El debate fue una muestra más de mediocridad, excesiva brevedad, lugares comunes, dejando de manifiesto que falta una mirada global del país, que proponga caminos de transformación y solución para el devenir de la sociedad.
Nuevo debate
Esperaba el debate del canal 13 con un cierto dejo de esperanzas, pensando en que tal vez después de lo que pasó en otro canal, se buscaría una forma diferente de dar espacio a las ideas. Nada de eso. Fue lamentable apreciar un debate opaco, carente de ideas tanto en las preguntas como en las respuestas.
Preguntas largas, a veces enredadas, algunas con tonos más bien agresivos del entrevistador (“Eso vende”, me dijo alguien), daban origen a respuestas de un minuto. ¿Qué se puede decir con seriedad y rigor en un minuto? Un profesor me dijo una vez: “Lo que te ocupa más de un minuto es mera retórica”. Quedé de una pieza y recordé a filósofos cuyas ideas revelan largos pensamientos previos y cuyas argumentaciones pueden ser ricas e importantes.
Es cierto que cuando escuchamos a algunos candidatos postulando a diferentes cargos, nos podemos dar cuenta de que llenan con palabras sonoras lo que les falta de ideas, pero un minuto para explicar las medidas con las que se combatirá el delito o se buscarán soluciones para la injusticia social, la pobreza encubierta y el endeudamiento, puede parecer una exageración de brevedad.
Un esquema así se presta para lugares comunes, para la repetición de consignas, lemas, palabras vanas y promesas de que “conmigo será posible lo que los otros no pueden”. Incluso para propuestas un poco atrabiliarias, como barcos para usarlos como cárceles; trabajos forzados y pena de muerte para los que están presos; botar a los gobiernos con el pueblo en la calle si no dan respuestas a las demandas; despedir a funcionarios contratados en dependencias estatales por ser operadores políticos, sin darse cuenta que la mayor parte de ellos son de municipios que están en manos de los partidarios de los críticos (el mejor ejemplo es el caso del señor Chadwick, que trabajaba en Providencia o el publicista que trabajaba en Puente Alto al servicio de un partido).
La forma y el fondo
Los preparadores de los candidatos quieren impactar por la imagen: las mujeres vestidas igual, las corbatas del mismo estilo pero diferentes colores, todo como “debe ser”, con elegancia y orden. Lo que importa es la forma y en eso cada uno tiene su estilo.
Yendo al fondo, el único creíble para mí es Mayne-Nicholls, porque propone una actitud diferente para dirigir el gobierno, donde su énfasis estaría en buscar acuerdos con sencillez, tranquilidad y confianza en que sabe hacer lo que se debe hacer y quiere entenderse con todos. No vende lemas altisonantes ni pretende impactar con una retórica que a veces parece verborrea derramada en un minuto. Es el único que contestó con claridad las preguntas de sus desafiantes interlocutores, no se llenó de discursos vacíos, demostró respeto y humor.
El diagnóstico
De lo que no cabe duda es que, salvo Jara, todos coinciden en elementos centrales del diagnóstico. Ella, que intenta en algunos momentos distanciarse del gobierno que representa y del cual busca continuidad, rechaza la visión extremadamente critica que algunos tienen del país. Su diagnóstico es más prudente y quizás equilibrado, pero no me resulta sólido ni creíble, sobre todo cuando sobrevalora una reforma a las pensiones que no ha hecho sino fortalecer un sistema que en esencia es injusto.
Mario Toro, en un formidable artículo en Le Monde Diplomatique, se queja de que en la política chilena la filosofía está ausente. Ello es efectivamente así: cada vez hay menos ideas y más ambiciones de poder.
El poder sin ideas conduce a la mediocridad, a las medidas de corto plazo, al efectismo de las estadísticas (si tú tienes dos autos y yo ninguno, la estadística dirá que cada uno tiene un auto), a las soluciones de emergencia y a la drasticidad. Es cierto que lo urgente debe tener medidas inmediatas, pero ello se agota rápidamente si acaso no hay una mirada finalista que nos diga hacia dónde estamos llevando a la sociedad.
El modelo y la continuidad
El modelo del capitalismo neoliberal (y del capitalismo en general, incluso el de Estado que se disfraza de falso socialismo) se basa en la injustica, donde algunos pocos acumulan el poder y la riqueza frente a las mayorías que dependen de las decisiones de los demás.
