Las preguntas del título parecen el arranque de una broma de un artista de stand-up o el argumento de un cuento de ciencia ficción, pero mientras estamos ocupados con nuestras crisis en la Tierra, la industria espacial está avanzando a toda velocidad para volver a la Luna y, desde allí, intentar llegar a Marte.

El éxito de la misión Odysseus, el módulo que llegó hasta la Luna el 22 de febrero de 2024, reactivó numerosas dudas sobre cómo se puede desarrollar la vida humana cuando comience una muy posible colonización de Marte y, posteriormente, el espacio. Numerosas compañías ya están trabajando en eso y se espera que una nave del programa Artemis llegue a la Luna en el 2026 con astronautas a bordo, con el objetivo de empezar a planificar bases en el satélite.

Pero como quedó en claro con la fallida misión no tripulada a la Luna que precedió al Odysseus, la sonda Peregrine, la aventura espacial abre muchísimas cuestiones legales, éticas y hasta religiosas. Por ejemplo, ¿qué pasaría si un astronauta judío o musulmán muere en la Luna? ¿Se seguirán allí los estrictos preceptos religiosos? ¿Habrá cementerios en la Luna?

La alusión al tema de la religión no es caprichosa: la Peregrine, que despegó desde la Tierra el 8 de enero de 2024, llevaba a bordo restos cremados de cerca de setenta personas (y de un perro) para darles un “entierro espacial”, un emprendimiento comercial que generó amplias polémicas.

Las críticas más intensas, recuerda Perfil, llegaron desde los voceros del pueblo indígena norteamericano de los Navajo. La Luna, dijo el presidente de esa nación, Buu Nygren, “ocupa un lugar sagrado en la cosmología navajo”. Nygren subrayó que la idea de transformarla “en un lugar de descanso para restos humanos es profundamente perturbadora e inaceptable para nuestro pueblo y muchas otras naciones tribales”.

De todas maneras, estos “entierros espaciales” no se llevaron a cabo. El Peregrine sufrió una pérdida de material propulsor poco después de separarse del cohete Vulcan que lo había puesto en dirección a la Luna. La nave quedó seis días en órbita y al entrar de regreso a la atmósfera de la Tierra se calcinó por completo, incluyendo toda su carga.

Igualmente, la polémica ya quedó instalada. Para empezar, la producción y gestión del Peregrine estuvo a cargo de una empresa privada, Astrobotic Technology (lo mismo ocurrió con el módulo Odysseus, desarrollado por Intuitive Machines), y ni la NASA ni el gobierno estadounidense tienen mucho poder sobre lo que se lleva a bordo de estas sondas lunares.

Se trata, como viene ocurriendo desde hace ya varios años con la exploración espacial, de un negocio. Por ejemplo, los familiares de las personas cuyos restos fueron cremados y puestos en la Peregrine pagaron cerca de 13.000 dólares para el “entierro espacial”. La propia agencia espacial estadounidense le pagó 108 millones de dólares a la empresa que desarrolló la Peregrine para que transportara en la sonda los equipos para llevar a cabo seis experimentos científicos.

Astrobotic facturó con los “entierros espaciales” y con una compañía que despachó en la Peregrine una lata de su bebida deportiva en polvo… para que los futuros astronautas puedan mezclarla con “agua lunar”.

Volviendo al problema de los restos humanos en la Luna, en medio de la controversia con los Navajo dos expertos en asuntos religiosos compartieron un análisis sobre los futuros problemas que se activarán en ese frente. “Los rituales de muerte en las religiones del mundo fueron moldeados por milenios de tradición y práctica”, recordaron los profesores Joanne Pierce y Mathew Schmalz, del College of the Holy Cross, una universidad privada estadounidense católica con base en Worcester, Massachusetts.

Si bien las cenizas no llegaron a destino, su presencia en la sonda “planteó algunas cuestiones religiosas importantes: las creencias sobre la naturaleza contaminante del cadáver, la aceptabilidad de la cremación y el carácter sagrado de la Luna varían según las tradiciones”, señalaron Pierce y Schmalz en un artículo para The Conversation.

