Chile ha estado viviendo un momento histórico de fuerte dislocación, que ha puesto en duda las bases institucionales de su régimen político. Se trata de una coyuntura en la que los partidos, y las ideas de sus respectivos proyectos, están en un proceso de acomodo, de cambio radical, o de deceso.

Nadie dijo que superar este momento sería fácil; que no estaría exento de derrotas. Por el contrario, a diferencia de las décadas recién pasadas, no hay ninguna fuerza política en la actualidad que se jacte de ser la fuerza hegemónica.

Que el partido de la hija del expresidente Patricio Aylwin no descarte cruzar el charco para hacer una alianza con el partido Republicano – principal defensor de la dictadura de Pinochet- es un ejemplo evidente de este difícil momento que las fuerzas políticas están viviendo.

El proceso que está llevando a cabo el Frente Amplio para conformarse en un partido único, y, desde ahí, sedimentar la alianza con el Partido Comunista y el resto de las fuerzas de la extrema izquierda, es la otra cara de la misma moneda.

Ya sea por motivos electorales, programáticos o mera sobrevivencia, estos ejemplos se caracterizan por la búsqueda de un objetivo común: alcanzar la tan anhelada unidad.

Para el progresismo chileno este no es un tema nuevo. La conformación de un frente socialdemócrata, compuesto por los partidos Socialista, Radical y el PPD, siempre estuvo presente a lo largo de los gobiernos de la Concertación.

La unidad socialdemócrata era un espectro que asustaba a unos y alimentaba la fantasía de otros. Desafortunadamente, después de veinte años de gobiernos concertacionistas, este proyecto quedó pendiente.

Un fantasma vuelve a recorrer Chile

En este nuevo contexto histórico, que bien podemos definir como una era post-concertacionista, la socialdemocracia está de vuelta. Esta vez, con la posibilidad de dejar de ser un espíritu deambulando entre quienes buscan retomar la senda del desarrollo con equidad, para volverse una fuerza concreta que, no solo llene el vacío dejado por la Concertación, sino que también recupere la confianza de quienes apostaron por darle una oportunidad a este gobierno.

Recuperar la confianza no es una tarea fácil; especialmente, después de que la izquierda perdió la oportunidad histórica de articular las demandas del estallido social en un programa de gobierno viable.

La ciudadanía que se sintió identificada con la Concertación, los que ahora abrazan el progresismo, y que mantienen su ethos en la centroizquierda, perciben cómo las consignas han primado sobre la búsqueda de acuerdos. Faltando tan solo dos años para que termine este gobierno, ellos están esperando que alguien los represente.

Un proyecto crucial

En este contexto, la conformación de un partido socialdemócrata, que reúna al amplio espectro del progresismo (progresistas, radicales, liberales, independientes y socialistas desencantados) en un nuevo proyecto, es crucial.

Su existencia permitiría recuperar el sentido común sobre el crecimiento económico con derechos sociales. Ayudaría a que la izquierda supere el estrecho margen de representación que concentran el Frente Amplio y la extrema izquierda, con su rígido 20% de respaldo.

Se constituiría en un aliado natural del Partido Socialista, el cual ha terminado por mimetizarse con ese 20%, para crecer hacia el centro del eje político con una identidad más pragmática.

Pero, sobre todo, la articulación de una socialdemocracia seria fundamental para evitar que la extrema derecha, llegue al poder. En definitiva, estamos hablando de un mecanismo que tenemos a disposición para ampliar el alcance de la izquierda hacia las personas que buscan recuperar, con seriedad y pragmatismo, la senda perdida.

La enseñanza que nos está dejando la llegada al poder del Frente Amplio, y el surgimiento de una derecha radical, es que no podemos caer nuevamente en lógicas políticas que abogan más por la diferenciación y la exclusión que los grandes consensos.

Para crear el partido socialdemócrata no hay que cruzar un charco, sino que el Rubicón. En los últimos meses, varias conversaciones se han llevado a cabo con este fin. Hay concordancia de diagnósticos, hay similitudes de visiones sobre la necesidad de iniciar una nueva agenda de desarrollo económico con políticas de bienestar social.

Es decir, hay conversaciones avanzadas, solo falta una pisca de osadía.

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