Desde que en Chile se establecen los sistemas de certificación de la calidad en los ámbitos educativos, comenzamos a preguntarnos con mayor profundidad, lo que a veces solo nos habíamos consultado en los círculos académicos o estudiantiles ¿da lo mismo estudiar en cualquier institución una carrera profesional? Paralelamente a ello, surge otra interrogante igualmente relevante, pensando en quienes serán sujetos/as de la acción profesional ¿da lo mismo que las complejidades relacionales de los individuos y sus comunidades sean abordadas por profesionales que no hayan sido formados disciplinariamente? ¿Cuál es la diferencia entre un profesional formado en la universidad, es decir disciplinariamente, con aquellos que no lo son?

Sin entrar en discusión respecto a la relevancia que tiene problematizar la calidad educativa en la formación profesional para quien se forma, en este ejercicio, queremos reflexionar sobre la importancia e impacto de la formación disciplinar universitaria en Trabajo Social para los/las sujetos/as y comunidades con los que trabajamos, entendiendo que éstos, cada vez más, transitan por un contexto social en que las complejidades sociales presentan un carácter multidimensional. Dicho esto, se puede señalar que las visiones tecnocráticas o técnicas no bastan para acompañar tanto personas como procesos y establecer respuestas efectivas frente a las relaciones sociales complejas que nos demanda la sociedad. Es por lo anterior, que vale la pena remirar el origen de nuestra disciplina y comprender cual es la razón de que el Trabajo Social haya surgido desde sus orígenes como disciplina de las Ciencias Sociales y no solo como una profesión con carácter de tecnología social, como en algún tiempo se le quiso hacer ver (Saavedra y Urquieta, 2005).

El trabajo social es una profesión que nace en Chile el año 1925 para aportar profesionalmente en una sociedad empobrecida, con asentamientos periféricos producto de la migración campo ciudad. La crudeza de la pobreza, inequidad y segregación presentes en estos contextos son la expresión de un orden social que presenta políticas públicas escasas que enfrenta la vulneración social mediante medidas de corte asistencial. Este sector de la población experimenta exclusiones evidentes, carencias y situaciones extremas: desnutrición, analfabetismo, tuberculosis, desempleos, entre muchos otros. Es así como el trabajo social se erige como una profesión que centra su acción en el acompañamiento de aquellos sectores invisibilizados y segregados por un orden social cada vez más capitalista, situándose como puente articulador entre el Estado, sus instituciones y este sector de la población.

Paulatinamente la complejidad del contexto va empujando a la profesión a transitar hacia la necesidad de actualización de sus conocimientos, para así, enfocarse no solo en hacer frente a los múltiples fenómenos emergentes y sus consecuentes problemas sociales, sino que, en especial, generar el conocimiento científico basado en evidencias (Molina et. al., 2017). Es decir, no basta seguir lineamientos estatales, sino que se debe contar con la evidencia científica que le permita leer la realidad y alcanzar comprensiones ante la complejidad social de una manera crítica. Esta disciplina no tiene como centro fundante servir como un recurso del Estado para realizar el control social, sino que se localiza en el respeto y restauración de la dignidad humana, sus derechos como son, la libertad y la autodeterminación, imposibles de alcanzar si la práctica responde a ejecutar simples lineamientos estatales, sin repensarlos críticamente. Es necesario leerlos con base teórica generando el conocimiento científico suficiente para acompañar procesos y sujetas/os en sus espacios de transformación social.

El Trabajo Social nace en Chile como disciplina dentro de las Universidades y es la primera Ciencia Social en Chile en asentarse en las aulas universitarias. Se rescatan así sus bases fundantes, que, entre otras, habían emergido como tales en Norteamérica cuando Mary Richmond indica que el Trabajo Social es la disciplina que trabaja en y con las personas en contexto (García et. al., 2015), es decir el ser humano – su contexto y las complejidades. Dicho de otro modo, se va realizando investigaciones al alero de la Universidad y dando las primeras formas a la base teórica de la disciplina y que Richmond denominará como Social Work.

