Un par de fotografías y un video captados con un teléfono celular fueron suficientes para nuevamente colocar en la palestra al sacerdote Fernando Karadima, declarado culpable de abuso sexual a menores y de abuso de poder por la Iglesia Católica.

El sancionado religioso fue descubierto haciendo misa en el convento donde cumple su condena de penitencia y oración, pese a la prohibición del Vaticano de impartir algún sacramento.

Se trató de imágenes captadas por el abogado Cristián Latrille, quien captó a Karadima realizando la misa junto a dos mujeres, que correspondían a una de las residentes junto a Maria Eugenia Karadima, hermana del sacerdote, según consta en un reportaje publicado en Ciper Chile, y que fue realizado por estudiantes de periodismo de la Universidad Diego Portales.

Pese a la evidencia, la Congregación para la Doctrina de la Fe, el órgano del Vaticano a cargo de la investigación, señaló que “la misa en cuestión no puede ser considerada una celebración pública”, más que nada porque se trató de un servicio privado que no era abierto al público en general. En términos simples, si alguien llega a la misa, él no puede expulsarlas de la capilla.

Sin embargo, la Congregación “determinó que se sancionara con una amonestación canónica al presbítero Karadima por intentar frustradamente contactar a miembros de la ex Unión Sacerdotal”, señaló un comunicado del Arzobispado de Santiago.

Anteriormente, en febrero de 2011, Ciper constató las visitas que le realizaron el obispo Andrés Arteaga y Juan Esteban Morales, dos de sus “favoritos” pertenecientes a la Unión Sacerdotal.

Fernando Karadima | AgenciaUno

Fernando Karadima | AgenciaUno

LA VIDA EN SOLEDAD DEL EX PÁRROCO DE EL BOSQUE

Más allá de la polémica, el incidente de las imágenes dejó al descubierto cómo es la vida del ex líder de la disuelta Unión Sacerdotal. Una rutina diaria que inicia a las 07:30 horas con un desayuno que es el mismo que se le entrega a las residentes, consistente en leche, pan, mermelada y una fruta.

A su edad, 83 años, en ocasiones la auxiliar que le lleva la comida debe servirle en la boca. Tras el desayuno, Karadima queda solo por el resto del día, exceptuando si llegan visitas, lo que sucede en contadas ocasiones.

Quizás el único privilegia que tiene el sacerdote, es tener a su disposición una sala contigua a su dormitorio donde puede revisar reflexiones de religiosos como Esteban Uriburu, Antonio Royo Marín y San Juan de la Cruz, en un pequeño televisor plasma.

A eso del mediodía, Karadima baja del cuarto piso hasta la capilla del recinto, y oficia una misa completamente solo, mientras las residentes almuerzan. De acuerdo a un testimonio recogido por el reportaje, “él actúa como si estuviese imaginando que hay gente ahí dentro”. Después del servicio religioso de no más de 20 minutos, regresa a su dormitorio a rezar.

Esta rutina se cumple de forma drástica tras lo sucedido con las imágenes de Karadima haciendo misa a dos feligresas. Una e ellas, su hermana María Eugenia, se le instruyó para que incluso visitara con menos frecuencia al sacerdote para evitar otros bochornos.

De acuerdo a lo publicado por Ciper, actualmente Karadima cumple su sentencia en el Convento Siervas de Jesús de la Caridad, donde es el único huésped varón. Allí es tratado como uno más de quienes habitan la residencia, que cuenta con 20 funcionarias a cargo de las 37 ancianas residentes.

Encerrado allí, Karadima tiene prohibido tener contacto con su anterior círculo de confianza en la Unión Sacerdotal, y si bien no hay restricciones para salir a la calle, trabajadoras del Convento y su médico personal, Santiago Soto, aseguran que nunca ha dejado el edificio.

Al respecto, una de sus víctimas, José Andrés Murillo, se mostró satisfecho con la condena que cumple su abusador. “Karadima tenía un séquito impresionante. Tenía acceso desde Eliodoro Matte hasta los comandantes de las Fuerzas Armadas (…). Lo único que me interesa es que se le haya quitado su plataforma de poder a través de la cual podía abusar”, según señaló a Ciper.

Pero no todos opinan igual, como James Hamilton, quien sostiene que a su juicio “la única condena que Karadima debiese cumplir es la condena formal para todos los ciudadanos: la cárcel. Y si no es la cárcel, algún tipo de reclusión en la cual quede privado de libertad. No por venganza, sino porque él es un peligro para la sociedad”.

Pero pese a su condición de proscrito, el ex párroco de El Bosque aún recibe visitas de reconocidos sacerdotes, como Raúl Hasbún y Jorge Medina. El primero defiende al ex vicario de la Solidaridad, Cristián Precht, culpable de abusos sexuales, mientras que el cardenal Medina no ha tenido empacho en defender a Karadima señalando que “un muchacho de 17 años sabe lo que está haciendo”.

A ellos se suma el vicario de la Zona Cordillera, Fernando Vives, y el propio cardenal y Arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati.

Pero por otro lado, otros tienen prohibido tomar contacto con Karadima, lo que acrecienta su aislamiento. Entre ellos destacan el obispo de Talca, Horacio Valenzuela; de Los Ángeles, Felipe Bacarreza; el obispo de Linares, Tomislav Koljatic; el obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga y el obispo castrense, Juan Barros.

A ellos se suman el ex vicario de El Bosque, Diego Ossa, y el párroco Juan Esteban Morales; además del arzobispo emérito Francisco Javier Errázuriz.

Pero no sólo religiosos han dejado de tener contacto con Karadima, sino que también figuras políticas y empresariales le han dado la espalda. Tal es el caso del Eliodoro Matte, con quien cenaba regularmente en su casa particular.

La suma de estas situaciones han repercutido en la salud mental de Karadima. Según el médico Santiago Soto, “tiene depresión y se medica todos los días (…), como él tiene una edad avanzada, su enfermedad puede que dure toda la vida”. Según otras fuentes de Ciper, el ex párroco tiene temor de salir del convento y que lo vean e increpen.

“El cura tiene miedo. Él me ha contado que familiares de las demás ancianas lo han insultado (…). Le han dicho que es un pederasta, un cura malo, un sinvergüenza”, señala Soto, quien lo visita una vez al mes para una revisión médica de rutina.

En una de esas visitas tuvo lugar un diálogo que muestra parte de lo que cruza por la mente de Fernando Karadima:

- Qué injusta esta cuestión. ¿Por qué tengo que estar aquí perpetuamente? ¡Me voy a morir en este lugar!

- Usted se va a morir aquí porque quiere seguir siendo sacerdote.

Fachada convento Siervas de Jesús | Juan Gonzalez/AgenciaUno

Fachada convento Siervas de Jesús | Juan Gonzalez/AgenciaUno

El caso de Karadima remeció a la Iglesia chilena, que pidió perdón en abril de 2011 por las acusaciones de pederastia sobre una veintena sacerdotes, cinco de ellos condenados por la justicia local.

Karadima declaró en abril de 2013 ante un juez y negó haber cometido los abusos, en el marco de la investigación que realiza la Fiscalía desde marzo de 2011, cuando se reabrió el caso por existir diligencias pendientes.