En diciembre pasado, el Ministro de Educación anunciaba al país por todos los medios de comunicación que el 1º de marzo el sistema escolar retomaría las clases presenciales después de un año de trabajo telemático.

Los cálculos del ejecutivo daban cuenta de que a esa fecha estaríamos en las postrimerías de la pandemia y, por tanto, la “normalidad” debía tomarse la escena nacional. En esta línea, mostrar los colegios llenos de estudiantes era una oportunidad imperdible para el ministro Figueroa de expresar a su jefe que era capaz de cumplir a cabalidad sus mandatos. Era tal la confianza y certeza del ministro respecto de que su planificación y estrategia se desarrollaría sin contratiempos que incluso, semanas después, su entusiasmo lo llevó a recomendar útiles escolares y enviar mensajes a los padres y apoderados respecto de su compra.

No contento con ello instaló también la discusión respecto del uniforme escolar, reconociendo que en los difíciles tiempos que se viven era un problema su obligatoriedad, pero fue incapaz de decretarlo dejando al libre albedrío de los empresarios de la educación su uso o no. Todo iba bien para el ministro, soñaba con el 1º de marzo viendo las escuelas llenas de estudiantes, recibiendo además las felicitaciones de su amo.

Desde el magisterio y la comunidad nacional se expresaban con fuerza las voces de reclamo ante estas medidas, pues se constataban y denunciaban los peligros del mencionado retorno a la presencialidad sin que estuvieran las condiciones para ello. En primer lugar se daba cuenta de la irresponsabilidad por parte de la autoridad de decretar el retorno a clases con tanta anterioridad sin saber ni conocer las condiciones de la pandemia a marzo de este año.

En contraposición al gobierno, el magisterio puso como condición contar con una pandemia controlada, cuestión que no había ocurrido durante todo el 2020. A ello se agregaba la necesidad de implementar un medio de traslado de los estudiantes, aspecto analizado y valorado también por los ediles. Por todo el país se escuchaban las voces de las madres, padres, asistentes de la educación, estudiantes y miembros de la comunidad expresando su reclamo por los intentos del ministro, señalando su indignación por el desprecio a la vida y salud demostrada por Figueroa.

Desde el Colegio de Profesoras y Profesores siempre hemos insistido en que la vida y la salud de las comunidad escolares es lo prioritario. Al optimismo desbordado e irracional del ministro respecto de las cifras de la pandemia respondimos siempre con sensatez y realismo, demostrando lo peligroso que era no considerar los efectos de la pandemia.

Pero la irracionalidad no era solo de parte de este secretario de este estado. También su par de salud anunciaba medidas que, a todas luces, traerían como consecuencia un recrudecimiento y empeoramiento de la crisis sanitaria instalada en nuestro país. Llegaron los ofertazos del verano para intentar reactivar la economía, petición puesta como prioridad por parte del empresariado nacional, la cual obviamente sería escuchada por un gobierno identificado plenamente por este sector.

Llegaron los permisos de vacaciones, se autorizó la apertura de gimnasios y restaurantes, se llamó a una nueva normalidad y se hablaba que en poco tiempo gozaríamos de una pandemia superada, basándose ante todo en el plan de vacunación que se iniciaba.

Así llegamos al 1º de marzo, donde a pesar de los deseos del ministro de mostrar una normalidad que no existía y tratando de dar cifras que no daban cuenta de la realidad se evidenció que su plan no concitó el apoyo de la ciudadanía. Más del 90% de los sostenedores municipales no siguieron los lineamientos de la autoridad y sólo un 5% del estudiantado llegó efectivamente a los centros de estudio, a pesar de los anuncios y presiones hechas por múltiples sostenedores privados y personeros ministeriales a lo largo del país.

El Colegio de Profesoras y Profesores en conjunto con decenas de organizaciones representativas de las madres, padres, apoderados, asistentes de la educación, salas cunas, educación inicial, primaria y secundaria exigió el cumplimiento de las promesas, resistió la vuelta a clases y luchó durante todo marzo por resguardar la salud y la vida de las comunidades escolares, ante un contexto de riesgo sanitario evidente para todos, menos para el Gobierno.

A medida que pasaban los días de marzo, con estupor el Ministro de Educación fue testigo de que los pocos establecimientos educacionales que abrieron sus puertas a la presencialidad poco a poco debían cerrar sus puertas. Primero porque en varios de ellos se sabía de contagios de distintos representantes de las comunidades escolares, tal como lo habíamos presagiado meses atrás. Posteriormente, debido a las medidas irresponsables tomadas por el gobierno, las comunas comenzaron lentamente a pasar a Fase 1 generando con esto el total y completo fracaso en la estrategia del Ministro Figueroa respecto de volver a clases presenciales.

Terminando el mes de marzo, el mismo Gobierno que se vanagloriaba del plan de vacunación, el mismo Gobierno que llamaba a la nueva normalidad, el mismo Gobierno que presionó por la vuelta a clases presenciales, ese mismo Gobierno llamó a postergar las elecciones programadas para el 10 y 11 de Abril, por las insostenibles condiciones sanitarias que vive el país. Con esto el ministro Figueroa se debió conformar con observar desde su despacho como su plan de retorno se desmoronaba como un castillo de naipes.

En los hechos fue el propio gobierno del ministro Figueroa el que confirmó al país que las y los profesores siempre tuvimos la razón.

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