Septiembre es un mes de celebraciones. O eso se espera. Pero se ha transformado en un mes de confrontaciones, donde se pone en cuestión lo que se celebra -muchas veces con buenas razones-, y lo que se conmemora.

A principios de mes, un sector celebró los 50 años del triunfo en las elecciones presidenciales de 1970 de Salvador Allende con la Unidad Popular. Otros, por supuesto, se pusieron en la vereda contraria, haciendo memoria sobre lo que fue -parte de- ese gobierno y culpándolo del golpe de Estado.

Luego vinieron las conmemoraciones del 11 de septiembre, mientras otros, en forma privada, siguen celebrando cada aniversario del Golpe cívico-militar.

El 18 de septiembre es, sin dudas, la fecha que concita mayores consensos. Aunque los años sin pandemia, un alto porcentaje se “escapa” de las ciudades, lo pasa “en familia”, haciendo de esta fecha un fin de semana largo para descansar. No para ser parte de una celebración colectiva.

Llegamos al 19 de septiembre, Día de las Glorias del Ejército. Donde unos ven las hazañas bélicas en diversas guerras (España, bolivia y Perú) otros vean las represiones y crímenes cometidos contra población civil del propio país. Y argumentan, con razón, que el Ejército no sólo no ha pedido perdón de manera sincera frente a crímenes horrorosos, sino que sigue ocultando información, destacando a importantes represores de los Derechos Humanos (como defender que sigan las placas conmemorativas de Manuel “Mamo” Contreras en recintos de formación de la institución) y manteniendo en la Parada Militar las mismas marchas de “siempre”.

Y viene el alevoso asesinato de Víctor Jara y el posible crimen de Pablo Neruda, por mencionar sólo algunos de los hechos que, cada año, con mayor o menor fuerza, hacen tan intenso este mes.

Reconocer al otro

Con tanta confrontación, descalificación y agresividad, es difícil preguntarse qué celebra en el fondo quienes celebraron, por ejemplo, el triunfo de la Unidad Popular.

Creo que muchos de ellos celebran el triunfo de la posibilidad de construir un sueño. La posibilidad de distintos sectores postergados de ser protagonistas en un país marcado por su clasismo, las fuertes diferencias sociales y el racismo. Sueños de dignidad, de ser considerados y sentirse “personas”, protagonistas de sus destinos o, al menos, de poder ofrecer un futuro mejor a sus hijos.

Cuando muchos enrostran los desastres económicos y sociales que generó la Unidad Popular, olvidan que detrás de ella había sueños no sólo legítimos. Eran sueños reparadores.

Sin embargo, y más allá del intervencionismo de Estados Unidos, de los actos terroristas de Patria y Libertad como del boicot de gran parte del empresariado, se vivía en una época de Guerra Fría. En ese contexto, un país pequeño como Chile podía estar con Estados Unidos o con la Unión Soviética, era muy difícil una tercera vía. En ese contexto de blanco y negro, los sueños de justicia y dignidad iban aparejados con un posible futuro de opresión, como lo era la Unión Soviética.

Los hechos se deben ver desde distintas perspectivas y es bueno reconocer en el otro los diversos aspectos en juego. Celebro los sueños -todavía pendientes- que despertó la Unidad Popular, pero no estoy de acuerdo con ninguna dictadura. Entiendo los temores de un importante sector del país de caer en el ámbito de la Unión Soviética (exacerbados de manera grosera por la propaganda de la época), pero esos deseos de preservar ciertos grados de libertad -que eran privilegio de algunos- no podían ser a costas de una dictadura que aplastó sueños, torturó y asesinó. Y de paso favoreció a un pequeño sector del país.

Septiembre debiera ser un mes para reflexionar, para mirarnos, para ver qué celebra o conmemora cada cual y, a partir de ello, indagar en qué podemos tener en común, qué de ese otro -que está aparentememte en la otra vereda- puedo compartir o, al menos, debatir con ideas, con argumentos, con sentimientos, vivencias.

Hacer de septiembre el mes de la patria implica hacer esfuerzos por incluir a todos, escuchando y respetando, buscando puntos en común sin borrar o eliminar. Planteando mis ideas y sueños considerando a las personas con las que me estoy comunicando. Recordando para construir un futuro en común.

Es necesario hacer esfuerzos por hacer de septiembre un mes significativo para el país, y no tapar los problemas en las fondas o en el escape de fin de semana largo. Conmemorar con los otros, asumiendo diversidad de miradas, de intereses, reconociendo al otro, sin olvido.