La idea de que “el que quiere puede” es sólo relativamente cierta, en especial en una sociedad donde hay poco espacio para la participación, el desarrollo de la innovación, el cuidado de las personas y de la naturaleza.
Todos los candidatos, salvo quizás Artés en algunos aspectos, se mueven en este esquema, olvidando que ello tiene como trasfondo cultural la competencia desmedida y salvaje, el afán de enriquecimiento como motor de la vida en sociedad, el culto de la imitación –sobre todo de lo vulgar– y la consideración de lo distinto como enemigo.
Pero hay algo que los une a todos y eso lo rescato: quizás sea posible hacer las cosas de mejor manera.
Demasiados errores de los últimos tres gobiernos, descuidos, faltas de preparación en los que toman decisiones, carencia de visión general, impedimentos excesivos para corregir. Todo se puede hacer mejor y en ese sentido el que gane tendrá ese desafío: que las instituciones funcionen de verdad, que haya menos equivocaciones, que los controles sean efectivos y que las decisiones sean oportunas y tomadas con fundamentos.
No le tengo miedo al triunfo de ninguno, como tampoco tengo esperanzas en ninguno de ellos. Si el voto nulo tuviera efectos políticos, tal vez ese sería mi llamado.
Mi contradicción
Me surgen dos posiciones contrarias de este espectáculo que estamos viviendo. Por una parte creo que ninguno de los candidatos, el que gane, podrá hacer lo que propone, porque se encontrará con un Congreso Nacional que demorará las leyes y se dará cuenta que mucha otras son impracticables o inútiles.
Por otra, me convenzo cada día más que un estado de latencia y carencia de ideas, puede permitir el surgimiento de un movimiento distinto con partidos políticos pero más allá de ellos, que tome un camino de transformaciones hacia una nueva organización social.
Por eso, poeta nostálgico y político convencido de mis ideas al fin y al cabo, lamento cada día con mayor fuerza que la Democracia Cristiana no haya levantado una candidatura que le hubiera permitido mostrar el modelo de sociedad al que aspira y las caminos para avanzar en ese dirección.
Con una visión integradora de la sociedad, sin extremismos, orientada a hacer los cambios profundos en lo cultural y lo valórico que Chile necesita, construyendo nuevos modos de relación social y política en la sociedad, la propuesta doctrinaria e ideológica de ese Partido podría haber sido un camino interesante, para romper este inmovilismo de los bloques y dar cabida a soluciones diferentes, donde todos tuvieran algo que aportar.
La enseñanza del pasado para mirar el futuro
Ése fue el esquema propuesto por Alfredo Sfeir en su campaña en 2013 y fue una lástima que Bachelet haya desperdiciado la posibilidad concreta que tuvo de incorporarlo al gabinete como su Ministro de Hacienda. Tan lamentable como el descuido de Frei Ruiz-Tagle de no haber incorporado a Manfred Max Neef a su gobierno o, yendo más atrás, el fracaso de la incorporación de Frei Montalva al gobierno de Ibáñez en 1954. Esas alternativas hubiesen permitido dar un rumbo distinto a este esquema confrontacional y mediocre, que se estrella permanentemente con el muro del capitalismo como propuesta cultural, económica y política.
El pueblo chileno y los pueblos de América Latina merecen más de lo que hoy tienen. Miro con ciertas expectativas lo que sucede en Bolivia, donde el tercer Paz que llega a la Presidencia podría conducir a su pueblo a un orden social diferente, integrador, justo y libre.
El camino de los países es largo y permanente. Los daños de lo vivido en Chile desde la crisis de 1973, sobre todo con lo que significó culturalmente la dictadura, no han logrado ser remediados del todo. Hemos avanzado, pero menos de lo esperado y algo más lento.
Estas elecciones marcan el fin de un período en el cual, luego de la recuperación de las principales prácticas de la democracia y el saneamiento de aspectos económicos y sociales, se cayó en un marasmo de lugares comunes sin sentido, donde fueron germinando formas de corrupción, de deterioro del funcionamiento del país, que quienes no creen en la democracia como sistema, han usado para desprestigiarla y degradarla.
Esta tribuna no es para formular programas de gobierno, pero he visto que grupos de gente muy capaz, que está fuera de las candidaturas, está pensando en el país. Ellos quizás propondrán sus ideas a quienes ganen las elecciones. Lo importante es que en los próximos cuatro años se abran los espacios para iniciar algo realmente bueno.
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