Para el Trabajo Social Latinoamericano la década de los años 60-70 es relevante, puesto que se da inicio al proceso de la re- conceptualización, en que la profesión en la región realiza una revisión profunda de los aspectos teóricos, metodológicos y técnicos de su quehacer, para levantar currículos formativos que respondieran a una carrera universitaria y, por tanto, queda de manifiesto la intención de aportar de la mejor manera a las demandas sociales cada vez más complejas. Se entiende que investigación e intervención es un continuo necesario para proveer información teórica, empírica, metodológica y técnica desde diversas epistemologías para observar y comprender la sociedad. Este proceso se silencia producto de las dictaduras militares provocadas en los diversos países de Latinoamérica, las cuales oprimen a las universidades para jibarizar la disciplina del Trabajo Social a una simple tecnología social que, mediante acciones netamente asistenciales, permita al Estado ejercer el control social- policial, abandonando el rol disciplinar crítico de generación de conocimiento científico y de acompañamiento a los procesos emancipadores de los/las sujetos/as, territorios, organizaciones en perspectiva de los derechos ciudadanos. Muchas escuelas fueron censuradas, profesionales y estudiantes apresados, torturados y desaparecidos en un largo periodo de 17 años. Otra consecuencia es la dictaminación de la LOCE, (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza No.18.962) publicada el último día de la dictadura cívico-militar, el 10 de marzo de 1990 y que entregó la formación exclusivamente universitaria a algunas Carreras Profesionales y, a otras como Trabajo Social, se le despojó de su identidad disciplinar. Seguramente, pensaba la dictadura que ésta era una de las disciplinas que, al levantar conocimiento científico situado, resultaba peligrosa, especialmente, si lo que se deseaba la dictadura era efectuar el control social de la población y las restricciones de las libertades. Esta estrategia desplegada no logró acallar las voces de profesionales que desde diversos lugares habían configurado un campo profesional dialogante estrechamente con otras disciplinas en función de los derechos humanos, ciudadanos y la activación del territorio.

Con la llegada de los gobiernos democráticos, el Trabajo Social realiza intentos para recuperar su calidad disciplinar y la identidad profesional, siendo su eje principal la dignidad de las personas en perspectiva de derechos humanos, procurando de esta manera, que la intervención social se articule cada vez más con las políticas públicas desde miradas complejas, abiertas y poliédricas. Es así, que toda complejidad social debe ser comprendida más allá de reducciones simplistas, operativas o lineales, puesto que el carácter multicausal de las complejidades sociales trasciende a las personas y sus entornos inmediatos, imbricándose en una compleja red de relaciones sociales que considera lo político, lo económico, entre otros.

La disciplina del Trabajo Social contemporáneo requiere vislumbrar la sociedad de una manera crítica y no solo como un operador social que administra políticas sociales o que entrega los resultados de porcentajes o puntajes de acceso a algún beneficio o que siga lineamientos técnicos sin realizar el ejercicio de observarlos críticamente. La generación de conocimiento científico es algo necesariamente indiscutible, no solamente con el fin de aumentar el estado del arte disciplinar y de las Ciencias Sociales o de las Humanidades, sino que principalmente desplegar una práctica social que otorgue dignidad a las personas en su calidad de sujetos/as de derechos. Lo anterior, desarrollado dentro de un sistema económico neoliberal que ha subsumido al Estado y, donde las políticas compensatorias hiperfocalizadas, han capturado los derechos de las personas para transformarlos en beneficiarios, usuarios o lo que es peor consumidores de servicios y beneficios. Ante esta realidad, la disciplina se movilizó desde sus diversas orgánicas para buscar estrategias y despliegues teóricos, políticos y legales para realizar demandas por el reconocimiento de la disciplina.

A pesar de que el Trabajo Social tiene clara su identidad disciplinar, la dictadura cívica militar le arrebata a la disciplina de una formación con Exclusividad Universitaria, esto ha significado una sombra en el desarrollo de nuestra profesión. Recuperada la democracia, el Colegio Profesional de Trabajadores Sociales de Chile luchó y ha luchado incansablemente para recuperar nuevamente esta Exclusividad Universitaria en la formación. Así luego de latos esfuerzos, en una vinculación del Gremio y de la Academia, el Colegio Profesional logró instalar en el parlamento la solicitud de una ley, logrando el objetivo propuesto. El año 2005, a través de la ley 20.054 y, luego de años de lucha, se recuperó el rango universitario arrebatado y que, hasta el día de hoy, es motivo de debates y tensiones, puesto que la ley que contiene la norma tiene preceptos e indicaciones ambiguas.

