Todos los seres humanos necesitamos válvulas de escape para huir esporádicamente, y por breves intervalos, de las angustias y urgencias que nos impone la realidad diaria. Esas válvulas de escape, que son proporcionales a la gravedad y persistencia de nuestras angustias, van desde la inocente pista de una película hasta la oración profunda que logran por momentos aliviar a nuestro corazón y a nuestra cabeza.

Tienen esa función un sin número de alternativas, desde el simple relato de un chiste hasta terapias prolongadas que nos evitan un colapso nervioso de graves consecuencias.

Ciertamente que esa angustia que necesita escape es especialmente necesaria y urgente en aquellos casos en que el sujeto desempeña una función en continua crisis y que lo sorprende mal preparado y mal dispuesto para esa tarea.

En general, es de imaginarse las presiones anímicas que sufre un mandatario que, además, vive rodeado de una nube de aduladores que le impiden percibir la realidad tal como verdaderamente es.

Las válvulas de escape del Presidente Gabriel Boric

Cuando aludo a todo esto, estoy pensando principalmente en el Presidente Gabriel Boric, que cumple todo los requisitos para necesitar muy poderosas válvulas de escape. No solo no está preparado para la función que el destino le ha deparado, sino que está tironeado a toda hora por las diferencias notables entre su destartalada y variopinta coalición de gobierno.

Esa situación, me ha hecho pensar mucho en cuales pueden ser las válvulas de escape de ese atormentado personaje que, para peor, es tan incidente en la vida diaria de cada uno de nosotros los chilenos.

Mi conclusión es que la principal vía de escapismo de nuestro actual presidente son los viajes al extranjero. Por eso es que agobia a su Ministerio de Relaciones Exteriores con la preparación de giras que nada parecen tener que ver con los intereses nacionales.

El Presidente parece no haber entendido que sus viajes iniciales eran bien acogidos porque lo amparaba la novedad de su juventud, de su falta de preparación, del idealismo y extremismo de sus declaradas intenciones y la sorpresa de ver a un país como Chile sumiéndose en esos peligrosos avatares.

Ocurrió en esos primeros viajes lo que ya había pasado en tiempos de Allende, en que la curiosidad del experimento chileno atraía nubes de periodistas de todo el mundo para informar como marchaba este laboratorio austral. Por cierto que todos ellos dejaron de venir en cuanto el régimen demostró que su experimento era una simple pantalla para intentar un vulgar y corriente régimen marxista. Para eso, les quedaban más cerca destinos como Cuba, Yugoslavia y la propia Rusia de modo que Chile paso a segundo término.

Los viajes de Boric son lo mismo. Se ha perdido ya la novedad y la voz de Chile cada vez se oye menos en el ámbito internacional y sus visitas a países como Estados Unidos y de Europa Occidental son más molestias de protocolo que novedades interesantes. Sin embargo, son imprescindibles para un mandatario acosado por la realidad diaria que en esa lejanía puede estar seguro de salir a la calle sin que nadie lo apostrofe o siquiera lo reconozca.

Sería injusto afirmar que el presidente se pasa en viajes sin propósito, que además son muy costosos porque se hace acompañar por un sequito siempre numeroso.

Relaciones exteriores y seguridad nacional

De ese modo los viajes al extranjero son insuficientes en su función de vías de escapismo, y el presidente las multiplica con declaraciones sobre política exterior en que sabe que las respuestas de los aludidos serán lejanas y amortiguadas por los códigos de protocolo.

Desgraciadamente, el presidente parece no haberse dado cuenta que las relaciones exteriores son uno de los factores más importantes en la defensa nacional, sobre todo de los países pequeños y débiles.

Una buena relación internacional, sobre todo con los vecinos y los países más importantes del mundo es frecuentemente más importante que los ejércitos, y Chile llegó a disponer de una posición así durante muchísimos años, de modo que arruinarla sería un verdadero atentado a la propia seguridad nacional.

Para Chile, una buena relación con Argentina y Perú vale más que muchas relaciones buenas como la de Cuba o Venezuela. Una buena relación con Estados Unidos vale más que cualquier gesto de aprobación de China o Rusia. Esas realidades diplomáticas parecen no estar debidamente comprendidas por nuestro actual mandatario.

En el ánimo de orientar a nuestro mandatario, me atrevería a recalcarles tres observaciones:

1.- Las relaciones exteriores son para Chile tanto o más importantes que la preparación de sus Fuerzas Armadas. Ha ocurrido así por mucho tiempo y sería muy penoso y peligroso salirse de ese escudo protector por darse gustitos verbales para ver si aplaude a alguien en la galería.

Las buenas relaciones, además, siguen una escala de valores que comienzan con los países vecinos y con los poderosos de la región del mundo en que nos encontramos. Como buen ejemplo de todo esto, abundan los casos en la historia. Suiza se encamina al milenio de independencia y de integridad territorial gracias a una política exterior sabia, prudente y sin estridencias como que su mayor despliegue militar son los desfiles de la guardia suiza que cuida la seguridad del Papa en el Vaticano. Y ese ejemplo, es similar para Mónaco, Andorra, Liechtenstein o Luxemburgo.

2.- Yo tuve un amigo al que admiré mucho por su inteligencia y agudeza de pensamiento. En una ocasión, en que estábamos en una pequeña reunión de amigos, uno de ellos le pregunto cuál era a su juicio el mayor poder que existía en el mundo. Contestó con una pregunta: ¿Quién es más fuerte, el gigante enorme y fuertísimo, capaz de aplastar a cualquiera con un pie, pero que es algo torpe y lento o el enano contrahecho que está sentado en su hombro y le dicta al oído lo que tiene que hacer? Todos nos inclinamos por el enano, y entonces nos dijo por eso, el poder más grande que existe en el mundo es el de Israel, que le susurra al oído a Estados Unidos cada vez que lo desea.

Esta historia es para que el Presidente Boric entienda lo que le cuesta a Chile su trasnochado antisemitismo.

3.- También es conveniente que el presidente aquilate el costo nacional de los halagos a países como Cuba, Venezuela y Nicaragua que, periódicamente, explicita para contentar al Partido Comunista. Hace ya mucho rato que esas alabanzas a esos regímenes tienen muchísimo más costo para quienes las expresan, que beneficios para quienes la reciben con agrado en el ámbito internacional. No se le puede creer una vocación democrática a un gobierno que califica de tales a esos regímenes.

Así pues, hay que tener mucho cuidado cuando se es Presidente de la Republica, de las válvulas de escape que se utilizan para huir de la realidad diaria. Es preferible que antes que priorizar los viajes oficiales y las declaraciones diplomáticas, busque solaz con una buena película, o en un festival donde no lo pifien o en un hipócrita encuentro empresarial en que lo aplauden por simple protocolo.