La historia comenzó como un hallazgo fortuito de obra y terminó con un expediente que amenaza con romper el silencio de uno de los casos más fríos, macabros y extraños de Argentina.
Durante 41 años, el crimen de Diego Fernández Lima, quien en 1984 cuando tenía 16 años, fue declarado desaparecido y cuyo padre murió sin conocer su destino final, estuvo en silencio. Esto, hasta que sus restos óseos aparecieron en mayo de 2025 en la casa lindante donde residió brevemente, a principios de los 2000, el músico Gustavo Cerati en el barrio de Coghlan en la Ciudad de Buenos Aires.
En un chalet de avenida Congreso al 3.742, unos albañiles que trabajaban en la construcción de una medianera encontraron huesos detrás del polvo disipado. El rumor corrió entre ellos hasta llegar a oídos de quien, desde hacía más de 40 años, vivía en esa casa: Cristian Graf (56), excompañero de colegio de Diego y ahora principal sospechoso.
A pesar de toda la presión mediática y el interés social, el asesinato de Fernández Lima va camino a la prescripción por las cuatro décadas que pasaron. Pero el fiscal Martín López Perrando tiene aún una manera de traer algo de “justicia” al caso.
Hasta seis años en prisión: el delito por el que podría ser investigado el presunto asesino de Diego Fernández Lima
De acuerdo al Código Penal de Argentina, para homicidios simples la pena es de 12 años y para el homicidio agravado —que contempla prisión perpetua—, el plazo de prescripción de la acción penal es de 15 años.
Como la acusación por el asesinato de Fernández Lima ya no es posible (fue en 1984), el fiscal López Perrando va contra Graf por el delito de encubrimiento agravado y supresión de evidencia, cargos que por el momento mantienen en pie el expediente —hay un llamado a indagatoria en curso— y podrían derivar en una pena de hasta seis años de prisión.
La estrategia parece clara: evitar que el caso caiga en el olvido judicial por el paso del tiempo.
Según lo anticipado por el diario Clarín, López Perrando tiene dos puntos difíciles de ignorar. Primero, en 1984, Graf ya vivía en el chalet y todavía vive allí. Y, por supuesto, que conocía a Diego, porque en 1983 habían sido compañeros de segundo año en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N° 36.
La causa, que en un primer momento ganó fama mundial bajo el título “los huesos en la casa donde vivió Gustavo Cerati”, hoy tiene otro tinte: la de una investigación contrarreloj que intenta reconstruir una historia en la que las certezas de justicia son pocas, pero sobran las coincidencias del principal personaje implicado en la tragedia.
De un compañero de colegio a los obreros: relatos que complican al rompecabezas
En la última semana, surgió un nuevo capítulo inesperado que aportó más polémica. En el canal América TV apareció Adrián Farías, quien se presentó como otro excompañero de colegio y expuso una contundente acusación en contra de la víctima, incapaz de defenderse.
En diálogo con el polémico periodista argentino Rolando Graña, el hombre afirmó que Diego Fernández Lima habría intentado violarlo en uno de los baños de la ENET.
“Intentó violarme en el baño del colegio. Yo estaba en segundo año; él era un año más grande porque había repetido”, relató Farías el lunes pasado en el noticiero nocturno.
Respecto a Graf, el sospechoso de matar a Fernández, lo describió como un chico “tranquilo” y dijo que nunca imaginó su presunta vinculación con el caso de la desaparición y posterior muerte.
“Éramos un colegio bastante complicado; de hecho, mis padres me sacaron de ahí porque ya era intolerable la convivencia”, comentó Farías sobre su adolescencia.
Las autoridades no confirman aún la fuerte versión de este enigmático hombre, pero continúan citando a personas del entorno de la víctima para reconstruir el rompecabezas. Farías ya anunció que se presentará en la fiscalía y que tiene legajos escolares para acreditar que fue compañero de Diego y de Graf.
Mientras tanto, los dichos de los obreros de la casa de Coghlan siguen siendo la columna vertebral de la acusación. Según ellos, Graf no sólo vigilaba cada paso que daban, sino que repitió tres versiones alocadas sobre el origen de los huesos: que si eran de la época en que había un establo, que si llegaron con tierra de relleno o que tal vez vinieron en un camión volcador.
Un albañil contó sobre la advertencia de Graf para que no tocaran un árbol pequeño al lado de un bananero, justo donde luego se supo que estaban los restos de la víctima.
Para la fiscalía, lo expresado por Graf no son más que coartadas improvisadas.
En un escrito de 35 páginas al juez de Instrucción Alejandro Litvack, López Perrando pidió la declaración indagatoria de Graf: “Las manifestaciones de Norberto Cristian Graf resultan no sólo absolutamente inverosímiles, sino que denotan un claro conocimiento previo de la existencia de los restos óseos en el lugar; así como una intención deliberada de desviar la atención y generar hipótesis falsas que relativizaran o confundieran su hallazgo”.
En un caso enterrado por 41 años, si la fiscalía no logra sostener con pruebas la imputación, el expediente por el crimen de Diego Fernández de Lima podría cerrarse sin condena y pasar al archivo.