El presidente Alberto Fernández, que solía estar presente en cada anuncio, ha desaparecido de la escena política, dando paso a sus ministros. La desaparición forma parte de una estrategia para intentar revertir la fuerte derrota electoral sufrida el 12 de septiembre.

Debilitado por el revés, el mandatario se ha convertido en un actor secundario dentro de su propio gobierno, ahora bajo la intervención de su vicepresidenta, Cristina Fernández.

El viernes, Argentina abrirá sus fronteras a los turistas brasileños, pero a quienes visiten el país les puede resultar extraña la ausencia del presidente Alberto Fernández, ocultada por su propio gobierno.

El presidente ha desaparecido a raíz una intervención en su gobierno por parte de la vicepresidenta, Cristina Fernández, consecuencia de la dura derrota del partido peronista en las elecciones primarias. “Es una desaparición ante las cámaras, pero también política”, explica a Radio Francia Internacional el politólogo Sergio Berensztein.

La fuerte derrota en las elecciones primarias del 12 de septiembre reveló que la mayoría de los argentinos rechaza al gobierno y piensa votar a la oposición en las elecciones legislativas del 14 de noviembre.

Entre las diversas explicaciones de la derrota, una se señala como la principal: la pérdida de autoridad presidencial a partir de una fiesta clandestina que el presidente y la primera dama dieron en la residencia oficial en julio del año pasado, en medio de un encierro en el contexto de la pandemia.

“Después de la foto que muestra la fiesta de cumpleaños de su esposa, la imagen positiva del presidente que ya venía cayendo, se fue cuesta abajo. Alberto Fernández gestionó muy mal la situación”, acota por su parte a RFI Raúl Aragón, analista de opinión pública.

Se prohibió a los argentinos salir de sus casas y celebrar cualquier reunión social. Sin embargo, mientras imponía la cuarentena más larga y severa del mundo, Alberto Fernández organizó una fiesta de cumpleaños para su esposa.

Cuando fue descubierto, primero lo negó, luego culpó a su mujer y minimizó el asunto argumentando que “no hubo delito porque nadie se contagió”. Fue acusado y propuso donar la mitad de su salario durante tres meses.

Ahora, la estrategia es desvincular la cara del presidente de la campaña electoral. Si la imagen positiva de Alberto Fernández alcanzaba el 70% en abril del año pasado, hoy no supera el 25% y esta cifra sigue bajando.

Al mismo tiempo, con el presidente fuera de los focos, el Gobierno quiere dar la impresión de que Alberto Fernández está reflexionando sobre sus errores tras escuchar el mensaje de las urnas.

Otra de las razones para apartar al presidente de la escena es diluir su lema hasta su derrota en las primarias, cuando afirmó que las elecciones actuarían como un plebiscito a su gestión.

La cara del nuevo gobierno

Si un turista llega ahora al país, podría imaginar que el gobierno ha cambiado. De hecho, esa es la intención: dar una nueva cara a la administración. Y esa cara es la del nuevo jefe de gabinete de ministros, Juan Manzur, que, por el grado de exposición, parece el nuevo presidente.

“El peronismo quiere demostrar gobernabilidad. La gestión diaria está ahora en manos de Manzur”, señala Berensztein.

La orden dentro del gobierno es generar una buena noticia al día y anunciar beneficios para algún segmento social. Desde hace diez días, Manzur anuncia medidas populares para intentar invertir la tendencia a la derrota en las elecciones legislativas del 14 de noviembre.

Entre los anuncios se encuentran el aumento del salario mínimo con el consiguiente incremento de las pensiones mínimas y los planes de asistencia social, el aumento de la banda de exención del impuesto sobre la renta, nuevas ayudas de emergencia, créditos sin intereses, la apertura de las fronteras y la eliminación de las restricciones en el contexto de la pandemia.

Todas estas son medidas que un presidente querría anunciar, pero la orden es que Alberto Fernández guarde silencio.

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“Para recuperar votos, quieren mostrar eficacia. Esto se traduce en dinero en los bolsillos de la población y en la imagen de ministros con mucha experiencia de gestión”, señala Aragón.

Fernández es un presidente debilitado y rodeado de nuevos ministros fortalecidos, todos ellos nombrados por su vicepresidenta, Cristina Fernández, el verdadero poder dentro del gobierno.

“El gobierno es totalmente suyo. Alberto Fernández intentó enfrentarse a ella, pero no tuvo valor. Ha perdido el pulso. El gobierno es Cristina Kirchner”, dijo Aragón.

El control del Congreso

Las elecciones legislativas de noviembre son cruciales para la vicepresidenta Cristina Fernández, porque determinarán si el partido gobernante puede controlar el Congreso. El gobierno tiene mayoría en el Senado y pretende hacerse con el control de la Cámara de Diputados. Ahora es poco probable que lo consiga en la Cámara y posiblemente pierda en el Senado.

Tener mayoría es crucial para nombrar a los jueces y para la reforma del poder judicial que quiere Cristina Fernández como herramienta para librarse de los juicios de corrupción.

“La política argentina cambió después de las primarias. La agenda que quería imponer el presidente Alberto Fernández estaba desvinculada de las urgencias de la sociedad. Ahora, esta agenda tiene que estar en sintonía con la demanda popular”, interpretó Sergio Berensztein.

Una encuesta de la consultora Management & Fit indica que el 15,3% de los votantes estaría dispuesto a cambiar su voto. Esto se suma a un buen número de personas que se abstuvieron de votar. Este es el público objetivo del gobierno.

Vale todo

Con tal de conservar el poder, el peronismo está dispuesto a utilizar prácticas clientelares y a dinamitar las cuentas fiscales.

Este clientelismo se ha practicado a plena luz del día. Los candidatos del gobierno han repartido electrodomésticos, bicicletas, alimentos e incluso dinero a cambio de votos.

Según la consultora Invecq, los citados anuncios para aumentar el consumo podrían costar alrededor del 1,3% del PIB argentino a finales de año.

Como las arcas del Banco Central de Argentina están prácticamente vacías, este dinero distribuido es artificial. La emisión monetaria sin respaldo podría alimentar una tasa de inflación anualizada del 51,4%.

“Si se pone dinero en los bolsillos de la gente pero la inflación sigue siendo alta, no es bueno. La inflación se come esos aumentos”, relativiza Raúl Aragón.

Todos los economistas prevén una devaluación de la moneda argentina tras las elecciones. Es probable que la factura tenga un alto precio: más inflación, más pobreza y, probablemente, más dificultades para alcanzar un acuerdo aplazado con el FMI.

“Harán todo lo posible por reducir la diferencia de votos, pero revertir el resultado es muy difícil”, cree Sergio Berensztein.

“No creo que el Gobierno sea capaz de revertir el resultado, pero si consigue reducir la diferencia, lo celebrará. Perder por menos será una especie de victoria”, concluyó Raúl Aragón.