Hace años, cuando íbamos a visitar a modestos vecinos de una comunidad rural, el senador Francisco Bulnes, don Pancho, con su chaqueta azul y corbata, me comentó que era importante que fuéramos bien vestidos, que era la forma de respetar en sus hogares a esas personas.

Y ese respeto a los demás se ha perdido en todo orden de cosas. Hemos visto como a misa, a la casa de Dios, algunos llegan, contra lo que hasta hace poco ocurría, hasta con sandalias y pantalones cortos; hay quienes asisten a la ópera en el Teatro Municipal de Santiago de manera parecida. Y así no es en el resto del mundo.

Hemos visto en iglesias del Caribe a hombres, mujeres y niños respetuosamente muy bien vestidos y en las óperas de Nueva York, Viena o Roma siempre igual. Tal parece que en esto Chile es una triste excepción. Y cuando esa excepción se instala en la Presidencia de la República, la situación se torna grave.

Cuando el presidente Boric llega a Argentina y en acto protocolar camina con la chaqueta abierta, desordenado, saludando de mano en el bolsillo, no ha podido sino molestar a sus visitados, a toda la Nación Argentina. Y, también, a sus compatriotas, a los chilenos que nos vimos tan mal e irrespetuosamente representados. Pero quien más pierde con sus procederes es el propio presidente. Por su conducta con el Rey de España le llegó desde allá un injurioso calificativo de que no era de uso en Chile y que ya no se sacará de encima. Lamentable, penosamente lamentable.

Juan Eduardo King Caldichoury, abogado y exdiputado en la región del Bío Bío.

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