Enhorabuena se convierte en noticia que un servicio del estado ofrezca tratamientos de Homeopatía, Reiki y Sanación Cuántica. Habla bien de una población que distingue ciencia de magia y evidencia de fe. Además habla de ciudadanos atentos a como se invierten los recursos públicos. Todo eso está muy bien.

Menos templada fue la respuesta del Ministerio de Salud que si bien aclaró que la sanación cuántica no está respaldada por dicha cartera (nada dijo del Reiki), se apresuró también a informar que no se incurrió en el uso de recursos públicos toda vez que los terapeutas alternativos no serían remunerados.

Si bien se agradece la rápida aclaración de nuestras autoridades respecto a que no pretenden alinear chakras como política de salud pública, cuesta entender cómo es que no hay recursos públicos involucrados.

Para empezar, el Policlínico de Medicinas Complementarias e Integrativas se encuentra en dependencias de un hospital público. Es decir, su sola locación representa un costo de oportunidad y financiero que de alguna forma el estado está donando a la pseudociencia.

A esto habría que sumar los gastos generales de administración y servicios básicos (electricidad, agua, aseo, seguridad, entre otros).

Más aun, aunque los terapeutas alternativos no hayan recibido una remuneración directa, la invitación a realizar sus actividades en una instalación del Estado representa una valiosa publicidad y validación (capital reputacional), ciertamente, monetizable en el ámbito privado.

Es decir, el Estado si está contribuyendo con activos, tangibles e intangibles al desarrollo de estas actividades más cercanas al esoterismo que a la medicina.

Los ciudadanos somos libres de elegir nuestras creencias, y la religiosidad y espiritualidad son parte de la cultura humana. Pero un Estado laico no debiera tomar partido por ninguna creencia o religión particular, especialmente cuando es la salud de la población la que está en juego.

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