Desde ese momento el Colegio Profesional no se ha mantenido al margen, realizando variadas consultas a Contraloría para corregir esas ambigüedades y lograr restituir la tan ansiada exclusividad universitaria plena. Queda camino por recorrer, sin embargo, nuestro cuerpo gremial, a través de sus comisiones gremio- academia, socio jurídica, salud y otros dispositivos como la mesa nacional de ley siguen realizando acciones para conseguir el objetivo deseado. La exclusividad universitaria, es una demanda desde una disciplina madura que observa críticamente los nudos y opacidades que la ley que, tanto en su redacción como alcance, han originado una serie de equívocos, permitiendo que institutos profesionales impartan la carrera sin las condiciones mínimas que requiere una disciplina tan compleja como lo es el Trabajo Social.

Quienes formamos parte de esta disciplina, estamos conscientes que ha habido nula fiscalización por parte del ministerio de Educación y de las Universidades, para velar por el cumplimento de la ley, no solo para evitar la mercantilización de la profesión, sino que especialmente, entender que debemos resguardar la calidad y los estándares necesarios para el ejercicio profesional. En este sentido, hay que relevar el rol y el aporte de trabajadoras y trabajadores sociales en la intervención social, también implica generar las condiciones para que esto ocurra. La regularización del Trabajo Social es una tarea que se debe se potenciar en el marco normativo de nuestro país, aquello que borró la dictadura, debe ser recuperado, especialmente en estos tiempos convulsionados que requieren una comprensión del contexto que vivimos.

Creemos firmemente que la Sociedad hoy necesita de una/un trabajador/a social con formación exclusivamente universitaria para la sociedad de hoy, ya que las personas y sus derechos son los principios básicos de una construcción democrática, donde la libertad y la autodeterminación de las/los sujetos/as debe primar en las acciones profesionales de quienes diseñan, planifican y articulan políticas públicas. Necesitamos de un/a profesional con sólida formación, que sustente su actuar con evidencia científica y que logre generar permanentemente conocimiento para nutrir una práctica profesional que dignifique al ser humano en su totalidad. Esta afirmación la hacemos frente al levantamiento de estándares globales para la formación que surgen desde las organizaciones internacionales gremiales y académica, a saber; Federación internacional de Trabajo Social y de la Asociación internacional de escuelas de Trabajo social, ambas con correlato en América Latina, cuyo fin es velar por una formación pertinente ante los fenómenos emergentes y coyunturales que afectan a la población, lo que se traduce en la revisión y debate permanente en relación a las prácticas, la reflexión y vigilancia epistemológica para orientar la producción de conocimiento.

Es necesario mencionar que las grandes trasformaciones que necesitamos requieren de un sólido Colegio Profesional, articulado con las orgánicas Universitarias existentes: Asociación Chilena para la Enseñanza del Trabajo Social Universitario (ACHETSU), Red de Investigadores en Trabajo Social; Red de Universidades del Consejo de Rectores (CRUCH), lo anterior, en perspectiva de un trabajo coordinado que tenga como horizonte común la defensa de la profesión, requiriendo además, el trabajo mancomunado de todos/as; profesionales, académicos/as y estudiantes.

El 11 de noviembre se celebra en Chile el día del/la trabajador/a social, a casi 100 años de su formación y, como disciplina madura, debemos rendir homenaje a tantas personas que epocalmente han empujado los campos semánticos para consolidar una disciplina que está en permanente movimiento y transformación. El imperativo ético es configurar nuevas respuestas a las múltiples demandas de una sociedad incierta, compleja y líquida.


Dra. Sonia Brito Rodríguez
Dra. ©Andrea Comelin Fornés
Mg. Carmen Román Montesinos
Mg. Ingrid Melipillán Muñoz
Dr. Paola Rojas Marín
Lic. Marcela Ortíz Varas

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