La inseguridad se ha convertido en la principal preocupación de la industria del transporte terrestre y logístico en general. Se entiende que así sea dada la escalada delictual que afecta a todo el país y que se refleja como punto central de la agenda de la opinión pública y, por supuesto, de la acción de las policías y autoridades.

Pero la línea roja fue superada el 27 de enero cuando cuatro delincuentes extranjeros mataron a balazos a los camioneros y agricultores Raúl Cid y Francisco Mora, quienes regresaban de la entrega de productos agrícolas en Santiago. Lo que se conoce como el doble crimen de Malloa, perpetrado en el enlace con la Ruta 66, Sexta Región. Además hirieron gravemente a un hijo de Mora, un adolescente de 16 años, para huir con el dinero.

La excepcionalidad del caso radica en dos elementos; uno es la brutalidad con que actuaron los individuos, el ensañamiento con los ocupantes del camión para hacerse con el botín. En segundo lugar, la casi inmediata reacción de Carabineros que desplegó un operativo terrestre y aéreo, que permitió detener a los culpables. Estos cumplen prisión preventiva y se destaca la exitosa acción policial, pues comúnmente delitos de alta gravedad contra el transporte quedan sin detenidos.

Entonces, vistas estas situaciones en contexto, ¿cuál es el enfoque que debiera adoptarse, a partir del cual se deriven las acciones estratégicas y prácticas para aumentar la seguridad? Primero, y punto clave, que la delincuencia debe ser combatida por las policías y la justicia con el respaldo del poder político.

Como Confederación de Dueños de Camiones de Chile sostenemos que un requisito básico es no politizar el problema en términos de conveniencia o utilidad partidista, en la lógica de sacar provecho. Hemos visto múltiples casos en muy distintas áreas, en que situaciones de carácter técnico o de gestión adquieren relieve ideológico, transformándose en disputas que no aportan en absoluto, y que finalmente dejan sin resolver lo central.

Al delincuente no le importa la discusión política, sencillamente lo tiene sin cuidado. Su negocio es robar, y si es necesario matar o secuestrar, lo hace. Hemos visto que en la actividad transportadora lo que está en juego son vidas, no solo mercancías o vehículos que se pierden. Así y ante todo, se requiere unidad de los responsables de la seguridad del país, que es el Gobierno; de los encargados de legislar, los parlamentarios, y de quienes deben aplicar las leyes, fiscalías y jueces.

El objetivo debe ser resguardar la seguridad del transporte, porque de lo contrario se pone en riesgo la cadena logística. En Chile, donde el 95% de las cargas se trasladan en camiones, se trata de un tema crucial.

Como gremio tenemos una experiencia acumulada en años que demuestra que el trabajo conjunto entre todos los estamentos involucrados sí genera resultados positivos. Para tal efecto tenemos constituidos grupos de vigilancia coordinados desde el nivel central en que se reportan las alertas de robos y asaltos, permitiendo el despliegue policial en tiempos de flagrancia. Recientemente en enero los gremios firmamos con el Ministerio del Interior un protocolo destinado a aumentar la eficacia de los procedimientos hasta ahora usados.

También hay otros puntos. Se hace necesario dotar de más y mejor equipamiento a las policías. Los integrantes de organizaciones criminales disponen de financiamiento, armas automáticas, vehículos, tecnología y del poder corruptor del dinero para comprar información a gente del interior de las empresas que tienen en la mira. Por lo tanto, también es un reto para los gestores de cargas, que deben incorporar los dispositivos y sistemas necesarios para alertar y ojalá impedir las pérdidas.

De similar importancia es potenciar la tarea de inteligencia policial y de las fiscalías. Estas últimas pueden – y lo han hecho – designar fiscales de foco, quienes en conjunto con las policías, se dedican a cruzar información, pistas y modos de operación de las bandas criminales, de forma que indistintamente del lugar en que operan puedan ser desarticuladas mediante estos cruces de inteligencia.

Hay que superar el desánimo. La tarea de derrotar el delito, el crimen organizado, no es fácil. Es una labor de todos los días, y algo muy importante es superar la pelea chica entre quienes tienen la responsabilidad y el mandato ciudadano de protegernos. Quizás empezar a plantearse estas cosas en los difíciles momentos presentes no sea el principio del fin de la crisis de seguridad, pero sí puede ser el final de su principio.