Cementerios en la Luna

Para los judíos, por ejemplo, los rituales funerarios son muy estrictos y en general son respetados por una gran mayoría de las personas que profesan la religión hebrea. Los judíos acostumbran enterrar a sus muertos lo antes posible. En el supuesto caso del astronauta judío o el futuro colono que esté trabajando en una empresa en la Luna: ¿la superficie de nuestro satélite cuenta como ‘tierra’? ¿Y quien recitará las plegarias tradicionales del entierro? ¿Quien cumplirá con el solemne ritual de lavar el cuerpo de la persona fallecida? ¿Estarán disponibles cementerios judíos en la Luna?

Para los musulmanes, por su parte, la cremación está estrictamente prohibida. El Islam dicta que, después de la muerte, el difunto debe ser lavado ritualmente, envuelto en mortajas y llevado para entierro en un cementerio lo antes posible.

Pierce y Schmalz recordaron que en el 2007, cuando el primer astronauta islámico de Malasia se preparaba para despegar, la agencia espacial de la nación del sudeste asiático “publicó directivas religiosas sobre los rituales de entierro de los musulmanes en el espacio”. Esas normas decían que si no era posible traer el cuerpo de regreso, entonces debía ser “enterrado” en el espacio después de una breve ceremonia. “Y si no hubiera agua disponible para los rituales ceremoniales, entonces se debería barrer ‘polvo santo’ sobre la cara y las manos ‘incluso si no hay polvo’ en la estación espacial”.

Aunque todavía parezcan cuestiones de fantasía, estos temas son más urgentes que nunca. De hecho, las sondas Peregrine y Odysseus son parte del proceso para volver a llevar seres humanos a la Luna y, desde allí, en algún momento, quizás a Marte.

El programa Artemis, de la NASA, tuvo su primera misión, sin tripulantes, en el 2022. La segunda, ya con un equipo humano a bordo, está en agenda para el 2025. Y la Artemis 3, se espera, llevará astronautas hasta la Luna en el 2026.

Las misiones del programa Artemis acercarán todavía más el futuro espacial de la humanidad. En un reportaje publicado en el website Space.com, la investigadora Monisha Ravisetti apuntó que, al menos por ahora, en la Luna no hay leyes. “Con el éxito de Odysseus, ahora sabemos que tanto las agencias espaciales como las no espaciales pueden comenzar a poblar la Luna con varias cosas que deseen enviar allí”, reseñó.

“A medida que se acelera la privatización del espacio, el laberinto ético y legal se profundiza” fuera de nuestro planeta, escribió por su parte la profesora Carol Oliver, de la University of New South Wales, en Sydney, Australia. Oliver opinó que “no se puede dar marcha atrás en el tiempo” y desactivar las empresas espaciales privadas como Astrobotic y sus “entierros” en la Luna, “ni deberíamos hacerlo”. Sin embargo, la fallida misión del Peregrine, con sus cargamentos de dudosa utilidad “ejemplifica las cuestiones inexploradas en la infraestructura legal y ética para respaldar las actividades comerciales” en el espacio.

Citado por Ravisetti, el astrofísico Martin Elvis, un experto de Harvard y del complejo Smithsonian, recordó que el único tipo firme de “reglamento espacial” que existe por el momento es el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, de 1967, que describe principios como “los estados serán responsables de los daños causados por sus objetos espaciales” y “los estados evitarán la contaminación dañina del espacio y los cuerpos celestes”.

Por su parte, los más actuales Acuerdos Artemis fueron puestos en marcha por Estados Unidos como parte de un esfuerzo para lograr que el mayor número posible de países interesados en el espacio “se pongan de acuerdo sobre una exploración pacífica”, señala la nota de Space.com. “Lleva el nombre del ambicioso programa Artemis de la NASA, cuyo objetivo es llegar a la Luna en los próximos dos años, y algún día también a Marte”, destacó la autora. Pero el problema es que no son vinculantes. “Incluso si proporcionan un marco útil para el día en que finalmente se escriban las leyes espaciales -apuntó Ravisetti-, no son leyes”.

“Si tomas una piedra (en la Luna) y la pones en una bolsa, es tuya”, alertó Elvis sobre los Acuerdos Artemis. Lo que se encuentre en el espacio, insistió, “pertenece a la agencia o al estado” que lo descubrió.

Este es un buen momento, subrayó por su lado Oliver, para “detenerse a pensar” en el mundo del futuro, con su “minería de asteroides y la eventual colonización del espacio”. O pensar cómo hacer para conciliar la religión, la ética, la ciencia y los negocios.