Cuando se anunció la boda entre el príncipe Harry y Meghan Markle, muchos hablaron de un cuento de hadas y pensaron que la exactriz norteamericana se convertiría en princesa de Inglaterra… pero estaban en un error.

Tal como ocurrió con Kate Middleton, Markle no pudo convertirse en princesa debido a que dicho título está reservado sólo a las mujeres nacidas dentro de la familia real, como las nietas de la reina Isabel II: Beatriz, Eugenia y Charlotte.

Sin embargo, todas las nuevas integrantes de la realeza requieren de alguna distinción, por lo que la Reina suele concederles un título nobiliario.

Antes de la boda, mucho se debatió acerca del título que recibirían Meghan y Harry. La única certeza es que iba a ser un Ducado. En ese momento se barajaron varias opciones que no contaban con duques, entre las que destacaban Clearence, Connaught, Windsor y Sussex, todas con una carga negativa asociada.

El menor de los males era Sussex, por lo que a pocas horas antes del matrimonio, el palacio de Buckingham confirmó el nombramiento de la pareja como los nuevos duques de Sussex.

Kensington Palace
Kensington Palace

Según la agencia de noticias AFP, Sussex es un histórico condado en la costa del sudeste de Inglaterra, con una población de 1,6 millones de personas. En dicho lugar se llevaron a cabo importantes batallas para la historia de Inglaterra y la Corona británica.

El territorio se convirtió en ducado en 1801, cuando el príncipe Augusto Federico recibió el titulo creado para él por su padre, el rey Jorge III.

El poder sobre el amor

El primer duque de Sussex era una hombre educado, modernizador e incluso impulsó una campaña para acabar con la esclavitud. Sin embargo, no tuvo una vida amorosa fácil, ni menos un final feliz.

El príncipe se casó dos veces, pero ambos matrimonios fueron anulados por no cumplir la ley, y por la falta de rango de las novias, pese a que tampoco eran plebeyas.

 National Portrait Gallery
National Portrait Gallery

Su primer amor fue Lady Augusta Murray, a quien conoció mientras viajaba por Italia, antes de convertirse en duque.

La pareja mantuvo una relación en secreto, hasta que en 1793 se fugaron a Roma para casarse, afirmó el portal de la cadenaBBC.

Meses después volvieron a contraer matrimonio en la iglesia de San Jorge, en Londres, sin entregar sus nombres completos ni testigos de la unión.

A pesar de las precauciones, Jorge III los descubrió y usó la Ley de Matrimonios Reales para anular el vínculo. Con esto, los dos hijos que habían nacido de esa relación pasaron a ser ilegítimos.

La pareja vivió junta sin estar casados oficialmente, pero se separaron en 1801 cuando el rey logró persuadir al príncipe Augusto otorgándole el título de Duque de Sussex, Conde de Inverness y Barón Arklow, además de nombrarlo Caballero de la Nobilísima Orden de la Jarretera. A esto se sumó una suculenta pensión a cambio de acabar con la polémica relación.

Tras la partida de Augusto, Lady Augusta se quedó al cuidado de sus hijos y recibió un escaso aporte económico de su exesposo. Ella falleció a los 62 años, tras lo cual el nuevo duque volvió a contraer matrimonio.

Royal Collection Trust
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Esta vez, eligió comprometerse con su amante, la viuda Lady Cecilia Letitia Buggin, con quien finalmente se casó en 1831 en el palacio de Kensington, actual lugar de residencia de Meghan, Harry, William y Kate, entre otros miembros de la familia real.

La nueva unión también fue anulada por la Ley de Matrimonios Reales, por lo que Lady Cecilia no pudo convertirse ni en princesa ni en duquesa de Sussex, además se transformó en una paria de la sociedad noble de la época.

Esto cambió en 1841, cuando la reina Victoria le concedió el título de Duquesa de Inverness, como favor a Augusto Federico, su tío favorito, el mismo que la entregó en el altar en el día de su boda con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha.

Los duques vivieron juntos hasta la muerte del príncipe, en 1843. Cecilia falleció 30 años más tarde, en el palacio de Kensington, donde fue enterrada al lado de su segundo esposo.

Royal Collection Trust
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