“Somos todos migrantes”, afirmó este sábado el papa Francisco durante una visita a la isla griega de Lesbos, de donde partió al Vaticano con 12 refugiados sirios musulmanes y pidió al mundo que responda “de modo digno” a la crisis migratoria.

El viaje de apenas unas horas a Lesbos, puerta de entrada de los migrantes en Europa, estuvo marcado por muestras de cariño hacia los migrantes que huyen de la guerra y la miseria y de llamamientos a la solidaridad internacional.

El papa quiso ir más allá de las palabras y predicar con el ejemplo. “Ha querido dar un signo de acogida a los refugiados acompañando a Roma en su mismo avión a tres familias de refugiados, doce personas, de las cuales seis menores de edad”, indicó el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi.

Los refugiados se encontraban en Lesbos antes de la entrada en vigor, el 20 de marzo, de un acuerdo entre la Unión Europea (UE) y Turquía que permite la expulsión de migrantes. Una forma de evitar una intervención demasiado directa en política con un viaje que, según Lombardi es “estrictamente humanitario y ecuménico”.

La acogida y la manutención “correrá a cargo del Vaticano. La hospitalidad inicial estará garantizada por la Comunidad de San Egidio”, organización católica italiana, precisó Lombardi.

Dos de las tres familias provienen de Damasco y una de Deir Azor, en la zona ocupada por la organización yihadista Estado Islámico. “Sus hogares han sido bombardeados”, añadió.

El pasado otoño, cuando Europa central empezaba a levantar muros contra el flujo de migrantes, el papa pidió a cada parroquia del continente que acogiera a una familia, sin diferenciar entre los que huyen de la violencia y los que escapan de la miseria.

“Help”

El mensaje papal tropieza con los movimientos xenófobos en pleno auge en Europa, pero también con las reticencias de muchos cristianos frente a la llegada masiva de musulmanes.

“Somos todos migrantes”, proclamó poco antes de emprender el viaje de vuelta en una oración común con el patriarca de Constantinopla Bartolomé y el arzobispo ortodoxo de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo.

Los tres pasaron varias horas en el centro de registro de Moria, donde están confinados unos 3.000 migrantes que pueden ser expulsados por haber llegado después del 20 de marzo.

“Quiero deciros que no estáis solos (…) ¡No perdáis la esperanza!”, afirmó el papa, que espera que el mundo “responda de un modo digno” a la crisis humanitaria.

“Ojalá que todos nuestros hermanos y hermanas en este continente, como el Buen Samaritano, vengan a ayudaros con aquel espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana, que los ha distinguido a lo largo de la historia”, añadió en un reproche implícito a las políticas migratorias de varios países europeos.

En Moria, el papa estrechó cientos de manos, dio bendiciones, escuchó un coro de adolescentes y recogió dibujos de niños.

“¡Freedom!” (libertad) gritaban los migrantes, que lo recibieron con pancartas en las que se leía “Help” (ayúdennos).

“¡Bendígame!”, le dijo llorando un migrante arrodillándose a sus pies.

“Los que tienen miedo de vosotros es porque no os han mirado a los ojos (…) no han visto a vuestros hijos”, les dijo el patriarca de Constantinopla. “El mundo será juzgado por la forma en la que os trate”.

Antes de un almuerzo frugal con unos refugiados, los tres prelados firmaron una declaración en la que piden al mundo que “responda con valentía”.

Los refugiados de Moria viven en condiciones terribles, según las oenegés, desde que Europa endureció las medidas frente al éxodo iniciado en 2015. Un endurecimiento marcado sobre todo por el cierre de la ruta de los Balcanes y el acuerdo entre la UE y Turquía.

El primer ministro de izquierda griego, Alexis Tsipras, aprovechó la visita papal para criticar a “algunos socios europeos que han levantado muros en nombre de la Europa cristiana”.

“Antes que números, son personas”

No hay que olvidar que los migrantes “antes que números, son personas, rostros, nombres, historias”, insistió el papa en el puerto de Mitilene.

El papa recordó a los muertos en la travesía e instó a luchar “firmemente contra la proliferación y el tráfico de armas”.

Tras guardar un minuto de silencio, los tres prelados lanzaron cada uno una corona de flores al mar en memoria de las víctimas. En lo que va de año, 375 migrantes, en su mayoría niños, se ahogaron intentando cruzar el mar Egeo. Otros cientos murieron en 2015.

Una muchedumbre asistió a la ceremonia; algunos manifestantes protestaron contra las expulsiones previstas a Turquía, incluso para los solicitantes de asilo sirio. “Pido asilo político en Grecia”, proclamaba una pancarta.

El número de muertes en el mar ha descendido tras la entrada en vigor del acuerdo entre Ankara y la UE, debido a que el número de llegadas a las islas griegas pasó de varios miles diarios a unas decenas.