Un crisis sufre el gobierno de Argentina tras la aplastante derrota en las elecciones primarias y -como consecuencia- la renuncia de 5 ministros cercanos a Fernández.

Diversas fueron las reacciones de las autoridades, entre ellas, las de la vicepresidenta de la de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner.

“Esto no es un golpe, no fue la intención”, se asegura desde el kirchnerismo. Bien entrada la noche del miércoles, Kirchner dejó saber a Alberto Fernández que la decisión de pedirles a sus ministros y funcionarios que pusieran “a disposición” su renuncia no tuvo como objetivo asestarle un golpe.

Por el contrario, buscó “liberarlo” de presiones para que decidiera los cambios que quisiera en su equipo.

Según reportó el Clarín, no fue una marcha atrás de la vicepresidenta, que está convencida en que tras la derrota electoral hay que reperfilar el Gobierno.

Se indicó que, más bien, es una aclaración ante la incomodidad que le generaba quedar en un lugar que siempre le atribuyó a otros sectores de poder.

Cristina “podría haber desactivado el conflicto con un llamado” al presidente. Más allá de enterarse por la prensa de las renuncias, esperó un gesto de la vicepresidenta que le permitiera apagar el escándalo

Crisis en Argentina

Según confirmaron fuentes oficiales, el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, y al menos otros cuatro ministros, pusieron su dimisión a consideración del presidente.

Todos ellos eran integrantes del ala kirchnerista del Gobierno, liderada por la expresidenta y actual vicepresidenta.

“Escuchando sus palabras del domingo por la noche, donde planteó la necesidad de interpretar el veredicto que ha expresado el pueblo argentino, he considerado que la mejor manera de colaborar con esa tarea es poniendo mi renuncia a su disposición”, escribió De Pedro en la misiva dirigida a Fernández.

Medios locales aseguraron que, además, otros funcionarios kirchneristas de menor rango también han puesto su renuncia a consideración de Fernández.

El jefe de Estado aún no ha definido si acepta o no las dimisiones, una encrucijada que podría redefinir completamente un gabinete dividido entre kirchneristas y albertistas.