La junta militar en Birmania sacó a la luz la miríada de facciones étnicas rebeldes que condenan esa acción sin acercarse a los aliados de la dirigente derrocada Aung San Suu Kyi, pero que podrían jugar un papel clave sobre el futuro del régimen militar.

Birmania está sumida en el caos desde el golpe de Estado de una junta militar el 1 de febrero, que puso fin a diez años de democracia vividas con entusiasmo por la etnia mayoritaria Bamar.

Sin embargo, para las minorías que vivían en territorios en gran medida fuera del control del Estado, la administración de Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz, era más un enemigo que un aliado.

Aunque cada organización étnica tiene sus propias demandas, un objetivo común los une: el federalismo, que les permitiría disponer de medidas de autogobierno.

Aung San Suu Kyi y su partido de la Liga Nacional para la Democracia (LND) les hicieron esta promesa en el pasado, a cambio de su apoyo electoral.

Pero a pesar de su arraigada desconfianza hacia el partido LND, varios grupos rebeldes han condenado el golpe y la represión del movimiento de protesta, que ha causado más de 700 muertos.

Al menos tres grupos en el este del país, entre ellos el Partido Progresista Nacional Karen (KNPP), albergan a miles de militantes anti-junta.

Y la forma en que los grupos rebeldes pueden enfrentarse al régimen militar está siendo objeto de escrutinio.

Impacto enorme

Según el historiador Thant Myint U, su participación podría ser una oportunidad para defender su causa por el federalismo.

“Sus acciones en los próximos meses podrían tener un impacto enorme en una situación que sigue siendo muy volátil”, declaró.

Las Naciones Unidas manifestaron esta semana que temen un conflicto generalizado como en Siria.

Los militares, de la etnia mayoritaria Bamar, trataron de sofocar los conflictos con ceses del fuego estratégicas, cediendo a los rebeldes el control de sectores enteros del país.

Sin embargo esos ceses del fuego comenzaron a romperse. El poderoso Ejército de Liberación Nacional Ta’ang (TNLA) y dos grupos aliados del noreste anunciaron que no respetarán la tregua, irritados por la represión de la junta militar.

Estas declaraciones suscitan esperanza en el seno del movimiento a favor de la democracia, que esperan que estos grupos se reúnan bajo la misma bandera anti-junta en una especie de “ejército federal”.

La idea fue planteada por Pyidaungsu Hluttaw, que representa al órgano legislativo depuesto e intenta formar un gobierno paralelo.

También publicaron el 1 de abril “una carta de la democracia federal” que estipula un papel de gobierno para las facciones étnicas armadas.

Pero el TNLA y otros rebeldes del norte, no han respondido hasta ahora a la mano tendida por el CRPH.

“Nos miramos el uno al otro pero no estamos totalmente con (el CRPH)”, subrayó.

En el estado de Karen, al sureste del país, el ejército lanzó ataques aéreos contra las ciudades controladas por la Unión Nacional Karen (KNU), una de las facciones políticas más importantes.

Uno de los funcionarios de la KNU, Padoh Saw Taw Nee, dijo que era “cautelosamente optimista” sobre la promesa de federalismo del CRPH.

“Hay muchos obstáculos, pero estamos tratando de encontrar una manera de derrocar a nuestro enemigo común”, afirmó