente célebre migración hacia Chile desde Perú, Venezuela, Colombia, Dominicana, pensando que somos una arepa, un tequeño, los textiles y los carritos robados de supermercado, pollos rellenos o un super 8, con la increíble carga emocional de adicionar la profunda tristeza de levantarnos con el único propósito de avanzar, ya que lo que conocimos una vez; hoy no existe.

El arrebatamiento sin explicación de la dignidad humana, sin consentimiento y sin derecho a dirimir, solo lo puede contar quien lo ha vivido.

Migrar sin gusto, migrar con dolor, migrar muerto por dentro y tener que resucitar todos los días con un café para intentar aceptar lo que no se quiere; solo para valientes.

El chileno promedio increíblemente trabajador, sin muchas ganas de detenerse al análisis, se aburre rápido. Siempre anda apurado, sin paciencia, como si buscara la chispa divina en cualquier semáforo cada vez que cambia a verde.

Y la mujer chilena, increíblemente autogestionaria pero dolida por un abandono constante de quien dijo quererla, siempre con respuestas rápidas y a la defensiva, consecuencia de una falta de reconocimiento histórico social atroz… En eso nos debatimos hoy señoras y señores.

Prendemos la TV y allí están estos personajes casi al unísono explicándonos cómo una señora humilde discute con otra señora humilde en un país que dicen llamar Santiago, o cómo derrumban la capilla de un supuesto narco asesinado por otro supuesto narco, ambos de 14 años. Nos cuentan “Anécdotas casi chistosas” de cómo en sedes donde todo es seguro, los papeles son desparecidos en oficinas, donde hasta la corchetera debe ir a brindar declaración.

Indigentes convertidos en ciudadanos útiles por 24 horas y llevados a notarías a crear empresas de humo.

Señoras que compran peluches y cumplen el sueño Disney.

Señores que se graban entre sí y planean como hijos dignos del Guasón.

Señores que piden scorts y otros videollamadas y de repente la guinda del pastel como para desviar el foco: Grabación en vivo de un migrante que no cargaba la licencia de conducir. ¿Curioso no?

No se trata de ser migrante, no se trata de ser chileno o un producto maltrecho de importación sin sello. El tema acá radica en que somos pobres y hay que darnos pan y circo, mientras se venden nuestros países a cualquiera que nos de un espejismo de felicidad, como una preciosa era colonialista.

Y mientras tanto la aldea medieval se hunde en un tema tan trascendental como: ¿Supieron que volvieron Tonka y Parived?

Por Mariant Ledezma

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